El holocausto nuclear marciano de ‘La Razón’

Josep Guijarro, durante una grabación para TV3 en 2011. Foto: Mulder1205.
Josep Guijarro, durante una grabación para TV3 en 2011. Foto: Mulder1205.

«La ciencia lo confirma: Marte fue arrasado por una guerra nuclear», sentencia el diario madrileño La Razón. La noticia la firma Josep Guijarro (Tarrasa, 1977), periodista con una larga trayectoria en eso que se ha dado en llamar el mundo del misterio. Ufólogo antes que nada, fue redactor-jefe de la revista Más Allá y el último director de Karma.7. Desde hace años, colabora en La Rosa de los Vientos de Onda Cero, que dirige su amigo y también misteriodista -como acertadamente llama Mauricio-José Schwarz a estos personajes- Bruno Cardeñosa, capaz de ver un fantasma en una figura de cartón en la película Tres hombres y un bebé (1987), investigar casos del chupacabras en el País Vasco en 1996, defender que el 11-S no se estrelló contra el Pentágono un avión, sino un misil en un autoatentado y tragarse el falso experimento telepático del Nautilus, entre otras perlas. 

Guijarro, para quien la teoría de la evolución es un invento masónico, tiene una sección en La Razón que casi nunca defrauda. Gracias a la apuesta del diario de Grupo Planeta por el periodismo de vanguardia del ufólogo catalán, nos hemos enterado de que en 1993 veintitrés soldados rusos fueron convertidos en piedra por una tecnología extraterrestre, de que tres volcanes submarinos de Canarias han reavivado el misterio de la Atlántida y de que los encuentros cercanos con ovnis conllevan un riesgo para la salud. Todas estas historias tienen tanto fundamento como la de la guerra nuclear marciana, que, para colmo, no es nueva.

El promotor del holocausto nuclear en Marte es John Brandenburg, físico del plasma estadounidense para quien en la región de Cydonia hay restos de una esfinge y pirámides como las de la meseta de Guiza (Egipto). Esas estructuras fueron fotografiadas en 1976 por el orbitador de la Viking 1, pero la Mars Global Surveyor en 1998 y la Mars Reconnaissance Orbiter en 2007 demostraron que se trataba de ilusiones ópticas. Brandenburg rechaza esa explicación. Y Guijarro apostilla que «análisis de imágenes de misiones como Mars Odyssey, Mars Reconnaissance Orbiter y Mars Express han revelado posibles vestigios de objetos erosionados que, en opinión de Brandenburg, podrían ser restos de una civilización antigua». ¿Pruebas? Las de siempre, ninguna.

En 2011 el físico estadounidense propuso, en dos pósteres en la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria, que las concentraciones de elementos radiactivos en dos regiones del planeta rojo apuntaban a la posible existencia de un reactor nuclear natural. Tres años después, fue más allá y concluyó en The Journal of Cosmology -un sitio de internet que da crédito a ideas pseudocientíficas- que «la civilización [que construyó las pirámides y la esfinge] parece haber sido primitiva e indígena de Marte. Considerando todo en conjunto, la evidencia sugiere que Marte fue el lugar de una masacre nuclear planetaria».1 «Es posible -añadía Brandenburg- que la paradoja de Fermi signifique que nuestro vecindario interestelar contenga fuerzas hostiles hacia civilizaciones jóvenes y ruidosas como la nuestra. Esas fuerzas hostiles podrían ir desde entidades tan ajenas como una inteligencia artificial con rencor a la vida orgánica, como en la película Terminator, hasta cosas tristemente familiares para nosotros, como un burócrata humanoide sin conciencia, al estilo del gobernador Tarkin en Star wars, ansioso por destruir el planeta Alderann (sic) como advertencia para otros mundos».

Portada del número 305-306 de la revista 'Karma 7'.
Portada del número 305-306 de la revista ‘Karma 7’.

Los científicos planetarios descartan la idea de la guerra nuclear marciana porque la distribución de elementos radiactivos puede explicarse por causas naturales, extremo al que Guijarro, obviamente, da la mínima importancia, quizá porque aspira a reclamar la copaternidad de la excéntrica teoría resucitada ahora por un podcast. En 1999, el ufólogo catalán defendió en la revista Karma.7 que, hace muchos, muchos años, el sistema solar fue escenario de una auténtica guerra de las galaxias. Ocurrió «hace miles de años y provocó -según un creciente número de investigadores- que una raza extraterrestre se estableciera en la Tierra, educara a los primitivos humanos y erigiera espectaculares monumentos», escribió Guijarro en el verano de 1999.2 Obvia decir que el «creciente número de investigadores» era un grupo de autores pseudocientíficos del estilo de Erich von Däniken, quien le puso en la pista del conflicto estelar, y las pruebas estaban en las obras de William Scott Elliot, teósofo y autor del libro The story of Atlantis (1896), el ufólogo Antonio Ribera y los astroarqueólogos -individuos que ven pruebas de visitas alienígenas en cualquier objeto antiguo que no entienden- Peter Kolosimo, Peter Krassa, Andres Faber-Kaiser y Alan F. Alford, autor del libro Los dioses del nuevo milenio (1996), en el que parecía estar basado en gran medida el texto.3

Publicando tonterías como la del holocausto nuclear marciano de Josep Guijarro, La Razón pone su credibilidad a la altura de Karma 7, Más Allá y Cuarto milenio.

  1. Brandenburg, John E. [2014]: «Evidence of a massive thermonuclear explosion on Mars in the past, the Cydonian hypothesis, and Fermi’s paradox». Journal of Cosmology, vol. 24, núm 13 (20 de noviembre), págs. 12.229-12.280. ↩︎
  2. Guijarro, Josep [1999]: «El retorno de los dioses». Karma.7 (Barcelona), núm. 305-306 (julio-agosto), pág. 3. ↩︎
  3. Guijarro, Josep [1999]: «La verdadera guerra de las galaxias». Karma.7 (Barcelona), núm. 305-306 (julio-agosto), págs. 6-11. ↩︎