Antes que autor de ficción de éxito -su novela La cena secreta (2004) ha sido un bestseller mundial-, Javier Sierra se dedicó al periodismo paranormal y fue considerado el niño prodigio de la ufología española. Redactor de revistas como Año Cero y Más Allá, que llegó a dirigir y de la que en la actualidad es consejero editorial, escribió centenares de artículos sobre ovnis y presuntos enigmas. La ruta prohibida (Planeta, 2007), su último libro, se centra en misterios de la Historia que, según él, «llevan siglos aguardando a ser desvelados».
-En su obra, hace la siguiente la pregunta: «¿Acaso la Historia -con su inmerecida H mayúscula- se ha ocupado alguna vez de los pequeños indicios?». ¿De verdad cree que la Historia no se ha ocupado de ellos?
-Bueno, considero que no ha profundizado en ellos o no les ha dado la relevancia que tienen. La tesis del libro es que la Historia es incomprensible sin el factor ocultista, sobrenatural… Muchos grandes personajes actuaron cómo lo hicieron porque profesaban creencias de ese tipo. El reinado de Felipe IV, por ejemplo, sería absolutamente incomprensible sin tener en cuenta la influencia de su correspondencia con sor María Jesús de Ágreda.
-Que él creía que se comunicaba con el Más Allá.
-Exactamente. Y la utilizó de médium para comunicarse con su mujer fallecida y con el príncipe Baltasar Carlos. Todo el mundo ha recurrido a estas cosas para justificar ciertos actos, pero la Historia, sobre todo la que enseñan en las universidades, ha metido el factor creencias debajo de la alfombra, cuando es muy importantes para entender muchas cosas.
-Los historiadores no lo pasan por alto. Otra cosa es que esa monja fuera un personaje clave del reinado de Felipe IV.
-Hombre, no fue el conde-duque de Olivares. Pero, sin embargo, que el rey decida en un momento prescindir de los servicios del conde-duque se entiende, en buena medida, gracias a la correspondencia con sor María Jesús de Ágreda.
-Quizá sea sólo un factor más, ¿no?
-Para mí, importante.
-Pero, por volver al principio, hay muchos pequeños indicios que han cambiado nuestra visión de momentos históricos determinados.
-No existe una Historia verdadera, ni objetiva. La Historia depende mucho del enfoque que le des. Para los biógrafos de Napoleón, que pasara una noche en la Gran pirámide no tiene importancia. Para mí, sí. Pasa la noche en la Gran Pirámide el 12 de agosto de 1799, tres días antes de huir para eludir a Nelson, y se presenta ante los franceses como una especie de héroe, a pesar de haber perdido la guerra en Egipto.
-Es una anécdota.
-Creo que es más importante de lo que parece, por la influencia de los masones, lo que significaba pasar una noche en la Gran Pirámide… Para mí, las creencias son el motor de la Historia. No puedes entender lo que ocurre entre EE UU e Irak si no tienes en cuenta el sistema de creencias de George W. Bush.
-De acuerdo. Pero usted habla de una Historia que, a su juicio, los historiadores ocultan.
-No digo que oculten. Digo que hay una Historia que se ha minusvalorado, que se ha arrinconado por una cuestión de creencias. La Historia de Occidente se ha construido sobre la visión de la Iglesia.
-Ahora, no.
-No. Me refiero a la Historia anterior a la Revolución Francesa, cuando ocurren la mayoría de los hechos de los que hablo en el libro.
El Descubrimiento
-No he encontrado en su libro nada que obligue a los historiadores a cambiar una fecha.
-¿Por ejemplo?
-La del Descubrimiento de América, que usted dice que habría que anticipar.
-Lo que mantengo es que habría que cambiar ese dogma de que América no se conocía hasta 1492.
-¿Se refiere a los vikingos?
