- Escepticismo sin límites
¿Cuándo van a ocuparse los escépticos de criticar los principios de la escuela austriaca de economía? ¿Cuándo van a ocuparse los escépticos del cribado de cáncer de mama? ¿Cuándo van a ocuparse los escépticos de la guerra? ¿Cuándo van a ocuparse los escépticos de…? De vez en cuando, alguien nos recuerda a los escépticos que no nos ocupamos de lo realmente importante, que perdemos el tiempo con tonterías –como la homeopatía, los ovnis y el monstruo del lago Ness– en vez de examinar críticamente asuntos vitales.
Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el 23 de diciembre de 2024.
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- Eduardo Angulo, un biólogo entre monstruos, pucheros y ciencia ficción
«Soy un científico. Como tal escribo este libro aunque trate de una disciplina tan poco científica como la criptozoología», explicaba Eduardo Angulo (Bilbao, 1952) al principio de Monstruos (451 Editores, 2007). No era su primer libro. Dos años antes había publicado Julio Verne y la cocina. La vuelta al mundo en 80 recetas (Edaf). Tampoco fue el último. Desgraciadamente, ese honor le cabe a El animal que cocina. Gastronomía para homínidos (451 Editores, 2009), porque Eduardo nos dejó huérfanos el jueves, cuando nadie se lo esperaba.
El biólogo y divulgador Juan Ignacio Pérez me dio la triste noticia a la mañana siguiente. Él se había hecho eco de ella minutos antes en Bluesky: «Ha fallecido mi profesor, colega de facultad, compañero divulgador y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, Eduardo Angulo Pinedo. Excelente persona y científico. Pocos como él han sabido transmitir un conocimiento tan vasto como el suyo con la distancia y el sano escepticismo que lo caracterizaba», escribió. Siempre preciso, Juan Ignacio retrataba en tres frases al Eduardo del que disfrutamos muchos, un hombre afable, sonriente, dialogante y generoso con su saber.
Le conocí en la primavera de 2004, en una comida de la Tertulia de Ciencia-Ficción de Bilbao (TerBi). Eduardo era el invitado de honor. Dirigía en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) un curso de doctorado, titulado Ciencia ficción y biología, que aunaba dos de sus pasiones. Usaba películas y cuentos de ciencia ficción como catalizadores de debates sobre la evolución, el calentamiento global, la manipulación genética, la vida extraterrestre… Quería que los futuros investigadores asumieran que «la ciencia no puede estar por encima de la sociedad» y que el porvenir estaba ya aquí o iba a llegar muy pronto, me explicó en su despacho del colegio mayor Miguel de Unamuno, que dirigía, cuando le entrevisté para El Correo pocos días después. 1
El mejor profesor de la carrera para todos los que asistieron a sus clases de biología en la UPV/EHU, Eduardo era una mina para un periodista. Además, fue mi biólogo de referencia. Aquel a quien llamaba cuando el tema lo requería. ¿Y saben una cosa? Nunca me dijo que no. Siempre estaba dispuesto a guiarte y, como curioso impenitente, bastaba que le preguntaras algo para que se lanzara a bucear en la literatura científica, encontrara la respuesta y, encima, detectara inesperadas consecuencias en el hallazgo en cuestión. Nunca dejó de sorprenderme. Por eso, nuestros encuentros profesionales en su despacho del colegio mayor se prolongaban siempre más allá de lo planeado por ambos. Entre aquellas cuatro paredes, hablamos de sus tres libros, sus intereses y los proyectos del Círculo Escéptico, al que se unió en cuanto nació. Le apasionaban la ciencia ficción -sentía devoción por Frankenstein–, la cocina y los monstruos.
En la España de hace veinte años, un biólogo que hablara de monstruos era tan políticamente incorrecto como un astrónomo que hablara de platillos volantes. Cuando en 2006, el Círculo Escéptico organizó en Bilbao con la UPV/EHU y gracias a Juan Ignacio, entonces rector, la jornada Misterios, a la luz de la ciencia, allí estuvo Eduardo con sus criaturas maravillosas, como llamaba a las de la criptozoología. El libro que recoge aquellas charlas es una rara avis en la producción editorial de las universidades españolas, con investigadores de prestigio hablando de visitas extraterrestres, monstruos y témporas, y advirtiendo del riesgo del pensamiento mágico y de la necesidad de promover el pensamiento crítico.2 Un año después, salió a la venta Monstruos, que, como escribí en su momento, no solo es un ejemplo de magnífica divulgación científica -es un libro bien escrito e interesante-, sino que además es una obra primorosamente editada, con ilustraciones y detalles que enriquecen el original. Lo presentó en sociedad Juan Ignacio, su antiguo alumno y amigo.
