Jeff Peckman, vecino de Denver, anunció hace un año su intención de que la capital de Colorado (EE UU) contase con una Comisión de Asuntos Extraterrestres que resolviera situaciones en las que estuvieran implicados seres de otros mundos. «Es importante porque, si conduces por la autopista y ves un choque de una pequeña nave espacial y un coche o un autobús lleno de niños, no sabrías qué hacer. ¿Esperas a que lleguen los expertos en sustancias peligrosas por los potenciales contaminantes procedentes de otro sistema solar? ¿Qué harías? La gente no lo sabe», declaró entonces a Rocky Mountain News.
La pregunta tiene su intríngulis en un Oeste americano que es un conocido punto negro galáctico, con platillos volantes estrellándose cada dos por tres en localidades como Roswell y Aztec, famosas por nada hasta su primer topetazo cósmico. Aquí, donde lo más que choca contra uno es otro vehículo de ruedas sin seguro, suena un tanto excesiva la pretensión de Peckman, quien va a intentar, por tercera vez, someterla a votación popular en noviembre, para lo cual necesita recoger 4.000 firmas antes del 7 de agosto. Asegura que hace un año fracaso en la captación de apoyos porque se volcó en atender a los medios de comunicación y que hace seis meses renunció porque iba a ser el único asunto a votar y, debido a eso, la consulta iba a costar a la ciudad medio millón de dólares.
Peckman dice que ahora todo va ser diferente y que se va a centrar en que sus convecinos puedan decidir dentro de cinco meses sobre la conveniencia de la Comisión de Asuntos Extraterrestres. Por de pronto, tiene ya el respaldo de Steven Greer, el ex médico que lidera el Proyecto Revelación y que se traga a pies juntillas los cuentos de encubrimiento gubernamental, alienígenas cabezones destripados en salas de autopsias de serie B y platillos estrellados. Greer es uno de los impulsores de la llamada exopolítica, «el estudio político de los actores e instituciones relacionados con la vida extraterrestre», cuyos cultivadores se reunirán a finales de julio en Sitges (Barcelona) durante dos días y pueden sacar tajada, indirectamente, de la idea de Peckman.
Y es que la comisión municipal de siete miembros sin sueldo por si usted choca con una nave marciana a las afueras de Denver contaría, según el texto de la petición, con un especialista en ciencias sociales; otro en ciencias naturales; un médico con bagaje ufológica; un experto en psicología u otra ciencia social que haya atendido a, al menos, cien personas que hayan tenido encuentros con seres de otros mundos; un ufólogo con seis años de trayectoria y que haya publicado un libro o tres artículos en revistas científicas; y, ¡tachán!, «un experto con certificado o diploma en Exopolítica o que trabaje en una asociación ufológica o expopolítica». De prosperar, la comisión será un coladero para todo tipo de charlatanes que exhibirán sus credenciales municipales como aval de sus disparates y ofrecerá al Instituto de Exopolítica de Hawai la oportunidad de comercializar su certificado de Diplomacia Galáctica (1.500 dólares) y su diploma de Exopolítica (2.625 dólares) como si fueran algo más que el curso CCC de quiromancia: una manera de hacer negocio a costa de esa máxima que establece que «cada minuto nace un tonto».
Nota publicada en Magonia el 24 de junio de 2009.