-No. De hecho, en el capítulo que dedico al mapa de Vinlandia, que algunos consideran la demostración de que los vikingos descubrieron América hacia el año 1000, porque aparece cartografiada una zona que parece corresponder con la bahía del Hudson, lo pongo en jaque. Al hacer el análisis espectrográfico de la tinta, da que no tiene más de…
-Unos ochenta años.
-¡Como mucho! El mapa de Vinlandia es un falso histórico.
-Entonces, ¿quienes conocían América antes de Colón?
-Yo hablo del siglo XIII. ¿Quiénes tenían flota en esa época? Los templarios. Y doy una serie de indicios: la piedra de Westford, en Massachusetts, que contiene un graffiti de un caballero con una espada…
-¿Decir que es un caballero con una espada…?
-Es lo que parece.
-Pero las cosas no son siempre lo que parecen.
-Obviamente, pero tampoco al contrario.
-¿Dónde están las pruebas de que los templarios llegaron a América?
-Hay indicios, sólo indicios. No se han encontrado los restos de un barco templario; pero sí indicios, como el ídolo de Carabuco, en Colombia. Es una escultura precolombina de un señor con barba, cuando los indios del antiplano son lampiños.
-¡A algunos les parece barba!
-Sí, vale. Pero no está fuera de contexto. En Tiahuanaco, tienes también el monumento Kontiki con barba.
-…
-Vale, con lo que parece barba, pero es mucha barba.
-Son indicios, mientras que pruebas de que el Descubrimiento ocurrió en 1492 las hay a patadas.
-Sí.
-Sin embargo, usted dice que Colón llegó a América siete años antes.
-Son indicios. Uno piezas sueltas e intento vislumbrar una explicación. Yo las explicaciones contundentes me las guardo para las novelas.
-Entonces, ¿qué base de realidad hay en las afirmaciones que hace en La ruta prohibida?
-Es que yo no pretendo imponer un dogma sobre otro.
-No estamos hablando de dogmas. La Historia no es un dogma.
-No pretendo imponer un escenario histórico sobre otro. Digo que, dentro de la Historia que nos han contado, hay una serie de indicios que no encajan, de piezas incómodas de las que no se habla.
El mapa de Piri reis
-¿Piezas incómodas? No creo que el mapa de Piri Reis lo sea.
-Es bastante incómodo. La cartografía de Los Andes en un mapa de 1513 es absolutamente impensable. Los Andes no se habían descubierto en 1513, y no se veían desde la costa.
-También incluye animales imaginarios.
-Hay que entender la mentalidad de la época. Piri Reis dibujó el mapa basándose en otras fuentes e intentó hacerlo lo más exacto y bello posible-porque se concibe como un regalo para el sultán de Egipto-, por lo que es lógico que lo embelleciera. Pero hay cosas que no se conocían todavía: están los Andes y las islas Maldivas, descubiertas en 1592. Aunque hasta eso puedo admitir que tenga una explicación convencional de un navegante perdido…
-Está el acierto por casualidad, lo mismo que en otras cosas, como los animales imaginarios, falla. Piri Reis pudo haber puesto ahí unos montes para cerrar el mapa por ese lado.
-De verdad, en este caso, no creo en la casualidad. Éste es un libro en el que no he partido de una visión preconcebida de los temas a los que me enfrento. Por ejemplo, cuando abordo el tema del hueso y el trozo de madera que Herbert Cole decía haber encontrado en la pirámide de Kefrén. Conseguí que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) los mandara a la Universidad de Arizona para que se dataran por carbono 14 y resulta que no pertenecen a la época de construcción de la pirámide. Y no pasa nada. Habló del manto de la Virgen de Guadalupe y me encuentro con que el profesor Garza Valdés, un creyente en la sábana santa, sostiene que es una pintura, y no una imagen milagrosa. A mí no me interesa mantener mitos clásicos del misterio por mantenerlos.
