• Juan José Benítez y los extraterrestres, en ‘La clave’
    José Luis Babín, sobre un fotograma de 'Ultimátum a la Tierra'.
    José Luis Babín, sobre un fotograma de ‘Ultimátum a la Tierra’.

    El periodista Juan José Benítez hizo un revelación extraordinaria el 8 de febrero de 1976 en el programa La clave, del segundo canal de TVE. Dijo que su periódico, La Gaceta del Norte, tenía fotos que demostraban que los ovnis eran naves extraterrestres. Las habían sacado en Canarias, el 23 de octubre de 1975, «unos científicos» que habían concertado un encuentro con los tripulantes de esas «astronaves». Los testigos, añadió, eran de «toda confianza»: un astrónomo, ingenieros informáticos y electrónicos, fotógrafos, médicos… Él había visto las fotos. «Están en poder de mi periódico, en los archivos, y pueden disponer de ellas si mi periódico lo autoriza, por supuesto, en cualquier momento», invitó a los participantes en el programa.

    Dirigida y presentada por José Luis Balbín, La clave se dedicaba cada semana a un tema de actualidad sobre el que se emitía una película y después había un coloquio. Aquella noche, el tema era «Los extraterrestres»; la película, Ultimátum a la Tierra (1951), de Robert Wise; y los invitados, John L. Acuff, Juan José Benítez, José María Casas-Huguet, Antonio Ribera, Fernando Sesma y Erich von Däniken. Tres ufólogos (Acuff, Casas-Huguets y Ribera), un periodista que escribía reportajes sobre platillos volantes (Benítez), un contactado (Sesma) y un autor de éxito que defendía que toda gran obra de una cultura antigua no europea se había hecho con ayuda extraterrestre (Von Däniken). 

    No había ningún escéptico en el plató porque, por aquel entonces, nadie abogaba en España por el análisis crítico de las afirmaciones de lo paranormal.  Los más próximos a una postura racional eran Acuff y Casas-Huguet, pero ambos eran ufólogos creyentes: el primero dirigía el Comité Nacional de Investigaciones sobre Fenómenos Aéreos (NICAP) estadounidense y el segundo presidía el Centro de Estudios Interplanetarios (CEI) español.

    La primera vez que Benítez sacó a colación las fotos canarias, la conversación derivó por otros derroteros. Pero, en cuanto tuvo oportunidad, el reportero insistió en que los citados «científicos» habían fotografiado en Canarias «con un material muy costoso, muy variado», cómo «del mar apareció algo» en respuesta una cita concertada con los visitantes, no especificó mediante qué sistema. Cuando Ribera le indicó que en aquel momento estaban hablando de si existían fotos de extraterrestres, Benítez dijo: «Yo tengo constancia de que en mi periódico hay tres fotografías concretas que pueden ser consultadas».

    «Si tiene fotografías de seres extraterrestres que sean irrefutables, que no se puedan negar, que sean buenas fotografías, usted tiene el mejor reportaje desde que Jesucristo vino a la Tierra», comentó Acuff. Y preguntó: «¿Por qué no se ha publicado [esa historia] en todo el mundo? ¿Por qué está su periódico sentado encima del reportaje más importante de la historia?». Benítez dijo entonces que las fotos eran «muy recientes» y que habían sido analizadas en Madrid con resultados «altamente positivos», pero que su periódico era «muy serio» y se pronunciaría «definitivamente» cuando tuviera «las máximas garantías». «Lo que yo estoy diciendo -precisó- es que tenemos tres fotografías que consideramos que pudieran ser de seres extraterrestres, en pleno proceso de investigación. La procedencia es para nosotros de absoluta seguridad». De las fotos de marras, nunca más se supo. 

    La carrera ufológica de Benítez ha sido una sucesión de afirmaciones asombrosas, seguidas, en cuanto se le han pedido pruebas, de recogidas de velas no menos asombrosas. Lleva diciendo tiene pruebas de que los ovnis son naves extraterrestres desde que en 1975 vio algo raro en el cielo de Perú durante una excursión nocturna con un grupo de iluminados que decía estar en contacto con extraterrestres de Ganimedes, Marte, Calisto, Europa y otros mundos. Contactados como los que disfrazaba de científicos en el coloquio de La clave. Cincuenta años han pasado y Benítez sigue sin enseñar las pruebas. Si alguien cree que en su próximo libro, Están aquí (2025), va a hacer alguna revelación con un mínimo fundamento, su ingenuidad merece premio.

    Nota publicada en Magonia el 15 de octubre de 2025.

  • ‘Nueva Dimensión’ y ‘Planète’, la ciencia ficción española y lo paranormal
    Portadas de la revista 'Planète', de algunas de sus versiones internacionales y de 'Nueva Dimensión'. Colección Luis Alfonso Gámez.
    Portadas de la revista ‘Planète’, de algunas de sus versiones internacionales y de ‘Nueva Dimensión’. Colección Luis Alfonso Gámez.

    Hay cosas que durante años he dado por ciertas sin pruebas. Una es que el formato cuadrado de Nueva Dimensión (1968-1983), la considerada mejor revista española de ciencia ficción, fue una copia del de la francesa Planète (1961-1968), que mezclaba ocultismo, pseudohistoria, ciencia ficción y divulgación científica. Es algo que asumía sin haber hablado de ello nunca con nadie; solo por el peculiar formato de ambas publicaciones. Ahora sé que fue así, gracias a Mariano Villarreal y su Historia de la ciencia ficción española. Vol. 1. La era de los pioneros (1939-1969).

    Planète nació a rebufo de El retorno de los brujos (1961), la obra de Louis Pauwels y Jacques Bergier que impulsó el llamado realismo fantástico, una realidad alternativa con visitas extraterrestres, civilizaciones desaparecidas y poderes paranormales. Dirigida por Pauwels, era una revista bimestral que llegó a vender en Francia más de 100.000 ejemplares y publicó cuentos de Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Ray Bradbury, Jorge Luis Borges y H. P. Lovecraft, entre otros. Fue tal su éxito que contó con ediciones en España –Horizonte (1968-1971), dirigida por el ufólogo Antonio Ribera– y Argentina. Además, se publicó una colección de libros de realismo fantástico, divulgación y ciencia ficción con el mismo formato.

