Llegará el día en que un adivino examine para un medio de comunicación las entrañas de un animal para explicar un resultado electoral. Todo es cuestión de tiempo. Hasta entonces, siempre nos quedará la grafología, según la cual la caligrafía de Barack Obama revela que «es un diplomático nato, una persona decidida, de gran nivel intelectual y a la vez una persona de acción, que la compagina con la reflexión».
Es lo que sostiene Nuria Pereira, del Área de Grafología del Instituto Europeo Campus Stellae, que ha analizado la firma del reelegido presidente de Estados Unidos para Abc. Dice, por ejemplo, que la B inicial revela que el inquilino de la Casa Blanca «es adaptable, amoldable, poco intransigente», y que, «conforme al modo en que encadena la B a la siguiente letra y cómo escribe la O, se presenta como alguien audaz, con ánimo, decisión y gran capacidad de seducción, ademas de capaz de relacionarse con el entorno y controlar sus emociones». Añade, a partir de su letra, que se trata de «un hombre de principios al que le gusta respetar las tradiciones y donde el apoyo de su familia es crucial y le ayuda para proyectarse en su trabajo».
He topado con esta sarta de perogrulladas gracias a un aviso del periodista Abel España Carrera, y todavía no me he repuesto. La grafología o grafopsicología -no confundir con el peritaje caligráfico- pretende que la personalidad se refleja en su escritura. No es así. La personalidad, salvo casos patológicos, no se refleja en la letra y tampoco es posible cambiarla modificando la caligrafía. Esto último es lo que se conoce como grafoterapia, un timo al cuadrado para cualquiera con dos dedos de frente. Si la grafología y la grafoterapia tuvieran algún fundamento, bastaría con poner a los encerrados en reformatorios y cárceles profesores de caligrafía y que aprendieran a escribir como es debido para hacer de ellos ciudadanos modelo.
Los grafólogos únicamente aciertan cuando saben previamente quién es el autor de la letra y, entonces, dicen obviedades, como en el caso de Obama. Por el contrario, cuando examinan un manuscrito de alguien no identificado, no aciertan más que un lego. Es decir, lo suyo es pura especulación. La grafología forma parte de la misma familia que la astrología, el tarot, la quiromancia, la morfopsicología y la lectura de vísceras. Por eso, incurren en mala praxis los psicólogos, psiquiatras, médicos y empresas de selección de personal que recurren a ella, y dar algún crédito periodístico a un grafólogo es como dárselo a Octavio Aceves o Sandro Rey.
Nota publicada en Magonia el 9 de noviembre de 2012.