-En el caso de Cole…
-Perdona, volvamos al caso de Piri Reis. Ahí está lo que cuento de la inscripción de la lápida de Inocencio VIII, que dice: «Suya es la gloria del descubrimiento del nuevo mundo». Cuando este papa no fue el del Descubrimiento.
-Muere meses antes.
-Días antes de que Colón zarpara de Palos. Eso no me invento yo.
-No le estoy diciendo que se invente las cosas, sino que todo depende cómo se interpreten.
-Por supuesto. Esto son indicios. Yo soy un detective, malo o bueno, de los misterios de la Historia y llego a conclusiones que en ningún caso son dogmas.
-Los historiadores no tienen dogmas.
-Hay cierta historiografía, no la moderna, muy dogmática. Parte de lo que nos enseñaron a nosotros en el colegio se basa en esa historiografía.
-Volviendo a la lápida de Inocencio VIII. La interpreta como que América se descubrió antes de 1492, pero el monumento no se acabó hasta 1498. Así que caben otras dos posibilidades menos extraordinarias: que se le atribuyera falsamente ser el papa del Descubrimiento o que la frase se refiriera a los descubrimientos portugueses de su época.
-Yo las he explorado todas. Hay una explicación que estuvo a punto de convencerme si no existieran el mapa de Piri Reis, las leyendas de los hombre barbudos en América… Sin esas piezas, me hubiera quedado con otra explicación: que nadie quisiera reconocer a Alejandro VI, papa Borgia y muy odiado en Roma, los méritos del Descubrimiento y la propaganda vaticana posterior prefirió dárselos a Inocencio VIII.
-Es una posible explicación.
-Pero a mí no me convence.
-Más complicado es cambiar la fecha del Descubrimiento, ¿no?
-No, no… Lo que prueba el mapa de Piri Reis es que el autor tenía unos conocimientos de América basados en mapas anteriores al Descubrimiento.
-Bueno…
-Si ya no queremos validar el testimonio de Piri Reis como fuente histórica…
-El estudio más serio del mapa, el de Gregory McIntosh, publicado por la Universidad de Georgia, desestima todas esas afirmaciones.
-Lo hace por una razón admisible y es porque no se han encontrado esos mapas.
-Es una buena razón.
-Una excelente razón. Pero también sabemos que lo largo de la Historia se han perdido muchos documentos. Y, si hay un señor en 1513 que hace en un libro de navegación la descripción del Mediterráneo más completa de su tiempo y te dice en un mapa que ha consultado otros anteriores, no tengo por qué dudar.
-Pero también mete elementos míticos…
-Como decoración.
-Y dibuja cosas que no se parecen en nada a la realidad, como lo que algunos consideran el perfil de la Antártida.
-Yo no hablo del perfil de la Antártida.
-Lo sé. El mapa de Piri Reis tiene aciertos y errores. Si nos quedamos sólo con los aciertos…
-Decir que se ha basado en mapas anteriores es un indicio. Lo mío son indicios, no pruebas.
-Entonces, lo suyo son especulaciones.
-¡Como es la Historia en sí!
-La Historia se basa en datos.
-Se basa en textos como el mapa de Piri Reis.
-Pero hay que saber diferenciar entre ciertos, falsos y los que pueden contener verdades a medias.
-Por irnos fuera de lo que es el libro, cuando los Reyes Católicos y Colón se reparten el posible botín del Descubrimiento en las Capitulaciones de Santa Fe, ellos no hablan no hablan de presente botín, sino de «las tierras que hemos descubierto». Y las Capitulaciones son anteriores a la partida de Colón de Palos. Y es un documento como la copa de un pino, como lo es el Libro de profecías de Colón, el único texto de su puño y letra de cierta extensión que ha llegado hasta nosotros, que muestra un Colón completamente diferente del que nos han enseñado. Es un místico, un visionario, que lo que quiere es abrir rutas con nuevas tierras para capitalizarse y poder financiar una cruzada con la que reconquistar Tierra Santa. Cristóbal Colón se ve a sí mismo como un profeta, como el encargado por la Divina Providencia para conquistar Jerusalén. Y también es historia que el gran proyecto de Inocencio VIII era hacer una nueva cruzada. Ahí hay un punto de convergencia. Son dos indicios.
