Arqueólogos de la Universidad de Nuevo México excavaron en Roswell a la busca de extraterrestres

Recreación de un platillo volante estrellado, en el Museo y Centro Internacional de Investigación Ovni de Roswell. Foto: PunkToad.
Recreación de un platillo volante estrellado, en el Museo y Centro Internacional de Investigación Ovni de Roswell. Foto: PunkToad.

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Nuevo México (UNM) excavó en 2002 durante dos semanas en las inmediaciones de Roswell a la búsqueda de restos de la nave extraterrestre que, según algunos ufólogos, se estrelló en el lugar en julio de 1947, pocos días después de ver Kenneth Arnold los primeros platillos volantes cerca del monte Rainier, en el estado de Washington (EE UU). Los trabajos fueron financiados por Sci-Fi Channel -ahora, SyFy-, que puso sobre la mesa los 26.000 dólares necesarios para sondear 3,64 hectáreas, y sus resultados se incluyeron en un documental sobre el caso Roswell.

Como recuerda Larry Baker en un reportaje publicado el viernes, los arqueólogos no encontraron ninguna pistola humeante, ninguna prueba de la realidad del accidente interplanetario. Era lo previsible, dado que este siniestro, que en su día nadie se creyó, fue reinventado treinta años después por autores de nula fiabilidad como Charles Berlitz, el principal promotor de la leyenda del triángulo de las Bermudas. Hoy en día, después de la conversión de la caída del platillo volante en un gancho para atraer turistas, por no saberse, no se sabe siquiera dónde situar el accidente, ya que cada uno de los que quieren sacar tajada del mismo lo localiza donde le viene mejor.

Que la UNM se prestara al juego de SyFy, que confió para la identificar el lugar del choque en dos ufólogos, demuestra que en todas partes cuecen habas y no sólo en España hay universidades que venden su buen nombre por cuatro euros, como ha hecho la de Zaragoza con la cátedra de homeopatía comprada por los laboratorios Boiron. Así, cuando William Doleman, que dirigió el equipo de la UNM, dice en el documental que están «cavando hoyos en el suelo para buscar pruebas físicas de un impacto de nave extraterrestre», da cancha a los charlatanes que han creado y engordado el caso Roswell durante décadas para vender libros y revistas a los entusiastas de los ovnis.

Montar un proyecto arqueológico con la esperanza de encontrar en Nuevo México tornillos de un platillo accidentado es tan ingenuo y científico como buscar la guarida de Superman en el polo Norte o el arca de Noé en el monte Ararat. Doleman sostiene en el documental que encontraron una anomalía estratigráfica. Pero ese hallazgo carece de trascendencia. Como dice Dave Thomas, de Nuevo Mexicanos por la Ciencia y la Razón, «encontrar un surco en este lugar cerca de Corona no prueba que una nave espacial alienígena se estrelló allí en 1947». Lo que hizo la UNM hace ocho años fue un ejercicio de pseudociencia, un flaco favor a la ciencia en general y a la arqueología en particular.

Información desclasificada por la Fuerza Aérea estadounidense en 1994 deja claro que fue un globo del proyecto ultrasecreto Mogul, lanzado desde Alamogordo, lo que se estrelló cerca de Roswell en 1947. EE UU confiaba en esos globos para detectar las pruebas nucleares soviéticas y, por eso, el proyecto fue secreto durante décadas.

Nota publicada en Magonia el 8 de noviembre de 2010.


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