Itziar Lezamiz, presidenta de los homeópatas vizcaínos, publicó hace unos días, en las páginas de Opinión de El Correo, una encendida defensa de esa pseudoterapia tan llena de medias verdades y falsedades como vacía de evidencia científica. Información sesgada para atraer incautos al negocio de la venta de pastillas de azúcar a precio de oro, que es de lo que en el fondo se trata cuando hablamos de homeopatía. Esta pseudoterapia se basa en dos principios: que una sustancia que provoca los mismos síntomas que una enfermedad puede curarlos; y que, cuanto más pequeña es la dosis de una sustancia, mayores son sus efectos. Esas falsedades se traducen en unos remedios tan diluidos que no queda en ellos ni una molécula de principio activo y una muy rentable industria de venta de agua y pastillas de azúcar como si fueran medicamentos.
«Homeopatía, tratamiento efectivo en Europa», se titula el artículo de la médico vizcaína. Está dedicado, sobre todo, a cantar las excelencias de un supuesto informe gubernamental suizo, recientemente publicado en Alemania en forma de libro, que concluye que «la efectividad de la homeopatía está avalada por la evidencia clínica, y que la práctica profesional apropiada de la misma puede considerarse segura». Todo eso, apunta Lezamiz, después de «la evaluación más completa de la homeopatía realizada por un Gobierno hasta el momento». Afirmaciones rotundas… y falsas.
Empecemos por el principio. «El informe del Gobierno suizo sobre la homeopatía… no es del Gobierno suizo. No es un informe realizado por expertos del Gobierno, ni encargado por el Gobierno», como explicaba hace unos días Arturo Quirantes, físico de la Universidad de Granada. Es un texto redactado por homeópatas para respaldar su práctica ante el Ejecutivo helvético. Lezamiz, sin embargo, lo presenta como un «informe del Gobierno suizo sobre la homeopatía» y, además, tiene la desfachatez de decir que estamos ante “una evaluación objetiva y rigurosa”. Supongo que igual de objetiva y rigurosa que un informe de las constructoras españolas que defendiera la necesidad de seguir enladrillando el país para salir de la crisis.
La falacia de la popularidad
«¿Por qué, si Suiza avala la homeopatía como tratamiento médico eficaz, aquí no está incluida en la Seguridad Social?», pueden haberse preguntado muchos lectores de buena fe que hayan creído lo que cuenta esta homeópata. Todos sabemos que los criterios que mueven a los políticos no son precisamente los científicos. En Suiza, dado que hay mucha gente que quiere homeopatía, el Gobierno ha abierto a ésta las puertas de la Sanidad pública, al igual que ocurre en Francia, hogar de la mayor multinacional del sector, los Laboratorios Boiron. Si mucha gente quiere algo y hay presiones importantes de médicos y farmacéuticos, se da el gusto a los ciudadanos, que ellos ya corresponderán con el voto cuando toque.
En la segunda mitad del artículo, Lezamiz llama la atención sobre la popularidad de la homeopatía, sobre cómo el 10% de los británicos acude a las consultas de médicos como ella, cómo en España hay más de 2.500 homeópatas y el 33% de la población «habría utilizado la homeopatía en alguna ocasión»… Ese mismo tipo de argumento serviría para justificar, por ejemplo, la telebasura, la comida basura, la ingesta excesiva de alcohol… Que mucha gente crea o haga algo no implica necesariamente que ese algo exista, funcione o esté bien y, menos, cuando hablamos de ciencia. ¿Adivinan de lo único de lo que no habla Lezamiz en su artículo? Efectivamente, de ciencia. Ni siquiera cita -¡qué mala memoria la suya!- el reciente informe sobre las mal llamadas terapias alternativas elaborado por un grupo de expertos para el Ministerio de Sanidad español.
En contra de lo que intenta vender a los lectores de El Correo, el trabajo que ella presenta como «la evaluación más completa de la homeopatía realizada por un Gobierno hasta el momento» ni es un informe oficial de un Ejecutivo ni es el más completo análisis científico de la homeopatía hasta la fecha. Curiosamente, esos dos errores de la homeópata vasca son los mismos que comete Dana Ullman, un defensor de esa pseudoterapia, en un artículo publicado en febrero en The Huffington Post que en las últimas semanas ha sido replicado tal cual en multitud de sitios dedicados a la difusión de las mal llamadas medicinas alternativas. Es más, hasta el inicio del artículo de Lezamiz parece estar influido por el de Ullam.