-Es una época en la que Occidente vive contra el turco.
-Todo el mundo pensaba en defenderse del avance turco. La gran potencia del momento son los otomanos, que llegan hata las puertas de Italia. Los únicos que piensan en Europa que puede organizarse una cruzada para reconquistar Tierra Santa con ese poderío otomano de por medio y lo manifiestan por escrito son Cristóbal Colón e Inocencio VIII, y los dos son genoveses, si aceptamos esa cuna para Colón.
La sábana santa
-Usted dice en el libro que el carbono 14 es el método «más fiable» para datar restos orgánicos, y ni siquiera le dedica una línea a la sábana santa.
-No. Pero le voy a dedicar un documental en Antena 3 que te va a sorprender mucho.
-Usted ha recurrido al carbono 14 para fechar un trozo de hueso y otro de madera que algunos creían de la época de Kefrén, y el resultado ha sido que no, que son muy recientes. Ese mismo método reveló en 1989 que la sábana santa fue confeccionada en el siglo XIV.
-Para mí, la sábana santa es un fraude medieval. Magistral, pero un fraude. Tras haber puesto a pruebas todas las teorías para ese documental, la conclusión es que la sábana santa es la primera fotografía de la Historia. La única que se corresponde punto por punto con la imagen de la sábana santa es la teoría fotográfica. De todo, lo que más me convenció es la no distorsión de la imagen. Si pones una tela sobre un cuerpo impregnado de una sustancia y luego la tensas, la imagen resultante está distorsionada. Por el contrario, a la imagen de la sábana no le ocurre eso.
-Habrá que ver el documental. ¿Qué piensa de que periódicamente haya quien dice que es auténtica y los resultados del carbono 14 no valen?
-Los sindonólogos han puesto en jaque la prueba del carbono 14 porque, de todos los análisis científicos que presentan, es el único que no encaja con su tesis. Hay que darle un margen de confianza a la ciencia mientras no se demuestre que el carbono 14 no es apto para datar una pieza como ésa. Lo que no he hecho hasta ahora, pero haré, es coger un lienzo, meterlo en un horno, echarle unas gotas de plata y ver si eso -que sería parecido a lo que ocurrió en el incendio de 1532- cambia los resultados de la datación.
-Los laboratorios que la fecharon, incluido al que recurrió usted para las piezas supuestamente de la época de Kefrén, no eran ningunos novatos, y cada uno descontaminó las muestras por su cuenta y los resultados coincidieron.
-Eran los mejores del mundo. Yo lo que me resisto a creer son las teorías más salvajes, como la de algunos sindonólogos que sostienen que hubo una sustitución de la tela auténtica por una falsa porque, entre otras cosas, quienes estaban detrás de las pruebas eran el cardenal Anastasio Ballestrero y toda la cúpula de la Iglesia. ¿Para qué iba el Vaticano a desacreditar una reliquia que después ha resultado ser tan atractiva y rentable, y ante la que se postró de rodillas Juan Pablo II en 1998 y 2000.
-Hay otras reliquias falsas, como la sangres de san Genaro y san Pantaleón, que se licúan milagrosamente en ciertas fechas y que la Iglesia no deja analizar porque de sangre tienen poco.
-Todo el mundo sospecha eso.
–Henri Broch, en su libro Fenómenos paranormales (1985) recuerda cómo, en 1799, durante la ocupación francesa de Nápoles, la sangre no se licuó el día previsto. El general francés comunicó entonces al clero que, si el milagro no se producía en cinco minutos, bombardearía la ciudad y la sangre se licuó de inmediato.
-Ja, ja, ja… No conocía ese episodio. Yo fabriqué una sangre que se licúa para mi programa de Telemadrid.