Eduardo también estuvo ahí cuando organizamos en Bilbao en 2007 la jornada 60 años de platillos volantes, en la que le acompañamos Fernando L. Frías, Ricardo Campo y yo. En 2009, presentó en los actos del Día de Darwin a Juan Luis Arsuaga y siete días después, el 12 de febrero, se sumó a la celebración del bicentenario del nacimiento de naturalista inglés en una cena presidida nada menos que por Francisco J. Ayala. El que había reservado el restaurante había pasado por alto los problemas de movilidad de Eduardo, derivados de la polio: cuatro escalones se levantaban como un muro infranqueable entre él y la mesa del banquete. Ni cortos ni perezosos, le obligamos a sentarse en una silla y entre cuatro le subimos en volandas.
Eduardo participó en febrero de 2011 en los actos del Día de Darwin con su charla De la carroña al ‘delicatessen’: la humanidad se humaniza. En noviembre de 2017, nos ilustró sobre Los mitos. Cómo ganar el debate al cuñado en un encuentro Enigmas y Birras en Bilbao. Habló de sus queridos monstruos en octubre de 2022 en el ciclo Seres fantásticos, organizado por el Círculo Escéptico para la Biblioteca Foral de Bizkaia. Y además, durante todos esos años, no dejó de escribir para su blog, La Biología Estupenda, y para el Cuaderno de Cutlura Científica; divulgó la ciencia en Radio Euskadi, con su amiga Almudena Cacho; y fue uno de los tres columnistas del desaparecido suplemento Ciencia de El Correo, que tuve el placer de coordinar y en el que le acompañaban Juan Ignacio Pérez y José Antonio Pérez Ledo. ¡Vaya trío!
Eduardo nos ha dejado. Le vamos a echar mucho de menos. Sin su sonrisa, sin su bonhomía y sin su saber, somos hoy mucho más pobres que ayer. Parece fácil escribir esas frases sencillas y claras propias de sus artículos y libros, pero no lo es. Parece fácil contagiar el entusiasmo por el saber, pero tampoco lo es. Con más Eduardos, nos iría mucho mejor porque la ciencia y la cultura llegarían a más gente. Y, sobre todo, nos divertiríamos más.
Obituario publicado en Magonia el 10 de diciembre de 2024.
- El trumpismo paranormal de Iker Jiménez
Muchos periodistas españoles han conocido por fin a Iker Jiménez. Se les ha aparecido en mitad de una tragedia, la gota fría que el 29 de octubre arrasó Valencia y costó la vida a más de doscientas personas. Lo ha hecho en todo su esplendor, desenterrando del fango verdades ocultas y posibles conspiraciones. El periodista alavés ha exhibido con orgullo un desprecio por la verdad, una afinidad por las conjuras y un desdén hacia los críticos equiparables a los del reelegido presidente de Estados Unidos. Sabe, como Donald Trump, que cuenta con un público fiel de chiflados, creyentes sinceros e ingenuos, dispuestos a tragarse cualquier cosa que diga tras años en los que les ha vendido como reales posesiones demoniacas, abducciones y reliquias milagrosas.
Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el X de noviembre de 2024.
- ‘El despertar de los ovnis. Globos, secretos y extraterrestres’
Vídeo de la charla El despertar de los ovnis. Globos, secretos y extraterrestres, que di en el café teatro Davinci de Bilbao el 25 de marzo de 2023, dentro del ciclo de encuentros Enigmas y Más que organiza el Círculo Escéptico.
Nota publicada en Magonia el 16 de septiembre de 2024.