    A finales de la década de 1960, Sebastián Martínez, Domingo Santos y Luis Vigil eran tres aficionados a la ciencia ficción que querían poner en marcha una revista comercial. Para ello, cuenta Villarreal en su libro, constituyeron Ediciones Dronte con un capital social de 300.000 pesetas. Explica el experto vasco:

    Acto seguido, se pusieron en contacto con José Manuel Vergara, responsable de editorial Pomaire y gran aficionado a la ciencia ficción, además de editor especializado en libros de temática OVNI. Le consultaron si estaría dispuesto a distribuir una revista de de estas características y aceptó con la condición de que el formato fuese similar al de la francesa Planète, consagrada al realismo fantástico y cuya edición en español gozaba de un enorme éxito en Sudamérica, un mercado en el que esperaban vender parte de la tirada. Así nació Nueva Dimensión. (Villarreal 2025, 172).

    'Historia de la ciencia ficción española. Vol. 1. La era de los pioneros (1939-1969)', de Mariano Villarreal.
    ‘Historia de la ciencia ficción española. Vol. 1. La era de los pioneros (1939-1969)’, de Mariano Villarreal.

    Pomaire fue el sello español que publicó clásicos de la ufología como Los misteriosos platillos volantes (1958), de Aimée Michel; Los humanoides (1966), coordinado por Charles Bowen; El gran enigma de los platillos volantes (1966), de Antonio Ribera; y Fenómenos insólitos del espacio (1966), de Jacques y Janine Vallée. Martínez, Santos y Vigil también tuvieron que aceptar del editor la sugerencia de que «las páginas de la sección informativa tuviesen otro color», como pasaba en Planète.

    Josep Maria Armengou

    En aquella época, toda revista debía tener como director a un profesional del periodismo que se hiciera responsable de los contenidos ante las autoridades franquistas. Para Nueva Dimensión, Martínez, Vigil y Santos «encontraron un periodista dispuesto a firmar como director responsable a un precio razonable y sin meterse demasiado en la confección de los números» (Villarreal 2025, 173). El elegido fue Josep Maria Armengou, que en 1969 asumió también la dirección de la revista Algo, de la que había sido redactor desde 1963.

    Armengou fue director de Nueva Dimensión y de Algo hasta diciembre de 1971, cuando le despidieron de la segunda por el giro que había dado a esa cabecera de divulgación científica. Un año después, lo explicaba así: 

    Mi entrada como director en funciones de Algo implicó el cambio de mentalidad de programación de la revista, y fue cuando di cabida primero a la sección de ufología, luego a la de parapsicología, posteriormente al hermetismo, sin olvidar el contacto con el lector a través de secciones como «Colabora el lector», «Cartas al director», etcétera. (Armengou 1972).

    Según él, convirtió Algo en una revista «única en España» y triplicó su tirada, pero «a alto nivel empresarial» su enfoque disgustaba y, por eso, fue despedido, con todo su equipo. Meses después, lanzó Karma.7 (1972-2001), una revista centrada en lo que había desagradado a sus anteriores jefes. «Karma.7 no tiene ninguna relación con Algo. Ni como editorial, ni como dirección, ni como publicidad. Es más, en el campo profesional, en el periodístico, combatiremos a Algo hasta el límite de nuestras fuerzas», prometió en el número 1. Será la revista esotérica de referencia hasta el nacimiento de Mundo Desconocido (1976-1982) y aguantará en los quioscos hasta 2001.

    Desde junio de 1972 –cuando se publica un número cero de Karma.7–, Armengou compatibiliza las direcciones de la revista esotérica y de Nueva Dimensión, aunque todo indica, como apunta Villarreal, que en la segunda se limita a poner el nombre. Respalda esta idea que no menciona a Nueva Dimensión ni en la presentación de Karma.7 a sus lectores ni en su libro Extrañas historias de un periodista (1974), donde solo hay una referencia a la revista de ciencia ficción en la contraportada y de pasada. Armengou siguió al frente de las dos publicaciones hasta enero de 1977, cuando fue relevado en ambas.

    Los platillos volantes y Charles Fort

    La de Nueva Dimensión y su primer director no es ni la primera ni la única conexión de la ciencia ficción española con lo paranormal. Ya en los años 50, el género -en especial, los bolsilibros- sufre la invasión de los platillos volantes con títulos como Los platillos voladores (1950), de J. M. Díez Gómez; Platillos volantes (1951), de Peter Debry (Pedro Víctor Debrigode Dugi); y El secreto de los platillos volantes (1953), de Juan Antonio de la Iglesia. Autores como Antonio Ribera y Juan García Atienza acabaran siendo más conocidos por sus devaneos con lo oculto que como pioneros de la ciencia ficción: al primero se le considera el padre de la ufología española, y el segundo es un referente de la historia mágica nacional.

    Libros españoles de ciencia ficción y sobre el fenómeno de los platillos volantes de la década de 1950. Colección Luis Alfonso Gámez
    Libros españoles de ciencia ficción y sobre el fenómeno de los platillos volantes de la década de 1950. Colección Luis Alfonso Gámez

    Domingo Santos, a quien se considera «el padre de la moderna ciencia ficción española» (Villarreal 2025, 378), ya tenía relación con Planète de tiempos de Anticipación (1966-1967), un primer intento fallido de revista comercial de ciencia ficción que codirigió con Vigil y contó con una sección dedicada a lo paranormal. Anticipación, indica Villarreal, incluyó «un importante espacio» al realismo fantástico y publicó tres largos artículos sobre el fenómeno ovni «cuya autoría no fue acreditada, pero que se da por supuesto que fue obra del tándem Santos-Vigil» (Villarreal 2025, 152).

    Además, Santos fue el traductor de la primera versión española de El libro de los condenados (1919) de Charles Fort, que publicó Rumeu en 1969 dentro de la colección «Esoterismo», que dirigía él mismo. «Charles Fort ha sido un precursor al hablar por primera vez, cuando aún nadie pensaba en ellos, de una serie de temas malditos que hoy ocupan las primeras páginas de muchas revistas y periódicos: platillos volantes, civilizaciones desaparecidas, visitantes extraterrestres», escribió Santos en el prólogo, un texto en el que reivindica la vigencia de la obra que estableció el canon paranormal (Santos 1969, 15).

    Cien años después de la publicación de El libro de los condenados, su influencia en la cultura popular es incuestionable. Sin Fort, el primer ufólogo, no hubieran existido ni El retorno de los brujos –Pauwels y Bergier le tenían por uno de sus «más queridos maestros» (Bergier y Pauwels 1960, 151)-, ni revistas como Fate, ni series como Expediente X (1993-2018), ni programas de televisión como el Más allá de Fernando Jiménez el Oso, ni todos los productos culturales y del mundo del espectáculo que han seguido esa línea.

    Referencias

    Armengou, Josep Maria [1972]: «Ninguna relación con ‘Algo’». Karma.7 (Barcelona), núm. 1 (noviembre), pág. 5.