El enigma de las catedrales
-Y se licúa cuando se calienta, que es lo que pasa con esas reliquias líquidas.
-Esto hasta lo perdono. Creo que sirvió para estimular la piedad en un momento dado. Son ese tipo de crímenes que uno comete con buena intención. Yo admito en los capítulos que dedico a la catedral de Chartres que, cuando escribo Las puertas templarias, me equivoco con el milagro de la luz, según el cual el día del solsticio de verano un rayo de luz pasa por un agujero de un vitral del templo e incide sobre una loseta marcando el arranque de la nueva estación. Yo creía que eso había requerido en el siglo XII la puesta en práctica de un importante conocimiento astronómico. ¿Qué pasa? Que al final me encuentro con que ese milagro no es del XII, sino que es del XVIII.
-Es el milagro del que habla Louis Charpentier en El enigma de la catedral de Chartres, ¿no?
-Exacto. Yo soy un fan de Charpentier. Lo admito. Me parece un tipo…
-Vaya a saber quién fue…
-No se sabe quién es, es verdad. Yo llevo años buscando información sobre él.
-Conozco a otros que también lo han hecho.
-No hay nada. Cero. Para mí, es un pseudónimo como Fulcanelli. Es de esa época, de ese ambiente… Charpentier se equivocó al atribuir el milagro de Chartres al siglo XII, cuando es un reloj astronómico del XVIII.
-No es extraordinario que se equivoque. Usted dice en su libro, basándose en Charpentier, que las primeras catedrales francesas forman sobre el mapa la constelación de Virgo, y no es así. Charpentier elige una catedrales y no otras, no todas son en realidad catedrales, las mueve en el mapa no son las primeras… Como Carl Sagan decía, cualquier conjunto de puntos puede parecer una constelación si se eligen los adecuados
-Tienes razón. Pero Charpentier no elige una constelación cualquiera, sino Virgo, que encaja muy bien con las catedrales dedicadas a Nuestra Señora. Lo que me fascina de esa historia es que es paralela a lo que hacen otras civilizaciones de la Antigüedad imitando constelaciones con sus monumentos.
-Pero la ubicación de las primeras catedrales no se corresponde con la constelación de Virgo. Las que cita Charpentier no sólo no son las primeras catedrales, sino que algunas ni son catedrales. Además, las mueve de sitio… Es como si usted y yo nos ponemos ante un mapa y elegimos unas capitales de provincia determinadas para decir que representan en España la constelación de Tauro. Las encontraremos. Y eso es lo que hace Charpentier, según los historiadores.
-Ja, ja, ja… La teoría de Virgo no es aceptada por los historiadores; pero, sin embargo, los hay que se han encargado a buscar en laberintos la constelación de Teseo. ¿Qué pasa, que para unas cosas sí y para otras no?
-Depende de las pruebas.
-Trascendiendo el detalle, los antiguos tenían una obsesión por el cielo y por imitar en la Tierra lo que veían en los cielos.
‘Las Meninas’, un talismán astrológico
-Desde que aparece la agricultura, el hombre necesita de la astronomía para controlar el tiempo, el paso de las estaciones.
-Yo hablo de algo más que usarla para el calendario. Me refiero a cosas como la interpretación de Las Meninas como un talismán astrológico, una teoría de Ángel del Campo Francés, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Este señor pone en relación la pintura y la astronomía.
-Dice que Las Meninas refleja…
-La constelación de Corona Borealis, siguiendo los corazones de los personajes principales, y Capricornio si se cierra el círculo y se extiende hacia los otros. La estrella más importante de Corona Borealis se llama Margarita, como la infanta protagonista del cuadro, y Capricornio era el signo de Mariana de Austria, la esposa de Felipe IV, que había sufrido dos abortos y tenía a toda la corte pendiente de que pariera un varón, un heredero.
