«Con las vacunas nos arriesgamos a envenenar poco a poco a toda la población que nos sucederá, los niños, los bebés…», dijo el virólogo francés Luc Montagnier el 7 de noviembre en un teatro de París en un encuentro con la prensa. Le hizo los coros Henri Joyeux, oncólogo que hace un par de meses estuvo de gira por España promocionando su libro Come bien hoy, vive mejor mañana, para quien «estamos entrando en una especie de dictadura de vacunas». Los dos presentaron éstas como una amenaza para la salud mundial con una serie de mentiras y medias verdades que ha desmontado Brigitte Autran, de la Universidad Pierre y Marie Curie, en Sciences et Avenir.
Montagnier lanzó en París «una alerta a toda Francia y al mundo» ante la conexión causal, según él, de las vacunas con “la muerte súbita del bebé». A partir de una coincidencia temporal -durante el primer año de vida se administran vacunas y se registran muertes inexplicadas-, achacó a las vacunas un fenómeno todavía rodeado de incógnitas. Pero que algo no esté completamente explicado no significa que todo valga. «El profesor Montagnier inventa una novela sin ningún argumento científico. Hasta la fecha, no hay pruebas de un vínculo entre la vacunación y la muerte súbita del lactante», afirma Autran, especialista en inmunología y vacunas. La experta añade irónicamente que, siguiendo la peculiar línea de razonamiento de la coincidencia temporal, el virólogo podría atribuir el mal a los pañales. La realidad, diga lo que diga Montagnier, es que las vacunas son uno de los grandes negocios de la Humanidad, porque salvan millones de vidas y ahorran miles de millones en tratamientos contra enfermedades prevenibles.
Otro estudio fraudulento
El premio Nobel de Fisiología y Medicina de 2008 por el descubrimiento del virus del sida se basó para su exposición en un artículo publicado este mismo año en el Journal of Inorganic Biochemistry por Christopher Shaw y Lucija Timljenovi, de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá). Estos dos investigadores tienen «un amplio historial» de publicaciones antivacunas, centradas principalmente en «acusar falsamente al aluminio usado como adyuvante de causar autismo» y otros problemas infantiles, destaca el oncólogo y escéptico David Gorski, escribiendo bajo el pseudónimo de Orac. En su último trabajo del Journal of Inorganic Biochemistry, financiado por la Fundación de la Familia Dwoskin -una organización antivacunas-, sostenían que el aluminio usado en las mismas dosis que como adyuvante causaría autismo en ratones y presentaban datos experimentales en apoyo de esa afirmación. Y digo sostenían porque el artículo ha sido invalidado científicamente.
Por desgracia para Montagnier, dos días después de su declaración antivacunas en París, la revista científica retiró el artículo de Shaw y Timljenovi al considerar que «los datos y resultados» presentados por los autores «no son fiables». Vamos, que han hecho lo mismo que Andrew Wakefield cuando se inventó la conexión entre la triple vírica y el autismo en 1998 en The Lancet, fraude que está en el origen del moderno movimiento antivacunas al que ahora se ha sumado el codescubridor del VIH.
No es la primera vez que Montagnier dice una tontería. En los últimos años, ha abogado por el uso de suplementos nutricionales y antioxidantes como complementos en la lucha contra el sida en África, ha querido tratar con antibióticos a niños autistas durante meses para intentar curarles y se ha erigido como firme defensor de la homeopatía. Que el científico francés sea antivacunas es sólo la guinda de un pastel pseudocientífico que hay que sacar siempre a escena cuando este laureado charlatán sale a la palestra con un nuevo disparate. Porque que alguien sea muy inteligente o que haya recibido el Nobel no significa que no diga bobadas. Ahí tienen al bioquímico Kary Mullis, premio Nobel de Química, que cree en el horóscopo y dice que una noche se topó, en un bosque de California, con un «mapache verde brillante» alienígena; y a Tom Wolfe, padre del nuevo periodismo y novelista, que afirma que «la teoría de la evolución es un mito».
Información publicada en Magonia el 5 de diciembre de 2017.