    Bergier, Jacques; y Pauwels, Louis [1960]: El retorno de los brujos [Le matin des magiciens]. Traducción de J. Ferrer Aleu. Plaza & Jaés (Colección «Otros Mundos»). Barcelona 1972. 282 páginas.

    Santos, Domingo [1969]: «Introducción». En Fort, Charles [1919]: El libro de los condenados [The book of the damned]. Traducción de Domingo Santos. Romeu, Editor (Colección «Esoterismo»). Barcelona 1969. 399 páginas.

    Villarreal, Mariano [2025]: Historia de la ciencia ficción española. Vol. 1. La era de los pioneros (1939-1969). Dolmen Books. Palma de Mallorca. 416 páginas.

    Nota publicada en Magonia el 29 de septiembre de 2025.

  • Edgar Allan Poe y el gran engaño de la Luna
    Los animales vistos en la Luna por John Herschel, en una ilustración de 'The Sun'. Imagen: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
    Los animales vistos en la Luna por John Herschel, en una ilustración de ‘The Sun’. Imagen: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

    Para Edgar Allan Poe, «fue el engaño más brillante» (Harrison 1965, 259). El diario neoyorquino The Sun cuenta en agosto de 1835 que, gracias a un nuevo tipo de telescopio, el astrónomo John Herschel ha descubierto vida en la Luna. La historia, publicada en seis entregas y salpicada de detalles técnicos, cautiva primero a los estadounidenses y después a ingleses, franceses, alemanes, italianos, españoles… Es la primera noticia falsa de alcance planetario.

    Con 270.000 habitantes y un crecimiento demográfico vertiginoso, Nueva York es en 1835 la ciudad más grande de Estados Unidos. Grupos de niños venden en las calles la prensa de un penique, diarios populares que cuestan un centavo de dólar frente a los seis habituales. Han nacido dos años antes y se dirigen a la clase trabajadora. Su materia prima son crímenes, catástrofes y otras noticias sensacionalistas. The Sun es uno de esos periódicos. Pretende «proporcionar al público las noticias del día a un precio tan económico que esté al alcance de todos».

    Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el 11 de septiembre de 2025.

    Sigue en «Edgar Allan Poe y el gran engaño de la Luna».

  • La gran noche de Uri Geller
    Uri Geller con José María Íñigo, en 'Directísimo' el 6 de septiembre de 1975. Foto: TVE.
    Uri Geller con José María Íñigo, en ‘Directísimo’ el 6 de septiembre de 1975. Foto: TVE.

    Aquel verano un tiburón de cine aterrorizó a los bañistas de las playas estadounidenses, las sondas Viking despegaron hacia Marte, la autopista Bilbao-Behobia llegó a Irún, una joven intentó asesinar al presidente Gerald Ford, Papúa Nueva Guinea se independizó de Australia, empezó la larga agonía de Franco y en las verbenas de toda España se bailó El bimbó de Georgie Dann. Si usted vivió el verano de 1975, es muy probable que no se acuerde de algunas de estas cosas, pero recordará que un joven se asomó una noche al salón de su casa y, con el poder de la mente, dobló cucharas e hizo que relojes parados volvieran a la vida.

    Comienzo del reportaje publicado en el diario El Correo el 6 de septiembre de 2025.

    Sigue en «La gran noche de Uri Geller».

  • Los alienígenas somos nosotros
    'Casi ovnis', de Robert Sheaffer.
    ‘Casi ovnis’, de Robert Sheaffer.

    Me pasó cuando tenía unos veinte años, a principios de la década de 1980. Era de noche. Estaba en la cama, en el dormitorio que compartía con mi hermano menor. En el piso vivíamos siete personas: mis padres, mi abuela materna, mis dos hermanas pequeñas, mi hermano y yo. De repente, vi una sombra en el pasillo por el claro que dejaba la puerta entornada. Supuse que alguien iba al baño. La sombra se convirtió en una silueta que se asomó a nuestro cuarto. «Mamá o papá, para ver si los chicos estamos dormidos», pensé. Abrió la puerta, entró en la habitación y no era ni mamá ni papá. El individuo llevaba el brazo derecho levantado y empuñaba lo que parecía un cuchillo. Estaba aterrado. Intenté moverme. No pude. Intenté gritar. No pude. Pasó a los pies de la cama de mi hermano y se dirigió hacia mí. Llegó a mi lado, levantó el cuchillo y, cuando la punta me tocó el pecho, desperté bañado en sudor. No grité ni hice ningún ruido. Me senté en la cama. Mi hermano seguía dormido. Pasados unos segundos, me tumbé y cerré los ojos como si nada.

    Mi interés por los ovnis hizo que supiera casi inmediatamente lo que había pasado. Había tenido una alucinación hipnagógica, un tipo de pesadilla que puede darse en la transición de la vigilia al sueño. Estás paralizado. Crees estar despierto, pero no es así, y lo que ves, oyes y hasta tocas es tan real que puede ser aterrador. Pocos meses antes había leído sobre la parálisis del sueño y las visiones hipnagógicas e hipnopómpicas –las que ocurren entre el sueño y la vigilia– en la revista de una organización ufológica estadounidense.1 No conocía el fenómeno y me sorprendió. Me parecía una explicación plausible para algunas vivencias extrañas de las que había oído hablar. En los años siguientes, episodios como el que viví propiciaron el bum de los visitantes de dormitorio y de las abducciones. Personas que habían vivido experiencias como la mía acudían a ufólogos que las hipnotizaban y sacaban a la luz supuestos recuerdos reprimidos de encuentros con alienígenas, en realidad, memorias falsas implantadas por los pseudoterapeutas.

    «Es muy importante recordar que la materia prima para el estudio del fenómeno OVNI no son los propios OVNIs, sino los informes sobre OVNIs», dejó escrito Josef Allen Hynek (1910-1986). Y añadió: «Los informes son hechos por personas que a menudo se equivocan sobre lo que observan».2 Hynek estaba en lo cierto, pero aun así daba «validez subjetiva» a esas experiencias cuando los testigos pertenecían a determinados colectivos, eran respetados en su comunidad y no tenían motivos aparentes para mentir. En la ufología setentera en la que crecí, había individuos –pilotos, militares y agentes de la autoridad– cuyos testimonios se consideraban fiables. Eran los testigos de élite. Algunos ufólogos todavía hoy los creen infalibles. Luego estábamos el resto, incluido aquel joven universitario de Bilbao que vio algo extraño en su dormitorio y al que salvó del pánico una lectura sobre trastornos del sueño en una revista ufológica.

