Espíritus en el plató

Ilustración: Iker Ayestarán.
Ilustración: Iker Ayestarán.

El más famoso, y posiblemente más rico, de los médiums contacta con los espíritus ante las cámaras de la televisión, en estudios bien iluminados y con público. Se llama John Edward, tiene cara de buen chico y un programa en el Canal de Entretenimiento para Mujeres estadounidense. Antes, su Cruzando al Más Allá con John Edward estuvo en SciFi Channel entre 1999 y 2004, y en España se vio en Estilo (luego, People & Arts). Los muertos hablan con él en presencia de sus parientes vivos, a quienes Edward transmite mensajes que son recibidos con alborozo. Los diálogos son del estilo de:

«Hay una referencia en la familia a un payaso o a alguien vestido de payaso», dice Edward mirando al público, a la espera de que alguien se dé por aludido.

-«Tengo un sobrino que se vistió de payaso para Halloween y para su cumpleaños, y vino a enseñárselo a los niños», responde una mujer.

«¡Vale! ¿Aún está aquí? ¿Murió?».

-«Sí».

«¡Vale! Creo que esto es para usted –concluye el médium en referencia al mensaje que está recibiendo–. ¿Quién es la mujer que falleció por cáncer de pulmón o pecho?».

-«Mi hermana».

«¡Vale! ¿El marido también está aquí?».

-«No; era soltera».

«¿Su marido ha fallecido?».

-«Sí».

«Porque me dice que está con el marido. ¡Bien! Hay una conexión con el marido. Tengo que identificar a Frank o Fran…».

Hablando con el Más Allá

Los afortunados que logran entablar contacto con sus familiares fallecidos -un puñado del público que asiste en directo al show– ríen y lloran de alegría. Nunca olvidan la experiencia. El reencuentro con un padre, una madre, un hermano, un tío, una abuela, un hijo que creían haber perdido para siempre hace que se desborde la emoción. Edward no recurre a los trucos de los viejos espiritistas, quienes en la oscuridad y con cómplices hacían aparecer y moverse objetos. Él se comunica a plena luz con los muertos, que le cuentan cosas que sorprenden a sus parientes vivos. Quienes asisten al programa salen convencidos de que el médium les ha puesto en contacto con el mundo de ultratumba, pero ¿es así?

Relean el diálogo anterior. Es una transcripción literal de una escena de una de las entregas de Cruzando al Más Allá con John Edward. ¿Adivina algo el médium? Más bien, no. Su primera pregunta es el anzuelo. Ante un auditorio de más de un centenar de personas, lanza un comentario impreciso a la espera de que alguien se identifique con él. Nunca cosas concretas. Una vez que la víctima ha picado, sigue preguntando. Fíjense que, en el caso del payaso, lo primero que hace es interrogar sobre si está vivo o muerto. ¿Pero es que no lo sabe? ¿Acaso no habla con los muertos? Su interlocutora no se lo acaba de aclarar -el vale tanto para una u otra posibilidad-, así que el médium da un giro a la conversación.

Edward pregunta y pregunta, cubriendo todas las posibilidades -«¿Aún está aquí? ¿Murió?»-, pasa rápido sobre los errores -la soltería de la hermana-, se aprovecha de la información que le da su interlocutor cuando le pregunta directamente -«¿Su marido ha fallecido?»- y sigue sacando generalidades con las cuales cualquiera puede identificarse. Así, lanza al auditorio cuestiones tan concretas como si alguien conoce a una Ellen o le pregunta a una mujer si le dice algo una A como inicial de un conocido. Conocido quiere decir desde el marido hasta el portero de la finca de un tío abuelo, y puede estar en el estudio o no, vivo o muerto hace tiempo. Así, ¿quién puede fallar? Basta con ver uno de los episodios de Cruzando al Más Allá para detectar esas trampas, las mismas que practican todos los adivinos, desde el prestigioso que consultan reyes y empresarios hasta el de medio pelo de un canal de televisión local.

Oídos en este mundo

La técnica se conoce como lectura fría y permite hacer creer a un individuo que uno sabe de él algo que en realidad no sabe, a partir de lo que el mismo sujeto dice, de su aspecto y de generalizaciones que encajan como anillo al dedo en el 99% de la gente. Es lo que hacen todos los fabricantes de horóscopos con frases que se adaptan a cualquiera como prendas de talla universal: hace todo lo posible por llevarse bien con los demás, pero no puede evitar algunos arrebatos cuando le sacan de sus cabales; sus parientes y amigos le tienen en alta consideración y suelen pedirle ayuda, algo a lo que únicamente se niega por fuerza mayor…

En su libro The skeptic’s guide to the paranormal (La guía escéptica de lo paranormal. 2004), Lynne Kelly resume en qué consiste: «Para tener éxito con la lectura fría, todo lo que necesita hacer es dos cosas fundamentalmente: contar a la gente que es humana –todos somos más iguales que diferentes– e incorporar lo que ellos le cuentan, verbal o no verbalmente, a su discurso como si fuera parte de la revelación». Si se fijan, es lo que hace Edward en el diálogo anterior. El divulgador científico Michael Shermer llegó a contar casi una aseveración por segundo durante el primer minuto de un episodio del show de SciFi Channel. «Piensen en ello: en un minuto Edward dispara sesenta nombres, colores, fechas, enfermedades, condiciones, situaciones, parientes y otros. Va tan rápido que tienes que parar la cinta, rebobinar y volver a escucharlo para poder seguirle».

Además, durante la espera -hasta de dos horas- antes de entrar en el estudio, los ayudantes del médium se mezclan con los invitados, conversan con ellos y les sonsacan información que luego transmiten a Edward a través de un auricular. El descaro llega a tal punto que, en una ocasión, un espectador facilitó información errónea a los asistentes del psíquico y, una vez en el plató, los espíritus se la transmitieron a Edward como si fuera cierta.

El libro

A skeptic’s handbook of parapsychology (1985): el filósofo Paul Kurtz coordina una obra en la que destacados estudiosos examinan los temas clave de la parapsicología.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 2 de agosto de 2008.