El médium estadounidense John Edward intentó en noviembre de 2001 rentabilizar a su manera el 11-S. Para ello, se propuso grabar una de las entregas de su programa de televisión Cruzando al Más Allá con familiares de las víctimas de los atentados terroristas a las que pondría en contacto con sus parientes muertos aquel día. Cuando la noticia se filtró, la productora y SciFi Channel, canal que emitía el programa, recibieron miles de llamadas telefónicas y cartas de espectadores indignados por la frivolización de la tragedia y, al final, la emisión se suspendió. El gran error de Edward, que engaña desde hace años a los incautos creyentes en el espiritismo con trucos y trampas al alcance de cualquiera, fue tratar de explotar paranormalmente una desgracia demasiado próxima a su público, temporal y geográficamente hablando.
No sé si Iker Jiménez tuvo en mente el caso del médium estadounidense cuando, junto con el psiquiatra José Miguel Gaona y bajo el paraguas de la Cadena SER, puso en marcha en marzo el Proyecto Dachau de análisis de psicofonías grabadas en el campo de exterminio nazi de ese nombre. Sí sé que el resultado de una iniciativa de ese estilo habría sido muy diferente de haber elegido un enclave sentimental e históricamente más cercano a la España de 2010, como los lugares donde explotaron bombas en los trenes en los atentados del 11-M, Hipercor -donde ETA asesinó a 21 personas en 1987- o las inmediaciones de cualquiera de las fosas comunes de la Guerra Civil. A buen seguro, muchos ciudadanos de bien y familiares de las víctimas de esas tragedias se habrían quejado ante la Cadena SER y Cuatro por los mismos motivos que lo hicieron muchos estadounidenses en el caso de John Edward y el 11-S.
Dachau, sin embargo, cae lo suficientemente lejos de nosotros en el tiempo y el espacio como para que convertir en espectáculo lo que sucedió allí pueda salir gratis, por muy asqueroso que sea. No sabía que Jiménez y su equipo andaban embarcados en algo así hasta que leí en la Prensa el avance de contenidos de la entrega de Cuarto milenio del Domingo de Pascua: anunciaba que uno de los segmentos del programa iba a estar dedicado al campo de concentración nazi, donde se habían grabado psicofonías con «sobrecogedores sonidos de otro tiempo». Lo que dije al leer esas líneas no es reproducible; es lo mismo que pensé en su día al ver a Nieves Herrero informando del caso de Alcàsser y lo que me viene a la cabeza cuando veo que un periódico o una cadena de televisión dan cancha a ideas conspiranoicas sobre el 11-M.
Frivolizando una tragedia
Jiménez ya ha demostrado en otras ocasiones su tedencia a frivolizar la desgracia ajena: recuerden el caso de El Caminante de Boisaca, el joven al que atropelló el tren, el capitán de la nave del misterio convirtió en viajero en el tiempo y su psiquiatra forense de guardia, José Cabrera, en alguien con «un retraso mental congénito» cuando era un estudiante normal y corriente. Ahora, disfraza los disparates sobre Dachau -ambientados con ruido de truenos y otros efectos especiales- de presunto proyecto científico con la complicidad de un psiquiatra, Gaona, que viajó a Alemania a grabar las psicofonías en enero. Este parapsicólogo dejó un día escondidas -supuestamente, sin permiso- dos grabadoras digitales en las instalaciones para que captaran sonidos cuando el campo está cerrado a las visitas, entre las 17 y las 9 horas, al día siguiente las recogió y luego Jiménez colgó las horas de grabación en su web para que los oyentes de Milenio tres buscaran ruidos raros en ella. Y los encontraron, claro.
La estrella paranormal de Cuatro había escrito en su web: «El prestigio y currículum de su principal protagonista, el doctor psiquiatra José Miguel Gaona, certifica la honestidad y rigor de las grabaciones psicofónicas efectuadas en larga duración en diferentes emplazamientos de uno de los lugares más terroríficos del mundo: el campo de concentración de Dachau. Este lugar de muerte y horror se cobró la vida de más de 30.000 personas durante la Segunda Guerra Mundial. Fue una demoníaca fábrica de dolor y siempre ha sido considerado uno de los enclaves más siniestros del planeta. En esta tesitura, Dachau, al norte de Múnich, en Alemania, tiene todos los requisitos -muerte, impotencia, sufrimiento y emplazamiento claustrofóbico y concentrado- para aquéllos que piensan que existen lugares impregnados donde pueden residir anomalías y ondas que podrían ser captadas por nuestra tecnología». Los ruidos descubiertos por los oyentes fueron presentados en la tele con la habitual asepsia de la factoría de misterios Jiménez-Porter, partiendo del supuesto de que en el campo de concentración -«un lugar de dolor, un lugar de supuesta impregnación»- quedaron flotando el dolor, la angustia y el horror provocados por los nazis. «Y, en mitad de la gélida noche alemana, las grabadoras precintadas digitales encuentran cosas que parecen bombazos, ¿ecos de otro tiempo?», se preguntaba Jiménez.
El telespectador pudo escuchar media docena de psicofonías interpretadas siempre misteriosamente por Jiménez, Gaona y Carlos Largo, miembro del equipo del programa. El plato fuerte fue la audición de unos presuntos lamentos humanos, pero hubo silbidos de tren, bombazos, campanadas y chasquidos, siempre según el trío participante. Al final, después de media hora de espectáculo paranormal, tuvieron la desfachatez de decir que podía haber explicaciones no sobrenaturales para algunos, si no todos, los sonidos. Entonces, ¿a qué narices vino el programa?, ¿qué investigación se ha hecho? Pues una de pacotilla marca de la casa. Pero lo realmente indignante a estas alturas no es que los Pepe Gotera y Otilio del misterio cañí sirvan a su público gato por liebre, porque lo llevan haciendo años.
Lo realmente indignante, para mí, es que una cadena como Cuatro haga de lo que pasó en Dachau un número circense. Y no soy el único que piensa así. Fernando de Felipe, crítico de televisión de La Vanguardia, escribía el jueves que, con este episodio, Jiménez había cruzado «definitivamente la delgada línea roja que separa lo entrañablemente freak de lo rotundamente canalla». Recordaba cómo, en el caso de Dachau, el periodista esotérico fue «inasequible como de costumbre al desaliento deontológico» y le daba varias ideas para futuros programas: «¿Una nueva sesión de psicofonías en el Hipercor de Barcelona? ¿Un concurso de ouija en los alrededores de la estación de Atocha durante el próximo aniversario del 11-M? ¿Un especial sobre los niños mutantes de Hiroshima?». No minusvaloren la capacidad de la telebasura de llegar hasta el fondo y seguir excavando. Acuérdense de cuando parecía imposible que un periodista de una cadena nacional cayera más bajo que Nieves Herrero aquella noche de Alcàsser.
Información publicada en Magonia el 13 de abril de 2010.