    El mito ovni se edificó en la segunda mitad del siglo XX sobre la presunción de que los testigos habían vivido lo que decían haber vivido. Con el testimonio en el centro del tablero, primero llegaron los platillos volantes, luego aterrizaron y al final sus tripulantes secuestraron a humanos. Eran historias increíbles narradas muchas veces por personas dignas de todo crédito, se destacaba. Muchos ufólogos han pasado por alto que nuestros sentidos son muy limitados, que lo que vemos y escuchamos lo interpretamos a veces según nuestro bagaje cultural, sesgos y creencias, y que nuestros recuerdos son constantemente recreados y proclives a resultar contaminados por aportaciones de otros, incluido el interrogador que busca historias que corroboren aquello en lo que cree. Por no hablar de que los humanos mentimos, nos inventamos cosas, alucinamos y sufrimos enfermedades que nos confunden. Además, no existen los testigos de élite; todos somos poco fiables. Sin embargo, en la ufología no se duda del testigo excepto en casos extremos y así pasaron a la historia casos como el de Kenneth Arnold, que vio el 24 de junio de 1947 una escuadrilla de nueve objetos que la prensa bautizó como platillos volantes, y el secuestro de Betty y Barney Hill, que estableció el patrón de las abducciones.

    Robert Sheaffer nos cuenta en este libro lo que hay detrás de sucesos como esos dos, extraordinarios para cualquiera que se asome a la literatura ufológica clásica, y echa también una mirada a las derivas más delirantes de la ufología, sin olvidarse de unos ovnis estrellados y conspiraciones gubernamentales que están ahí desde siempre. El caso de Roswell ocurrió en julio de 1947, días después del avistamiento de Arnold, y permaneció en el olvido durante más de tres décadas hasta que la ufología sensacionalista encontró en él un filón. La conspiración está presente ya en 1950 en The flying saucers are real, el libro en el que Donald Keyhoe formula los principios básicos del credo ovni, que los platillos volantes vienen de otros mundos, que vigilan la Tierra desde hace siglos y que el Gobierno de Estados Unidos lo sabe y lo oculta a la población.

    Miembro del Comité para la Investigación Escéptica (CSI) –antes, Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP)–, entre 1977 y 2017 Sheaffer mantuvo en la revista Skeptical Inquirer una sección, «Psychic vibrations», en la que comentaba críticamente la actualidad paranormal. Siempre ha sentido una especial inclinación por el fenómeno ovni y fruto de ese interés son sus libros Veredicto OVNI y UFO sightings, del que este es una especie de actualización.3 El autor de Casi ovnis es uno de los más reputados analistas de la casuística y conoce muy bien la comunidad ufológica, como comprobará el lector. El resultado de su trabajo puede decepcionar a quien busca en el fenómeno ovni pruebas de encuentros con extraterrestres, pero para mí es esclarecedor. Sabemos desde hace mucho que los casos que, después de un análisis riguroso, no se pueden explicar suponen menos del 5 % de los denunciados. Son los sucesos sobre los que no hay suficientes datos o que han sido tergiversados por una mala investigación inicial. Y aquí entra en juego el segundo factor humano de la incógnita ovni: el ufólogo. 

    Sin el ufólogo, lo inexplicado muchas veces no existiría. Es él quien interpreta como algo extraño esa luz en el cielo que puede ser Venus, la Luna, un globo o un avión. Es él quien concluye que ha habido una abducción cuando le cuentan una visión del estilo de la mía de hace cuarenta años. Es él quien, medio siglo después de que ocurrieron unos hechos, da con testigos hasta entonces desconocidos y confía ciegamente en sus recuerdos. Es él quien se ha hecho un nombre gracias a historias increíbles y las necesita para seguir publicando libros y saliendo en los medios de comunicación. Es él quien afirma que tiene pruebas de que en el fenómeno ovni hay algo misterioso, algo que se escapa a la ciencia. Pruebas que nunca presenta.

    La pregunta que flota sobre los ovnis, los testigos y los ufólogos de estas páginas es la que se hace cualquiera al acercarse a un fenómeno extraordinario: ¿dónde están las pruebas que respaldan los testimonios? El testimonio de una persona –la mayoría de los casos de ovnis tiene un único testigo– carece de valor probatorio. En mitad de la noche, en un piso lleno de gente, con mi hermano dormido al lado, una entidad se acercó a mí con un cuchillo en la mano. ¿Qué demuestra eso? Mi corta experiencia juvenil como ufólogo me demostró que una adolescente puede contar en casa una historia de marcianos para justificar que anoche llegó tarde y que hay gente que cree que un nave espacial de grandes dimensiones puede permanecer suspendida sobre una gran ciudad y solo la vea una familia.

    Los dominios de la ufología son los de la fe. La del ufólogo, la del testigo y la de la sociedad en la que viven. El mito de las visitas extraterrestres nació en Estados Unidos a mediados del siglo pasado en un terreno abonado con los descubrimientos astronómicos, el espiritismo, la ciencia ficción, la Guerra Fría y los medios de comunicación. El estudio de los ovnis no es una ventana a otros mundos, sino a nuestro interior, a los anhelos, sueños y miedos del ser humano. Los ufonautas –como llamábamos antes a los tripulantes de los ovnis– se comportan como nosotros porque los alienígenas somos nosotros. El ser humano es el centro del fenómeno ovni y, como pasa con otros mitos, su estudio hace que nos conozcamos mejor.

    Prólogo de Luis Alfonso Gámez para el libro Casi ovnis, de Robert Sheaffer.

    Sheaffer, Robert [2016]: Casi ovnis. Historias de objetos voladores identificados [Bad UFOs. Critical thinking about UFO claims]. Prologado por Luis Alfonso Gámez. Traducción de Luis R. González Manso y Diego Zúñiga. Coliseo Sentosa. Santiago de Chile 2025. 310 páginas. 

    Nota publicada en Magonia el 3 de septiembre de 2025.

  • ‘Argentina X’: la verdad está ahí dentro
    Agostinelli viajó en 2018 a Traslasierra para intentar reconstruir el presunto caso de catalepsia ocurrido en 2004 en el cementerio de San Pedro. Foto: Alejandro Agostinelli.
    Agostinelli viajó en 2018 a Traslasierra para intentar reconstruir el presunto caso de catalepsia ocurrido en 2004 en el cementerio de San Pedro. Foto: Alejandro Agostinelli.