- James Earl Jones y la abducción de Betty y Barney Hill
Betty y Barney Hill establecieron el modelo de las abducciones. En la noche del 19 septiembre de 1961, después de haber pasado unos días de vacaciones en Canadá, volvían en coche a Portsmouth (New Hampshire, Estados Unidos) cuando vieron un objeto brillante en el cielo. Tras una breve parada para observar lo que les parecía una estrella rara, continuaron el viaje por carreteras secundarias para dar esquinazo a la luz. Creían que les seguía. Llegaron a casa con dos horas de retraso sobre el horario previsto. Después, en una serie de sesiones de hipnosis con el psiquiatra Benjamin Simon, recordaron haber sido llevados a bordo de un platillo volante y que sus tripulantes –los que ahora conocemos como grises de grandes ojos almendrados– los sometieron a exámenes médicos.
El secuestro del matrimonio Hill no trascendió hasta cinco años después, cuando John G. Fuller lo contó en su libro The interrupted journey (El viaje interrumpido, 1966), que incluye la transcripción de las sesiones de hipnosis. El caso estableció el guion de toda abducción, desde la captura en un paraje remoto hasta el borrado de memoria antes de la liberación, pasando por el tiempo perdido. Y fue objeto de un telefilme de notable factura, The UFO incident (El incidente ovni), que la NBC estrenó en Estados Unidos en horario estelar el 20 de octubre de 1975 y volvió a programar el 9 de septiembre de 1976. Tras la emisión de The UFO incident, se dispararon en el país las denuncias de secuestros por extraterrestres, hasta entonces prácticamente inexistentes. Todos los casos seguían el patrón del episodio de los Hill. Eso, que a ojos de algunos prueba que hay algo real detrás las abducciones, es la mejor demostración de que no es así.
Porque, tal como advierte el doctor Simon en el libro de Fuller, la abducción de los Hill fue un falso recuerdo. Nació en las pesadillas que tuvo tras el avistamiento Betty, que estaba ya antes obsesionada con el fenómeno ovni. La mujer creó, y creyó, a partir de la visión de una luz en el cielo –todo apunta que fue un planeta– una historia fantástica que contó repetidamente a su marido hasta que este la asumió como un recuerdo propio, aunque con matices. Los extraterrestres de Betty hablaban en inglés; los de Barney no tenían boca. En el caso de la mujer, sabían manejar una cremallera; en el del hombre, ignoraban lo que era una dentadura postiza.
The UFO incident es fiel al relato de los hechos. Las interpretaciones del matrimonio protagonista, a los que dan vida Estelle Parsons –con quien Betty habló antes del rodaje– y James Earl Jones –que no pudo preparar su papel con Barney porque había muerto en 1969–, son muy buenas. El segundo es el perfecto Barney, un hombre negro con complejo de culpa por haber abandonado a su primera mujer y a un hijo para casarse con una blanca. Y los extraterrestres, aunque toscos si se comparan con los de la muy próxima temporalmente Encuentros en la tercera fase (1977), están detrás del actual prototipo de alienígena y no salieron de la nada. El estudioso del mito ovni Martin Kottmeyer descubrió en 1994 el origen de los grandes ojos almendrados de los alienígenas descritos por Barney.1 El hombre recordó esa peculiaridad de sus captores el 22 de febrero de 1964. Diez días antes, se había emitido en EE UU «El escudo Bellero», un episodio de la serie The outer limits (Más allá del límite) en el que los ojos de los extraterrestres son así.
«Él [Jones] había leído el libro [The interrupted journey] y quería interpretar a Barney en la película», afirman el ufólogo Stanton Friedman y Kathleen Marden, sobrina de Betty, en Captured! The Betty and Barney Hill UFO experience (¡Capturados! La experiencia ovni de Betty y Barney Hill, 2007).2 El telefilme no estuvo disponible en vídeo hasta 2022 y no hay noticias de que alguien se haya planteado alguna vez un remake. Puede que nadie haya revisitado la historia porque, simplemente, James Earl Jones creyera siempre que el trabajo que Estelle Parsons y él hicieron a las órdenes de Richard A. Colla lo hacía innecesaria. Porque James Earl Jones, la voz de Darth Vader, era el propietario de los derechos cinematográficos del relato de la primera abducción. Se hizo con ellos en 1975.
Nota publicada en Magonia el 11 de septiembre de 2024.
