La cara oculta del misterio

'La cara oculta del misterio', de Luis Alfonso Gámez.
‘La cara oculta del misterio’, de Luis Alfonso Gámez.

A todos nos atrae el misterio. Las películas, las series de televisión y las novelas de intriga cuentan con seguidores por millones. Y la ciencia avanza por el ansia del ser humano de aclarar misterios, desde de dónde venimos hasta por qué enfermamos, pasando por qué hace que el clima cambie y cómo funciona nuestro cerebro. Cada vez que los científicos desvelan un misterio, aprendemos algo sobre el universo y sobre nosotros mismos. Pero hay misterios que se nos presentan como reales y no lo son. De esos es de los que se ocupa este libro, de algunos enigmas de los que casi todo el mundo ha oído hablar y que resultan seductores porque implican la existencia de fenómenos y entes sobrenaturales.

No conozco a nadie que no se sienta intrigado por un buen enigma y que no quiera aprender más sobre él. Yo me introduje en el mundo de lo paranormal hace casi treinta años, en la adolescencia, interesado por la posibilidad de que nos visitaran seres de otros mundos. Me volqué en la lectura de libros y revistas sobre platillos volantes. Creía entonces que lo que contaban los ufólogos, los expertos en ovnis, tenía una base real. Con los años, me di cuenta de que esa base real existía, pero deformada hasta tal punto que, una vez que el experto de turno entraba en escena, cualquier fenómeno podía volverse inexplicable. Porque basta con seleccionar cuidadosamente los datos a incluir en el relato para hacer de un suceso vulgar y corriente, como la visión de una estrella o un sueño, algo misterioso. Eso es lo que me llevó a desconfiar de los ufólogos, primero, y del resto de los expertos en lo paranormal, después.

La transición de adolescente crédulo a adulto escéptico fue una rápida sucesión de desengaños, de autores derribados de sus pedestales como las estatuas de Lenin en Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín. Primero, cayeron los ufólogos. Luego, según fui escarbando en otros misterios, les siguieron los parapsicólogos, los arqueólogos fantásticos, los periodistas de misterios… El proceso fue más largo de lo que puede ser hoy para un joven porque a principios de los años 80 del siglo pasado no existía internet y las lecturas que dejaban desnudos a los emperadores del misterio tenían que ser localizadas en catálogos de papel y pedidas al otro del Atlántico por correo convencional. Por fortuna, eso ha cambiado; pero, aún así, hay tanta información en la Red que muchas veces es difícil diferenciar la que merece la pena de la que no, las fuentes fidedignas de las que no lo son. Antes no había información fidedigna accesible; ahora la hay, pero está mezclada con toneladas de basura. Es el reto al que se enfrentan quienes en la actualidad buscan respuestas por su cuenta.

Este libro reúne 42 reportajes sobre otros tantos misterios que publiqué en el diario El Correo durante el verano de 2008. No es habitual que un periodista que cubre la información de ciencia escriba sobre fenómenos paranormales. Yo lo hago siempre que puedo porque los misterios atraen la atención de mucha gente sinceramente curiosa y porque buscar explicación a lo aparentemente inexplicado resulta divertido. No hay nada tan gratificante como aprender. Cuando me propuse, por ejemplo, averiguar qué había detrás de la leyenda de la Atlántida, la historia de las calaveras de cristal y la cirugía psíquica, sabía muy poco acerca de cada uno de esos enigmas. Al acercarme a ellos, acabé descubriendo historias apasionantes. Es algo que me pasó durante la redacción de cada uno de los capítulos de este libro, estuviera intentando saber qué hay de verdad en los relatos bíblicos o en que sólo usamos el 10 % del cerebro.

Si una obra como esta tiene algún sentido, es que haya gente que pueda encontrar en sus páginas respuestas a preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez. No pretendo –sería ingenuo y contraproducente– que me crean sin más. Me basta con que sean conscientes de que las cosas no son siempre como nos las cuentan en los medios de comunicación y en los libros, que conviene pararse a pensar de vez en cuando para evitar que nos engañen. En el mundo del misterio, hay una ley que funciona para identificar al mentiroso, la de la fama. Cuanto más conocido es un ufólogo, un parapsicólogo o un periodista esotérico, menos hay que fiarse de él. Apliquen esta máxima cuando se expongan a lo extraordinario y evitarán muchos engaños.

Ha habido mucha gente sin la cual este libro no hubiera sido posible: mis jefes de El Correo, que aceptaron mi propuesta de dedicar una página del diario durante más de mes y medio a explicar la otra cara de algunos conocidos misterios; mis compañeros de sección, quienes no solo revisaron cuidadosamente los originales, sino que además me dieron ideas de posibles temas a tratar; el equipo de diseño del periódico, que me aguantó y resolvió las páginas de un modo fantástico; Iker Ayestarán, cuyas ilustraciones son una maravilla; la periodista Luisa Idoate, quien leyó todos los textos en bruto e hizo sugerencias y correcciones imprescindibles; el historiador José Luis Calvo, quien me aclaró muchas dudas y corrigió numerosos errores; Fernando L. Frías, Julio Arrieta, Ricardo Campo y Luis R. González hicieron también interesantes sugerencias; y Mikel Iturralde, director de El Correo Digital, se leyó algunos textos que me preocupaban e hizo oportunas puntualizaciones. A todos ellos, mi más sincero agradecimiento.

Quedan muchos misterios ahí fuera. Al principio de mi extraña aventura del verano de 2008, temí que no iba a haber material para elegir temas con comodidad y variedad. Al final, surgían ideas según iba escribiendo. Muchas han quedado en el cajón. No exagero si digo que, a vuela pluma, se me ocurre otra cuarentena de enigmas que destripar. ¿Cuáles? Permítanme que me los reserve por si en un futuro vuelvo a la carga. De momento, les dejo con estas 42 enigmáticas historias.

Publicado en septiembre de 2010, bajo el título de «Pasión por el misterio», como prólogo de La cara oculta del misterio (Comares), libro de Luis Alfonso Gámez con ilustraciones de Iker Ayestarán.


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