    «Detrás de cada dato insólito, de cada testimonio improbable, siempre late la posibilidad de un hallazgo», dice Alejandro Agostinelli en Argentina X (Agostinelli 2025, 21). Esa idea llevó en 1966 el físico Edward U. Condon (1902-1974) a dirigir el primer estudio científico sobre el fenómeno ovni. Físico nuclear y pionero de la mecánica cuántica, consideraba muy improbable que detrás de los ovnis se escondieran extraterrestres,  pero ¿y si los había? «Si existe una posibilidad, una remota posibilidad de que haya algo ahí, quiero ser el que lo descubra», comentó a un colega (Klass 1986). Así que, por encargo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, dirigió en la Universidad de Colorado una revisión de casos seleccionados del Proyecto Libro Azul entre 1966 y 1968, a la caza de la verdad.

    Con ese ánimo se lanzó Agostinelli a recorrer la Argentina mágica, un país poblado por espectros, endemoniadas, alienígenas e iluminados. El resultado, Argentina X, no es una guía paranormal al uso. Esperar algo así del veterano periodista porteño sería pedir peras al olmo. Es un estudioso de las mitologías contemporáneas y también un escéptico, aunque nunca se presente como tal, porque un periodista ha de ser escéptico si no quiere caer en la propaganda y el sensacionalismo. Y él no cae ni en lo uno ni en lo otro.

    Argentina X es el libro de viajes de «un cronista a la caza de fantasmas, alienígenas y demonios», como reza el subtítulo. «El impacto de estas historias –dice el autor– suele estar determinado por la etiqueta o el juicio más o menos apresurado de los medios. La posible explicación de un misterio rara vez juega un papel decisivo en la aceptación popular. La mayoría elige creer» (Agostinelli 2025, 16). A las crónicas, se suman sendos perfiles de J. Posadas, Alejandro Vignati y Fabio Zerpa, personajes sin los que no puede entenderse la Argentina misteriosa. Consciente de que las explicaciones racionales no convencen a una mayoría que ansía creer, de que a veces «el veredicto concluyente puede no aparecer» y también de que eso no debe impedir al estudioso serio exponer el resultado de sus pesquisas, después de presentar las pruebas que consigue reunir, Agostinelli deja que el lector dicte sentencia en cada caso.

    'Argentina X', de Alejandro Agostinelli.
    ‘Argentina X’, de Alejandro Agostinelli.

    No se asuste. El autor está en las antípodas de los trileros del misterio que exponen una evidencia adulterada y piden al público que se pronuncie sobre ella «con libertad», cuando carece de esa libertad porque las pruebas han sido trucadas para engordar un enigma casi siempre inexistente. Agostinelli no hace eso. Cuenta todo, incluidos los reveses a la hora de dar con los testigos, sus negativas a hablar de algo que supuestamente les pasó hace años, las opiniones de vecinos que vivieron los hechos y de periodistas que los narraron… Esos mimbres, que no llegan a veces a formar cestos, apuntan a explicaciones que nada tienen que ver con posesiones demoniacas, aterrizajes de naves de otros mundos y maldiciones, pero que no por ello resultan menos interesantes e ilustrativas de la naturaleza humana.

    Agostinelli establece en sus crónicas la frontera entre el periodismo y el mal llamado periodismo del misterio. El periodismo busca la verdad, la realidad detrás de los testimonios y los hechos. Las crónicas de Argentina X captan con la mayor fidelidad posible una realidad que otros deforman sistemáticamente desde el periodismo del misterio, tiene como objetivo explotar lo inexplicable. Para ello, no duda en inventar y alterar testimonios y situaciones, además de ocultar datos y hechos que muchas veces explicarían los sucesos aparentemente extraños. Los misteriodistas -como acertadamente los llama Mauricio-José Schwarz– embellecen y dramatizan testimonios; sitúan los hechos en parajes aislados y misteriosos, aunque hayan tenido lugar en centros urbanos; convierten una luz en el cielo en una nave con ventanillas en las que se adivinan siluetas humanas; presentan a niños bromistas como pequeños asustadizos; omiten los problemas de testigos con el alcohol…

    De cada viaje con Agostinelli detrás del misterio, volvemos con una versión actualizada y distinta de la historia que le animó a echarse a la carretera. Las vivencias extrañas de los protagonistas -los niños que presenciaron el aterrizaje de un ovni en Saladillo, los adultos que vieron llorar a una imagen de san Expedito, las endemoniadas de Salavina…- se transmutan en algo mundano, nada X, aunque no por eso menos atrayente. Con el periodista argentino viajamos del misterio ficticio al real, ese ser humano que necesita creer, punto débil que explotan los inventores de dioses y de enigmas.

    Condon y su equipo concluyeron en 1968 que, en más de dos décadas, el estudio de los ovnis no había añadido nada al conocimiento científico y que, desde ese punto de vista, no merecía la pena que la Fuerza Aérea siguiera malgastando dinero público en investigar la casuística (Condon 1968). Nada ha cambiado desde entonces en la ufología ni en las otras áreas de lo paranormal, pero las crónicas de experiencias aparentemente sobrenaturales siguen enganchando y, cuando se escriben desde la honestidad y el rigor periodístico, como hace Agostinelli en Argentina X, su lectura merece la pena.

    Referencias

    Agostinelli, Alejandro [2025]: Argentina X. Un cronista a la caza de fantasmas, alienígenas y demonios. Fondo de Cultura Económica (Colección «Popular», núm. 1.004). Buenos Aires. 233 páginas.

    Condon, Edward U. (Ed.) [1968]: Final report of the study of unidentified flying objects. Prologado por Walter Sullivan. E. P. Dutton y Colorado Associated University Press. Boulder. xxiv + 967 páginas.

    Klass, Philip J. [1986]: «The Condon UFO study: a trick or a conspiracy?». The Skeptical Inquirer (Búfalo). Vol. 10, núm. 4 (verano). 328-341.

    Reseña publicada en Magonia el 28 de agosto de 2025.

  • Los hombres murciélago de la Luna
    Los hombres murciélago de la Luna, de caza. Litografía de Leopoldo Galluzzo para el libro que en Italia reunió en 1836 los artículos de Richard Adams Locke. Imagen: Bibliotecas del Instituto Smithsoniano.
    Los hombres murciélago de la Luna, de caza. Litografía de Leopoldo Galluzzo para el libro que en Italia reunió en 1836 los artículos de Richard Adams Locke. Imagen: Bibliotecas del Instituto Smithsoniano.

    El descubrimiento de vida en la Luna convirtió en 1835 a un periódico popular neoyorquino en el más vendido del mundo. «Fue un engaño de primera categoría. Engañó a más personas durante más tiempo que ninguna otra historia falsa jamás escrita», dice el periodista Frank M. O’Brien en su libro The story of The Sun (1918). Edgar Allan Poe lo considera «el engaño más brillante», y el editor de prensa Ralph Pulitzer, «la primera noticia falsa». Hace 190 años, el gran engaño de la Luna demostró el poder de los recién nacidos medios de comunicación de masas.

