Charles Berlitz (Nueva York, 1913) murió el 18 de diciembre en Tamarac (Florida, EE UU) a los 90 años. Lingüista -era nieto del fundador de las academias de idiomas Berlitz-, entró en el mundo del misterio a finales de los años 60 del siglo pasado y alcanzó renombre mundial en 1974 con la publicación de El triángulo de las Bermudas. Escribió libros sobre el arca de Noé y la Atlántida, y firmó con William Moore dos obras: El experimento Filadelfia (1979) y El incidente (1980), que resucitó el misterio de Roswell y marcó el inicio de la fiebre de los platillos volantes estrellados, fenómeno en el que hasta entonces nadie había creído ni siquiera dentro del mundo ufológico. Hábil relaciones públicas, sus trabajos están repletos de afirmaciones asombrosas sin la menor base, como demuestra su obra más popular.
El triángulo de las Bermudas debe su nombre a Vincent Gaddis, un divulgador de lo paranormal que bautizó así a la región del Atlántico delimitada por Florida, Puerto Rico y Bermudas en la revista Argosy en 1964. Pero si hay un autor al que la opinión pública vincula con esa zona, ése es Charles Berlitz, cuyas obras El triángulo de las Bermudas y Sin rastro han vendido decenas de millones de ejemplares en todo el mundo desde 1974. Berlitz sostenía que las desapariciones en la región se deben bien a que los extraterrestres han estado «secuestrando aviones y barcos durante varias generaciones», bien a una «antigua, e incluso actual, actividad atlante en la zona». Otros autores hablan de civilizaciones intraterrestres, vórtices magnéticos o agujeros espaciotemporales. Pero lo importante es que todos parten de una misma base: la facilidad con que se esfuman barcos y aviones en esa parte del Atlántico.
La realidad es mucho más misteriosa que todo eso, como descubrió Lawrence Kusche hace más de veinte años. Bibliotecario de la Universidad de Arizona y piloto de aviación, Kusche se propuso averiguar qué había de cierto en los llamativos titulares de las revistas esotéricas y en los éxitos de ventas de Berlitz y compañía. Su conclusión fue sorprendente: «No existe ninguna teoría que resuelva el misterio». Cuando examinó el caso del Freya, un carguero cuya desaparición en 1902 Berlitz situaba en el triángulo de Bermudas, descubrió que el barco había naufragado en el Pacífico y durante un maremoto. Averiguó también que ningún Globemaster estadounidense se accidentó en la región en 1950, como afirmaba el autor de El triángulo de las Bermudas, aunque un aparato de ese tipo sí explotó en vuelo, pero en 1951 y a 900 kilómetros al sudeste de Irlanda, muy lejos del limbo de lo perdido. Y así un caso tras otro.
«Podemos afirmar categóricamente que las desapariciones se deben normalmente a condiciones meteorológicas severas», ha mantenido siempre la Lloyd’s. Del medio centenar largo de casos enigmáticos que Kusche desmontaba en 1975 en su libro El misterio de triángulo de las Bermudas solucionado, se deduce que no hay ninguna explicación para todos los sucesos y sí una para cada uno, y que Berlitz no merece ningún crédito. «Si Berlitz informase de que un barco es rojo, las posibilidades de que fuera de otro color constituirían caí una certeza», ironiza Kusche, quien comprobó en su día que, por ejemplo, el Stavenger, un barco con 43 tripulantes que habría desaparecido en 1931 en Bahamas, nunca existió. Así es muy fácil que se esfumara.
En su libro Flim-flam! Psychic, ESP, unicorns and other delusions (1982), el ilusionista James Randi acusa a Berlitz de falsear datos conscientemente. «Tengo entendido que Berlitz habla unos treinta idiomas, once de ellos con fluidez. Quizá sea capaz de afirmar sus falsedades en los treinta idiomas», dice el prestigioso escéptico. Por escrito, las mentiras del autor estadounidense se han divulgado en muchos más idiomas y siempre con el marchamo de no ficción.
Obituario publicado en Magonia el 8 de diciembre de 2003.