-Pero Corona Borealis tiene seis estrellas y los personajes que aparecen unidos por una línea en su libro son cinco.
-Es que esta imagen -dice ante la de la constelación que aparece en su libro- procede de un catálogo moderno. A mí, Ángel del campo me dijo que en los catálogos de Diego Velázquez eran las mismas estrellas. Probablemente, la más pequeña tenga una magnitud que pasaba desaparecida en algunos catálogos de aquella época.
-Buscando y buscando, a todo se le puede encontrar una explicación ad hoc.
-Es que yo no las busco. Ángel del Campo da una explicación coherente a por qué Diego Velázquez pinta esa obra de tema menor en unas proporciones de lienzo tan importantes como el retrato ecuestre de Felipe IV. Él da una importancia impresionante a esta pintura, para que sólo sea exhibida en una estancia del Alcázar de Madrid.
-El que paga, manda.
-Es que en esa época, yo parto de ese concepto, hay una intencionalidad narrativa detrás de cada obra de arte. Quieren contar algo o quieren que sirva para algo. Yo no se la había encontrado a Las Meninas hasta que Ángel del Campo dice que es un talisman astrológico. En esa época se creía en eso.
-De acuerdo, pero, si esa idea tuviera una base sólida, la Historia del Arte la admitiría.
-No. Porque muy pocos historiadores tienen conocimientos de astronomía, astrología, magia talismánica… Desde mi punto de vista, esa explicación aclara todas las anomalías respecto a la obra. Diego Velázquez, un apasionado de las ciencias ocultas del que se descubre, cuando muere, que en su biblioteca hay un montón de libros sobre estos temas, decide proteger con un talismán a la reina Mariana de Austria en ese momento de la Historia, cuando se espera el nacimiento de un heredero.
-Es una interpretación.
-Dentro de la mentalidad mágica de la época.
-Pero, si fuera así, no veo por qué los historiadores iban a ocultarlo o ignorarlo.
-Ocultar, no. Lo ignoran. Yo he ido al Museo del Prado con Telemadrid para grabar a este señor junto a Las Meninas y no me han dejado. Me han dicho: «Nosotros no comulgamos con esa tesis».
-Eso pasa en todos lados.
-Pasa en España. Aquí tenemos una visión de la Historia muy cerrada, muy de no admitir la discusión.
-Los historiadores discuten todos los días.
-Pero no en las instituciones, no en el Museo del Prado…
-En las revistas especializadas, que es donde discuten los científicos.
-Pero hay poco interés divulgativo de confrontar ideas.
-Dependerá de la contundencia de las pruebas.
-Eso, de verdad, es una prueba contundente.
-¿Ha examinado el estudio algún otro historiador?
-No lo sé.
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«Creo que nos han visitado extraterrestres en la Antigüedad»
-Usted empezó como ufólogo.
-Sí.
-Ahora parece que se ha olvidado de los ovnis.
-No, sigo suscrito a todas las revistas.
-Quizá, por romanticismo.
-¡Puede ser!
-Ya no hay casi observaciones y los ovnis no salen en los medios de comunicación. ¿El fenómeno se ha muerto?
-No hay interés mediático. El de los ovnis es un fenómeno asociado a la atención mediática. Nace en un periódico de Oregon y, a partir de ahí, lo ovnis siempre han estado muy asociados a la atención que les han prestado los medios de comunicación. Los ovnis están muertos mediáticamente, pero creo que siguen apareciendo.
-En 1992…
-Eso es la Prehistoria…
-En su libro Técnicas del contacto extraterrestre, escribía entonces que personajes como Sócrates, Washington y Stevenson, entre otros, habían tenido comunicación con lo que hoy llamamos extraterrestres y a lo largo de la Historia, de otras maneras.