    Comienzo del reportaje publicado en el diario El Correo el 23 de agosto de 2025.

    Sigue en «Los hombres murciélago de la Luna».

  • El espía que miraba fijamente a las cabras
    Luis Elizondo en San Marino, donde participó en un congreso ovni en 2021. Foto: Max Moszkowicz.
    Luis Elizondo en San Marino, donde participó en un congreso ovni en 2021. Foto: Max Moszkowicz.

    Alardea de que le han llamado el zar estadounidense de la tortura por su «trabajo en Guantánamo» (Elizondo 2024, 175), de haber sido espía psíquico y de haber derribado el muro de secretismo alrededor de la amenaza extraterrestre. Un desconocido hace diez años, el exagente de inteligencia estadounidense Luis Elizondo es hoy una celebridad ufológica. Saltó a la fama el 16 de diciembre de 2017, cuando The New York Times sacó a la luz un supuesto programa secreto de investigación ovni del Pentágono (Cooper et al. 2017). Desde entonces, se presenta como exdirector de esa iniciativa y como tal firma Inminente (2024), un trabajo revelador, pero no en el sentido que él pretende.

    Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el 25 de julio de 2025.

    Sigue en «El espía que miraba fijamente a las cabras».

  • «Bulos y salud», en la Biblioteca Foral de Bizkaia en octubre
    Cartel del ciclo de charlas 'Bulos y salud', organizado por el Círculo Escéptico para la Biblioteca Foral de Bizkaia.
    Cartel del ciclo de charlas ‘Bulos y salud’, organizado por el Círculo Escéptico para la Biblioteca Foral de Bizkaia.

    La Biblioteca Foral de Bizkaia acogerá en octubre el ciclo de conferencias Bulos y salud, organizado por el Círculo Escéptico y programado por Jon Álvarez, Koldo Callado, César Higuero,  Guillermo Quindós y yo. Las charlas, que están patrocinadas por la biblioteca y forman parte de su programación cultural, se celebrarán en la sala de prensa de la institución (calle Diputación, 7; 48008 Bilbao) en cuatro martes a partir de las 18.30 horas y podrán seguirse por streaming aquí. La entrada será libre hasta completar aforo.

    La neurobióloga Leyre Urigüen, los médicos Vicente Baos y Guillermo Ruiz Irastorza, y el farmacéutico Igor Horrillo serán los protagonistas de este programa, el séptimo organizado por el Círculo Escéptico para la institución foral, tras  Alternativas a la medicina: entre la fe y el fraude (2019), Extraterrestres (2020), Historia fantástica (2021), Seres fantásticos (2022), ¿Apocalipsis? (2023) y Mentiras (2024). Las charlas de ediciones anteriores pueden verse en el canal de YouTube del Círculo Escéptico.

    El programa del ciclo Bulos y salud  es el siguiente:

    – Martes, 7 de octubre: «Terapias milagrosas: pseudociencia que no cura y a veces mata», por Leyre Urigüen, doctora en Neurobiologia e investigadora doctora permanente en el Departamento de Farmacología de la Universidad del País Vasco.

    – Martes, 14 de octubre: «Enfermedades autoinmunes: del dicho al hecho», por Guillermo Ruiz Irastorza, jefe de sección de la Unidad de Enfermedades Autoinmunes del Hospital de Cruces y profesor titular de Medicina de la Universidad del País Vasco.

     Martes, 21 de octubre: «Elikadura-osagarrien eta sendabelarren inguruko egiak eta gezurrak» (Verdades y mentiras sobre los suplementos dietéticos y las plantas medicinales), por Igor Horrillo, doctor en Farmacia y profesor de la Universidad del País Vasco.

    Nota publicada en Magonia el 18 de julio de 2025.

  • La mentira está ahí fuera

    «La mentira no les pasa factura», me decía hace unos días un colega. Se refería a los divulgadores de lo paranormal. Los dos seguimos sus andanzas desde hace décadas y hemos comprobado que los embustes les salen rentables. «No es que la gente no recuerde que Iker Jiménez se inventó casos como los del cosmonauta fantasma y el caminante de Boisaca, sino que encima le han dado premios de periodismo», añadía mi amigo un tanto desconsolado. Comparto su desazón.

    Las trapacerías de los más populares vendedores de misterios españoles se cuentan por cientos desde tiempos del psiquiatra Fernando Jiménez del Oso (1941-2005), un pionero en lo de dar gato por liebre psíquica. Pasar revista a todas requeriría de una enciclopedia de varios volúmenes en la que los dos citados y otros expertos estarían acompañados por representantes de la más genuina picaresca ibérica como el parapsicólogo Germán de Argumosa, al que deben su fama inicial las caras de Bélmez, y el ufólogo, parapsicólogo y echador de cartas Prudencio Muguruza, inventor de la leyenda del pueblo maldito de Ochate.

    No creo que una obra así vea la luz y, además, me temo que de hacerlo pasaría desapercibida. Casi todos los grandes medios y grupos editoriales tienen cadáveres paranormales en los armarios y ninguno va a ventilarlos. Algunos muertos llevan ahí desde los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando, por ejemplo, Jiménez del Oso contó a los espectadores de TVE que Estados Unidos y la Unión Soviética estaban trasladando a una élite a Marte para garantizar la supervivencia de la humanidad ante un inminente fin del mundo. El psiquiatra de lo paranormal tenía una presencia imponente -con sus ojeras, su profunda voz y el humo del cigarrillo a su alrededor- y era un buen comunicador, pero no por eso lo que decía era menos falso. Añorar la seriedad de Jiménez del Oso es como añorar la libertad y el bienestar de la España de principios de los años 80.

    Txumari Alfaro firma libros el día de Sant Jordi de 2009. Foto: Dovidena del Campo.
    Txumari Alfaro firma libros el día de Sant Jordi de 2009. Foto: Dovidena del Campo.

    Recuerden también al curandero Txumari Alfaro. Desde 1996, promocionó durante más de dos décadas sus remedios mágicos en programas de televisión y radio, revistas y periódicos. Los escépticos advertimos desde el primer día de la irresponsabilidad de dar altavoces a un personaje que recomendaba al público guarradas como beber la orina. No sirvió de nada. Los medios de comunicación hicieron sistemáticamente oídos sordos a nuestras quejas. Hasta que en enero de 2018 se hizo viral un vídeo en el que Alfaro recomendaba, a enfermas de cáncer de mama, que lo mejor para superar ese mal es renunciar a cualquier tratamiento y decía que los niños que sufren cáncer lo padecen porque no fueron deseados. Entonces, de la  noche a la mañana, el terapeuta alternativo pasó a ser un peligroso charlatán digno de repudio.