- El Charles Fort más personal
«Un chiflado curioso, probablemente sincero, pero infinitamente crédulo». Así define H. P. Lovecraft a Charles Fort (1874-1932) en una carta que escribe en 1935 a Emil Petaja, un joven seguidor que con el tiempo se convirtió en escritor de ciencia ficción. Lovecraft parecía tener las ideas claras sobre el padre de lo paranormal. Sin embargo, hay quien no piensa así. «Siendo esencialmente un satírico enormemente escéptico sobre la pretensión de los seres humanos –y especialmente de los científicos– de alcanzar la sabiduría última, Fort presentó una serie de teorías sobre las visitas extraterrestres en forma de comentarios y chistes que no siempre dejaban del todo claro cuándo hablaba en serio y cuándo no», afirma Jerome Clark. ¿Quién tiene razón, Lovecraft o Clark? ¿Tomó el autor de El libro de los condenados (1919) el pelo a todo el mundo o creía en lo que predicaba?
Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el 9 de septiembre de 2024.
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- Las serpientes de verano, en el pódcast ‘El Amplificador’
Luigi Gómez y yo hablamos hace unos días de serpientes de verano en El Amplificador, un pódcast de Colpisa: platillos volantes, la Atlántida, la histeria de los pinchazos de 2022, los extraterrestres de Avi Loeb, Uri Geller…
Nota publicada en Magonia el 26 de agosto de 2024.
- La ilusión sobrenatural
Un joven aristócrata madrileño deslumbró hace cien años a ilustres intelectuales españoles. Joaquín María Argamasilla, hijo del décimo marqués de Santacara, decía tener visión de rayos X. Con los ojos vendados, adivinaba lo escrito en un papel metido en una cajita metálica y la hora que marcaban las agujas de un reloj de bolsillo con tapa cerrado. Su don maravilló al físico Blas Cabrera –anfitrión de Albert Einstein durante su visita a España en 1923–, al fisiólogo francés Charles Richet –premio nobel de medicina–, al ingeniero Leonardo Torres Quevedo y a Ramón María del Valle-Inclán, entre otros.
Comienzo del reportaje publicado en el suplemento Territorios del diario El Correo el 17 de agosto de 2024.
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- Charles Fort, el creador del canon paranormal
El canon paranormal nació en las salas de lectura de la Biblioteca Pública de Nueva York y de la Biblioteca del Museo Británico a principios del siglo XX. Lo trajo al mundo un buscador de noticias raras en periódicos y revistas. Se llamaba Charles Fort (1874-1932). Él abrió los expedientes insólitos que obsesionaron décadas después al agente Fox Mulder. Fort creía que la realidad no es lo que parece y lo plasmó en cuatro libros. Son obras en las que hay naves extraterrestres en los cielos, visitas alienígenas en la antigüedad, desapariciones misteriosas, lluvias de ranas, combustiones espontáneas… «Percibió una realidad que había sido ignorada por científicos e historiadores», según el periodista y ufólogo John A. Keel (1930-2009).
Comienzo del reportaje publicado en el diario El Correo el 6 de agosto de 2024.
- Lecturas para entender a Charles Fort
El legado de Charles Fort (1874-1932) forma parte de la cultura popular. Visitantes extraterrestres, desapariciones misteriosas, lluvias de animales y de sangre, alienígenas ancestrales… Todo eso lo propuso hace cien años en cuatro obras de las que solo hay dos traducidas a español: El libro de los condenados (1919) y Nuevos mundos (1923). Con un estilo caótico -para H. G. Wells, escribía «como un borracho»-, expone en ellas una sucesión de hechos rechazados por lo que él llama «la ciencia dogmática» que para él son pruebas de que cosas y seres transitan entre otros mundos y el nuestro.
«Charles Fort percibió una realidad que ha sido ignorada por los científicos y los historiadores. Nuestro mundo tiene dos formas de leyes naturales: una nos dice estúpidamente cosas simples acerca de la gravedad y la naturaleza. La otra nos dice que el espacio y el tiempo son constantemente distorsionados en nuestra realidad y que estamos sujetos a estas leyes. No sabemos cuándo estamos cruzando el umbral mágico que n os puede transportar a un lugar diferente», dice el periodista John A. Keel en el prólogo a la edición mexicana de Nuevos mundos de 1985.