-Mediumnidad, éxtasis místico… Son cosas a las que ha habido gente que ha intentado encontrarles una explicación racional dentro de la mentalidad del siglo XXI. Yo necesariamente no se la busco. Creo que nuestra lente del siglo XXI está equivocada para examinar la Historia porque tenemos una visión muy materialista. Yo lo que defiendo es que hay algo, que esos accesos mediúmnicos y comunicaciones con los dioses del pasado y esos contactos con extraterrestres modernos esconden algo. No sé si es algo exterior o algo interior del hombre…
-Hace doce años, usted escribió un libro en el que afirmaba que en Roswell se estrelló una nave extraterrestre.
-Sí.
-¿Qué piensa ahora?
–Roswell: secreto de Estado es el único de mis libros que no se va a reeditar, porque entiendo que todavía no está dicha la última palabra.
-¿Se estrelló un platillo volante en Roswell en 1947?
-Se estrelló un objeto volante no identificado.
-Usted defendió, a mediados de los 90 en la revista Año Cero, la autenticidad de la película de la autopsia a un extraterrestre.
-No, no, no la defendí.
-Sus títulos fueron del estilo de: «Jaque a la ciencia», «¡Estaban vivos!», «¡No son humanos!«…
-Los titulos los puso el redactor-jefe. Léete los reportajes y verás que los textos son más prudentes, que dicen que es algo raro, que la película no coincide con el caso Roswelll, que puede tratarse de anomalías genéticas… Yo no dije en ningún momento que eran los marcianos de Roswell.
-Pero usted hizo más énfasis que nadie en España en la autenticidad de la película.
-Porque me entregue a esa historia más que ninguno.
-Ahora Ray Santilli, el productor de aquella película, dice que es una recreación que incluye algunos fotogramas de una filmación real de una autopsia a un extraterrestre. Suena a cachondeo.
-Sí, totalmente. Hasta que no aclare esa historia, yo no puedo llegar a esa conclusión. Yo cuento hasta donde puedo llegar y, si en algún momento reviso esa información y tengo que rectificar, no tengo ningún problema.
-¿Los ovnis son naves extraterrestres?
-Yo creo -y subrayo el creo- que nos han visitado extraterrestres en la Antigüedad.
-¿Ahora no?
-No lo sé.
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«Para responder preguntas, he tenido que saltar a la ficción»
Los lectores de Magonia hicieron, indirectamente, el jueves pasado una serie de preguntas a Javier Sierra.
-¿Por qué todo fenómeno paranormal desaparece -o no se produce- cuando hay un escéptico delante?
-Porque hay algo que se llama el efecto experimentador, según el cual el propio experimentador condiciona el resultado de la investigación. Es algo que en psicología se estudia mucho.
-¿Por qué, cuando se enfrenta a algo aparentemente extraño, usted siempre se inclina por la explicación más rocambolesca o esotérica?
-No siempre lo hago. Ahí está el capítulo dedicado a la Virgen de Guadalupe, por ejemplo.
-¿Cuál fue su reacción cuando John Humphreys, el experto en efectos especiales que creo los de la autopsia del marciano de 1995, confesó en primavera que todo era un montaje?
-Que debía entrevistarle rápidamente. Todavía no he podido hacerlo.
-¿Por qué usted y muchos colegas del periodismo esotérico se dedican ahora a la novela histórica?
-Yo llevo diez años. Durante años, he estado investigando lo paranormal y lo único que he podido formular con honestidad son preguntas. Para responderlas, he tenido que saltar a la ficción.
-¿Cree a su amigo Juan José Benítez cuando dice que está en posesión de un anillo extraterrestre?
-¿Dice eso?
-Sí.
-Si él lo cree…
-Ésta es mía: ¿y cuando Benítez dice que los astronautas del Apollo 11 encontraron ruinas extraterrestres en la Luna y EE UU las destruyó con bombas atómicas?
-Yo no lo creo, pero estamos enfrentando creencia contra creencia.
Entrevista publicada en una versión resumida en el diario El Correo el 16 de octubre de 2007 e íntegra en Magonia el mismo día.