    Ahora también reniegan de Iker Jiménez muchos de los que antes lo jaleaban o lo veían como un pillo inofensivo, un Tristanbraker o Carlos Jesús con aires de grandeza. No lo rechazan porque hayan salido a la luz trapacerías como la de mandar a un colaborador a grabar voces fantasmales a un campo de exterminio nazi, como hizo en 2010. Tampoco porque haya ensalzado a un expoliador de yacimientos arqueológicos, como hizo en 2015, o porque haya retocado burdamente unas fotos para que un muerto en la Guerra Civil se parezca a una de las caras de Bélmez, como en su libro Tumbas sin nombre (2003). El director de Cuarto milenio ha caído en desgracia por su coqueteo con la ultraderecha y por haber difundido el bulo de que, como consecuencia de la DANA que arrasó Valencia el 29 de octubre, en el aparcamiento de un centro comercial había «muchos cuerpos, muchos cuerpos», y se ocultaba a la población. Vale, es una trola muy gorda en un momento muy delicado, pero ¿qué se esperan de quien ha hecho fama y fortuna con apariciones fantasmales, abducciones y posesiones demoniacas? Bastante hizo con no descubrir espectros ululantes entre los restos de la riada.

    Este año cumple treinta la película de la autopsia del marciano de Roswell, una filmación en blanco y negro que causó sensación en 1995. Documentaba la supuesta autopsia a un tripulante del platillo volante estrellado en Nuevo México en 1947 por personal militar estadounidense. Pero estaba grabada solo con una cámara, en blanco y negro, sin recrearse en detalles y ocultando las caras de los presuntos médicos forenses, algo impropio de un acontecimiento histórico. Científicos, expertos en efectos especiales y escépticos coincidimos desde el principio en que era un montaje y el alienígena, un muñeco. El ufólogo Javier Sierra defendió durante meses la autenticidad de la grabación en la revista Año Cero, dirigida por Enrique de Vicente, con titulares como «¡Estaban vivos!» -«los extraterrestres capturados por Estados Unidos»– y «¡Jaque a la ciencia!». El marciano era un muñeco

    Javier Sierra defendió en 1995 en la revista 'Año Cero' la autenticidad de la película de la autopsia, que, según él, suponía un reto para los científicos.
    Javier Sierra defendió en 1995 en la revista ‘Año Cero’ la autenticidad de la película de la autopsia, que, según él, suponía un reto para los científicos.

    Años después, los autores de la broma contaron con pelos y señales cómo la urdieron. Entonces Sierra -que tiene la habilidad de decir lo que quiere oír su público sin decirlo expresamente- quedó definitivamente en evidencia, como cuando sostiene que «los templarios conocían América antes de Colón» y cuando en 1996 visitó el País Vasco a la caza del chupacabras para descartar que unas muertes de ganado tuvieran ese origen, pero apuntar a «actividades humanas que se desarrollan al margen de la ley y de la ciencia».1 Su colega Bruno Cardeñosa, para quien ningún avión se estrelló contra el Pentágono el 11-S, sostuvo en 1996 que ovejas muertas en Euskadi habían sido víctimas del chupacabras. Para el actual director de La Rosa de los Vientos (Onda Cero), el informe de la Ertzaintza que atribuía los ataques a lobos o perros asilvestrados estaba «plagado de errores» y en algunos puntos faltaba a la verdad.2 

    Todavía estamos esperando a que Juan José Benítez –maestro de Bruno Cardeñosa, Josep Guijarro, Iker Jiménez y Javier Sierra– reconozca que en 2004 presentó, en la serie Planeta encantado (TVE), un montaje de animación como una filmación de astronautas explorando ruinas extraterrestres en la Luna. Benítez es el plusmarquista nacional de los bulos paranormales, sobre todo porque lleva cincuenta años en el ajo. Empezó persiguiendo platillos volantes para La Gaceta del Norte en los años 70, cuando presentó como reales los contactos de un grupo de peruanos con extraterrestres y encontró pruebas de que una humanidad convivió con los dinosaurios. Después, descubrió que Jesús visitó Roma y presenció los juegos en el Coliseo -cuando el Jesús bíblico murió todavía no se había construido ese edificio, pero eso a quién le importa-, que seres de Orión levantaron las pirámides de Egipto y que el arca de la alianza era un arma de destrucción masiva, entre otras cosas. Y, en los últimos años, ha soltado perlas como que la pandemia del coronavirus fue un ensayo general para la llegada de un meteorito enorme que provocará 1.200 millones de muertos en 2027, que «la Biblia es el mejor libro de ovnis del mundo» y que «el ébola lo han lanzado militares norteamericanos sobre África», respecto a la epidemia de 2014.

    De la misma opinión es Enrique de Vicente, el conspiranoico de cabecera de Iker Jiménez. Según este veterano del negocio del misterio, Bill Gates, George Soros y el Ejército de EE UU estuvieron detrás de la epidemia de ébola en África occidental de 2014. Entre las incontables tonterías que jalonan su historial, De Vicente aseguraba en 2010 que dos círculos del cereal aparecidos en Reino Unido contenían en clave una cuenta atrás para la apertura de puertas dimensionales antes de 2012, un año después achacó el accidente de tren de Angrois (La Coruña) a un «incremento de la radiación cósmica» y sostiene que sobre el 11-S «no se ha dicho la verdad» y se dinamitó uno de los edificios. El experto cuartomilenario vaticinó en 2013 que Francisco iba a ser el último papa, algo que nadie le ha recordado tras la entronización de León XIV.

    La mentira está ahí fuera, es rentable económicamente, reputacionalmente sale gratis y hasta supone un plus en el mundo del misterio, donde los mejores investigadores no son los que resuelven casos, sino los que cuentan los sucesos más increíbles. Además, nadie se acuerda de las trolas, ni siquiera los periodistas que a veces entrevistan a alguno de los citados cuando publica un libro. Y ese es otro asunto del que casi nadie habla: en España existe una poderosa industria editorial que ha hecho de la mentira un gran negocio. Así que tengan cuidado ahí fuera, como aconsejaba el sargento Phil Esterhaus a sus hombres en la serie Canción triste de Hill Street.

    Nota publicada en Magonia el 21 de junio de 2025.