A Keel, el padre del hombre polilla, no hay que tomarle muy en serio. Aunque el mundillo paranormal le venera, es un autor tan estrafalario como Fort, si bien escribe mucho mejor. Lo que aquí importa es su reconocimiento del autor de El libro de los condenados como descubridor de lo paranormal. Algo que hicieron Louis Pauwels y Jacques Bergier en El retorno de los brujos (1960), donde siguen la senda abierta por Fort, a quien consideran uno de sus «más queridos maestros».
Como apunta Jim Steinmeyer en Charles Fort. The man who invented the supernatural (2008) , «El libro de los condenados se convirtió en el evangelio de los posteriores escritores sobre lo paranormal». Quién le iba a decir Fort que sus estrambóticas propuestas calarían tan hondo cuando su obra seminal fue un fracaso. Publicada gracias al novelista Theodore Dreiser, que amenazó a su editor con dejarle si no lo hacía, los mil ejemplares de la primera edición de El libro de los condenados ni siquiera se agotaron.
Nacido en Albany (Nueva York, Estados Unidos) el 6 de agosto de 1874, Fort es un personaje complejo y un escritor de estilo farragoso cuya figura reivindican algunos admiradores como la de un bromista que no se creía nada de lo que predicaba y tomó el pelo a sus contemporáneos. Para mí, creía sinceramente en lo que defendía, desde los disparos de naves extraterrestres en nuestros cielos hasta las rocas que caían del cielo con supuestos mensajes de otros mundos. Era, como muchos de sus seguidores, un heterodoxo confundido por su falta de conocimientos –abandonó los estudios– y su desprecio hacia los expertos.
Pueden leer en español El libro de los condenados y Nuevos mundos, y en inglés su obra completa –The book of the damned. The collected works of Charles Fort–, editaba por Jim Steinmeyer. Martin Shough y Wim van Utrecht analizan críticamente la fenomenología recopilada por Fort en los dos volúmenes titulados Redemption of the damned (2019 y 2021). La biografía escrita por el crítico de ciencia ficción Damon Knight, Charles Fort. Prophet of the unexplained (1971), y la firmada por Steinmeyer, Charles Fort. The man who invented the supernatural, son imprescindibles para conocer a la persona detrás de la obra. En Think to new worlds. The cultural history of Charles Fort and his followers (2024), reseñado recientemente en Nature por Michael Shermer, Joshua Blu Bush explora el impacto del pensamiento forteano en la sociedad estadounidense actual. A otro nivel, Óscar Alarcia presenta en Cine forteano (2020) un catálogo de las películas con conexiones anómalas.
Chris Aubeck ha recopilado en Letters of the damned (2024) unas setenta cartas que Fort escribió a periódicos entre junio de 1924 y octubre de 1926, cuando vivía en Londres. Las misivas de este volumen, que este verano se publicará en español, dejan claro que el autor estadounidense no bromea cuando propone lo que propone, que se toma muy en serio sus extravagantes ideas y que su visión de la Tierra en el cosmos y del sistema solar no tiene nada que ver con la de la ciencia de su época. Como apunta Aubeck, «la aparentemente interminable correspondencia de Charles Fort con la prensa demuestra su empeño en recopilar tantas pruebas como fuera posible en apoyo de sus teorías».
Nota publicada en Magonia el 6 de agosto de 2024.
- La librería espiritista de Arthur Conan Doyle
Siento debilidad por las librerías de viejo. Mi preferida es Atlantis Bookshop. Se encuentra a dos pasos del Museo Británico y está especializada en lo paranormal. Desde que en 1990 entré en ella por primera vez, no hay viaje a Londres que no la visite. En sus estanterías he encontrado primeras ediciones de Ignatius de Loyola Donnelly, George Adamski y otros autores. Atlantis abrió sus puertas en el 49A de Museum Street en 1922, tres años antes de que Arthur Conan Doyle inaugurara su propia librería esotérica, The Psychic Bookshop, en el 2 de Victoria Street, cerca de la abadía de Westminster.
Comienzo del reportaje publicado en el suplemento Territorios del diario El Correo el 27 de julio de 2024.
- Ovnis, videntes, fantasmas y democracia, en ‘El rey va desnudo’
Mauricio-José Schwarz y yo hablamos sobre el mundo del misterio y el peligro de la mentira, en El rey va desnudo.
Nota publicada en Magonia el 24 de mayo de 2024.