Aquél empieza diciendo: «El Gobierno suizo tiene una larga y muy respetada historia de neutralidad, y por lo tanto, los informes de este Gobierno sobre temas controvertidos deben tomarse más en serio que los de países que están más influidos por las actuales circunstancias económicas y políticas». Mientras que el texto de la homeópata vizcaína arranca: «Además de por la exactitud de sus relojes y por la solvencia de sus bancos, el pequeño país suizo es un ejemplo de seriedad, equilibrio y rigor también en temas socio-sanitarios. En esta línea, su Gobierno realiza constantemente informes técnicos sobre diversos temas científicos y sociales de gran interés para la población, para ofrecer así resultados objetivos ante las medidas que implanta». Se me escapa, sinceramente, qué tienen que ver la neutralidad política, la exactitud relojera y la solvencia bancaria con el rigor de un informe científico. ¿Pero qué ha dicho la ciencia hasta ahora de la homeopatía y Lezamiz se ha olvidado de contar en El Correo?
El dictamen de la ciencia
«En general, las revisiones realizadas concluyen que la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta y los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios», indicaba hace unos meses el muy indulgente comité de expertos español. Digo indulgente porque añadía que, «en cualquier caso, los medicamentos homeopáticos, en diluciones extremadamente altas, utilizados bajo la supervisión de profesionales se consideran seguros» e ignoraba los riesgos que conlleva esta práctica. Unos peligros que no vienen tanto de la ingesta de los compuestos homeopáticos -ya que éstos no suelen contener nada- como del abandono de tratamientos efectivos, lo que puede llevar hasta a la muerte en algunos casos. Lezamiz, por su parte, escamotea a los lectores de El Correo, por ejemplo, el reciente y próximo caso de un hipertenso vizcaíno a quien un médico homeópata, uno de la media docena que ejercen en la provincia, retiró la medicación convencional -la que funciona-, le dio a cambio pastillistas de azúcar y eso hizo que el enfermo acabara ingresando en las Urgencias de un centro sanitario aquejado de una crisis hipertensiva.
Al otro lado del mundo, el Consejo Nacional de Sanidad e Investigación Médica (NHMRC) de Australia considera que «no es ético por parte de los profesionales de la salud tratar a pacientes con homeopatía porque ésta -como medicina o procedimiento- no ha demostrado su eficacia», según un borrador de una futura declaración institucional filtrado a mediados de marzo, cuyos autores sostienen que «existe suficiente evidencia científica como para concluir que la homeopatía no es más eficaz que el placebo. La homeopatía, aunque no sea dañina por si sola, puede ser un peligro para los pacientes si rechazan o retrasan tratamientos convencionales eficaces y seguros en favor de los homeopáticos».
En febrero de 2010, el Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes británica urgía al Servicio Nacional de Salud (NHS) del país a que dejara de financiar la homeopatía porque «no existe ninguna prueba de que funcione más allá del placebo». La comisión parlamentaria pedía, además, a la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) que impidiera que las etiquetas de los productos homeopáticos incluyan afirmaciones sobre su uso médico sin que su eficacia haya sido demostrada. «Como no son medicinas, los productos homeopáticos no deberían tener licencia de la MHRA», decía la nota de prensa. En junio, la Asociación Médica Británica (BMA) acordó pedir al NHS que dejara de financiar los remedios homeopáticos y cuatro hospitales homeopáticos. «La homeopatía es brujería», había sentenciado un mes antes Tom Dolphin, vicepresidente del comité de médicos jóvenes de la BMA. Al final, según me explicó en su momento el médico Edzard Ernst, primer catedrático de Medicina Complementaria del mundo y ahora escéptico, el príncipe Carlos movió los hilos y consiguió que el Gobierno británico diera la espalda a la ciencia y decidiera dejar las cosas como estaban.
«La capacidad terapéutica de la homeopatía ha sido científica y concluyentemente refutada», dijo en 2010 el neurólogo Ichiro Kanazawa, presidente del Consejo Científico de Japón (SCJ). Para la máxima autoridad científica japonesa, no hay duda de que, en los remedios homeopáticos que usan agua como disolvente, «sólo hay agua», y pretender que ésta tiene memoria es algo absurdo y sin base científica. Coincide con el biólogo Francico J. Ayala, para quien «la homeopatía no tiene ningún fundamento científico». Ya en 2005, la prestigiosa revista The Lancet animó a los médicos a que sean «valientes y honestos con sus pacientes acerca de la ausencia de beneficios de la homeopatía, y consigo mismos acerca de los fallos de la medicina moderna a la hora de cubrir la necesidad del paciente de atención personalizada».
Por cierto, a Lezamiz también se le ha olvidado contar a sus lectores que Laboratorios Boiron pagará 12 millones de dólares en Estados Unidos para frenar las denuncias por publicidad engañosa y que, además de indemnizar a afectados, tendrá que cambiar el etiquetado de sus productos para incluir en EE UU la advertencia de que la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA) no ha verificado su efectividad. Vamos, que no curan nada.
¿La presidenta de la Asociación de Médicos Homeópatas del Colegio de Médicos de Vizcaya ignora todo lo aquí expuesto o, simplemente, considera que es mejor para el negocio no contar toda la verdad?
Nota publicada en Magonia el 30 de abril de 2012.