  • El holocausto nuclear marciano de ‘La Razón’
    Josep Guijarro, durante una grabación para TV3 en 2011. Foto: Mulder1205.
    Josep Guijarro, durante una grabación para TV3 en 2011. Foto: Mulder1205.

    «La ciencia lo confirma: Marte fue arrasado por una guerra nuclear», sentencia el diario madrileño La Razón. La noticia la firma Josep Guijarro (Tarrasa, 1977), periodista con una larga trayectoria en eso que se ha dado en llamar el mundo del misterio. Ufólogo antes que nada, fue redactor-jefe de la revista Más Allá y el último director de Karma.7. Desde hace años, colabora en La Rosa de los Vientos de Onda Cero, que dirige su amigo y también misteriodista -como acertadamente llama Mauricio-José Schwarz a estos personajes- Bruno Cardeñosa, capaz de ver un fantasma en una figura de cartón en la película Tres hombres y un bebé (1987), investigar casos del chupacabras en el País Vasco en 1996, defender que el 11-S no se estrelló contra el Pentágono un avión, sino un misil en un autoatentado y tragarse el falso experimento telepático del Nautilus, entre otras perlas. 

    Guijarro, para quien la teoría de la evolución es un invento masónico, tiene una sección en La Razón que casi nunca defrauda. Gracias a la apuesta del diario de Grupo Planeta por el periodismo de vanguardia del ufólogo catalán, nos hemos enterado de que en 1993 veintitrés soldados rusos fueron convertidos en piedra por una tecnología extraterrestre, de que tres volcanes submarinos de Canarias han reavivado el misterio de la Atlántida y de que los encuentros cercanos con ovnis conllevan un riesgo para la salud. Todas estas historias tienen tanto fundamento como la de la guerra nuclear marciana, que, para colmo, no es nueva.

    El promotor del holocausto nuclear en Marte es John Brandenburg, físico del plasma estadounidense para quien en la región de Cydonia hay restos de una esfinge y pirámides como las de la meseta de Guiza (Egipto). Esas estructuras fueron fotografiadas en 1976 por el orbitador de la Viking 1, pero la Mars Global Surveyor en 1998 y la Mars Reconnaissance Orbiter en 2007 demostraron que se trataba de ilusiones ópticas. Brandenburg rechaza esa explicación. Y Guijarro apostilla que «análisis de imágenes de misiones como Mars Odyssey, Mars Reconnaissance Orbiter y Mars Express han revelado posibles vestigios de objetos erosionados que, en opinión de Brandenburg, podrían ser restos de una civilización antigua». ¿Pruebas? Las de siempre, ninguna.

    En 2011 el físico estadounidense propuso, en dos pósteres en la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria, que las concentraciones de elementos radiactivos en dos regiones del planeta rojo apuntaban a la posible existencia de un reactor nuclear natural. Tres años después, fue más allá y concluyó en The Journal of Cosmology -un sitio de internet que da crédito a ideas pseudocientíficas- que «la civilización [que construyó las pirámides y la esfinge] parece haber sido primitiva e indígena de Marte. Considerando todo en conjunto, la evidencia sugiere que Marte fue el lugar de una masacre nuclear planetaria».1 «Es posible -añadía Brandenburg- que la paradoja de Fermi signifique que nuestro vecindario interestelar contenga fuerzas hostiles hacia civilizaciones jóvenes y ruidosas como la nuestra. Esas fuerzas hostiles podrían ir desde entidades tan ajenas como una inteligencia artificial con rencor a la vida orgánica, como en la película Terminator, hasta cosas tristemente familiares para nosotros, como un burócrata humanoide sin conciencia, al estilo del gobernador Tarkin en Star wars, ansioso por destruir el planeta Alderann (sic) como advertencia para otros mundos».

    Portada del número 305-306 de la revista 'Karma 7'.
    Portada del número 305-306 de la revista ‘Karma 7’.

    Los científicos planetarios descartan la idea de la guerra nuclear marciana porque la distribución de elementos radiactivos puede explicarse por causas naturales, extremo al que Guijarro, obviamente, da la mínima importancia, quizá porque aspira a reclamar la copaternidad de la excéntrica teoría resucitada ahora por un podcast. En 1999, el ufólogo catalán defendió en la revista Karma.7 que, hace muchos, muchos años, el sistema solar fue escenario de una auténtica guerra de las galaxias. Ocurrió «hace miles de años y provocó -según un creciente número de investigadores- que una raza extraterrestre se estableciera en la Tierra, educara a los primitivos humanos y erigiera espectaculares monumentos», escribió Guijarro en el verano de 1999.2 Obvia decir que el «creciente número de investigadores» era un grupo de autores pseudocientíficos del estilo de Erich von Däniken, quien le puso en la pista del conflicto estelar, y las pruebas estaban en las obras de William Scott Elliot, teósofo y autor del libro The story of Atlantis (1896), el ufólogo Antonio Ribera y los astroarqueólogos -individuos que ven pruebas de visitas alienígenas en cualquier objeto antiguo que no entienden- Peter Kolosimo, Peter Krassa, Andres Faber-Kaiser y Alan F. Alford, autor del libro Los dioses del nuevo milenio (1996), en el que parecía estar basado en gran medida el texto.3

    Publicando tonterías como la del holocausto nuclear marciano de Josep Guijarro, La Razón pone su credibilidad a la altura de Karma 7, Más Allá y Cuarto milenio.

    Nota publicada en Magonia el 14 de junio de 2025.

  • San Malaquías, Francisco y el último papa
    Vidriera de san Malaquías en la catedral de la Inmaculada Concepción de Sligo (Irlanda). A la derecha, el papa Francisco el año pasado. Fotos: Andreas F. Borchert / Unión Europea.
    Vidriera de san Malaquías en la catedral de la Inmaculada Concepción de Sligo (Irlanda). A la derecha, el papa Francisco el año pasado. Fotos: Andreas F. Borchert / Unión Europea.

    Ha muerto el papa. El último, según la profecía de san Malaquías, en la que Francisco es Pedro el Romano y su fallecimiento marca el principio del fin del mundo. Eso, claro, si se cumple lo anunciado en el comentario final de la profecía: «En la última persecución de la Santa Iglesia de Roma, reinará Pedro el Romano, quien apacentará las ovejas padeciendo muchas tribulaciones, después de lo cual la ciudad de las siete colinas será destruida, y el juez terrible juzgará a su pueblo». Así que solo queda esperar la próxima destrucción de Roma, la ciudad de las siete colinas, y el Juicio Final. ¿O no?

    Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el 24 de abril de 2025.

    Sigue en «San Malaquías, Francisco y el último papa».