‘El archivo del misterio’: las medicinas alternativas

Las medicinas alternativas se llaman así porque no funcionan. Como dice el comediante australiano Tim Minchin, si funcionaran, serían medicina. Quien presupone, como sus partidarios, que existe una conspiración mundial para ocultar el potencial curativo del agua con azúcar (homeopatía), pincharte con agujas (acupuntura), los pases mágicos de manos (reiki) y una larga lista de pseudoterapias que crece día a día nos llama a todos los demás tontos. Si realmente sirviera alguna de ellas para algo además de para llenar el bolsillo de sus practicantes, estaríamos tirando a la basura en el mundo billones de euros en tratamientos y sistemas de exploración que podrían sustituir por alternativas mucho más baratas.

Los defensores de las denominadas terapias alternativas suelen culpar de sus males a las farmacéuticas, que ocultarían los beneficios de esas prácticas para evitar el hundimiento de su negocio. Lo dicen como si quienes fabrican y comercializan a precio de medicamento preparados homeopáticos que carecen de principio activo fueran asociaciones benéficas y no multinacionales que ganan miles de millones vendiendo agua con azúcar, y que no dudan en emprender campañas de desprestigio contra sus críticos. Su problema real es que ninguna pseudomedicina ha demostrado ser más efectiva que una pata de conejo o el agua bendita. Los dos grandes centros de investigación sobre estas prácticas de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos no han desarrollado ninguna terapia efectiva contra ninguna enfermedad en 23 años a pesar de haber gastado miles de millones de dólares, como he recordado en la séptima entrega de El archivo del misterio de Órbita Laika (La 2).

Kevin Sorbo cuenta en 'Neurology Now' cómo la quiropráctica le causó tres trombos.
Kevin Sorbo cuenta en ‘Neurology Now’ cómo la quiropráctica le causó tres trombos.

Desde las instituciones que tenían que velar por la buena práctica médica, no se hace nada. Los colegios de médicos se saltan sistemáticamente sus códigos deontológicos y permiten que algunos asociados sometan a pacientes a tratamientos inútiles para todo tipo de dolencias y en muchos pongan sus vidas en peligro. Y la Administración actúa como si las pseudomedicinas fueran algo inocuo y sólo se escandaliza momentáneamente cuando ocurre un caso trágico, como el del niño de Olot muerto de difteria por no haber sido vacunado, para luego volver la espalda a la realidad.

Es verdad que, por desgracia, la medicina científica no lo cura todo, pero a ella -junto con la potabilización de aguas, los sistemas de saneamiento y el control de los alimentos- le debemos que la esperanza de vida se haya duplicado en Occidente en los últimos cien años. Por su parte, siglos de terapias tradicionales orientales no consiguieron que la esperanza de vida aumentara en sus países originarios, donde, sin embargo, ésta se ha disparado tras la llegada de la medicina científica, que no lo cura todo, pero es que la alternativa no sólo no cura nada, sino que, además, en muchas ocasiones mata o provoca graves daños a quien confía en ella.

La fe en las pseudoterapias puede pagarse muy cara. A la yudoca olímpica canadiense Kim Ribble-Orr la acupuntura le arruinó la vida, las manipulaciones de su quiropráctico causaron un aneurisma y tres trombos al actor Kevin Sorbo, una niña canadiense de 10 años murió de cáncer por su derecho tribal a terapias alternativas en vez de recibir un tratamiento convencional, las pseudomedicinas matan bebés en todo el mundo cada semana, hay en España enfermos de cáncer que padecen un sufrimiento añadido por la acción de los charlatanes de la salud… Los milagros no existen, y confiar en la medician alternativa es creer en milagros.

Nota publicada en Magonia el 5 de noviembre de 2015.


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