La ufología española vivió su época dorada a finales de los años 70. No había ciudad de mediano tamaño que no tuviera su grupo de aficionados, la prensa generalista todavía informaba de avistamientos; había un programa de radio –Medianoche, de Antonio José Alés, en la Cadena SER- centrado prácticamente en el fenómeno y que fue donde se inventaron las alertas ovni; otro de televisión –Más Allá, de Fernando Jiménez del Oso, en TVE- dedicado a lo sobrenatural; dos revistas de quiosco –Mundo Desconocido y Karma.7– sobre misterios; y multitud de fanzines sobre platillos volantes, entre los que destacaban Vimana y Stendek, publicaciones del santanderino Centro Investigador de Objetos Volantes Extraterrestres (CIOVE) y del barcelonés Centro de Estudios Interplanetarios (CEI), respectivamente.
El problema número uno de la ciencia moderna, como se llamaba la sección dedicada a los ovnis en Mundo Desconocido, estaba de moda cuando decenas de miles de personas presenciaron un extraordinario fenómeno celeste en Canarias al anochecer del 5 de marzo de 1979. «Un extraño atardecer cautiva las miradas de muchos habitantes de las islas, que ven una especie de estelas multicolores o líneas zigzagueantes con intensa luminosidad en dirección oeste», escribían en 2001 Vicente-Juan Ballester Olmos y Ricardo Campo en la Revista de Aeronáutica y Astronáutica. De repente, surge en esa zona del cielo «una especie de aguja luminosa que comienza a subir, crecer y ensancharse hasta formar una enorme campana o copa luminosa y brillante, dejando atrás una estela en zigzag». Y, cuando el objeto desaparece, deja atrás estelas similares a las del principio. La larga duración del fenómeno permitió que haya muchas fotografías y miles de testigos de lo que pasó a la historia como el ovni de Canarias, y atrajo la atención de numerosos medios de comunicación y del Ejército del Aire, que estudió el caso y elaboró un informe de 229 páginas desclasificado en 1995.
«¿Qué fue lo observado y fotografiado aquella noche del 5 de marzo de 1979? Repito, en mi opinión, una nave que nada tiene que ver con nuestra tecnología y, consecuentemente, con nuestra civilización. Un vehículo espacial ajeno a la Tierra. Empleando la terminología popular -y sin ningún tipo de recelo o miedo-, una nave extraterrestre», escribía Juan José Benítez en Mundo Desconocido (Nº 75) en septiembre de 1982. El periodista rechazaba la posibilidad de que el ovni fuera un misil lanzado desde un submarino, tal como había defendido desde el principio, entre otros, el ufólogo valenciano Vicente-Juan Ballester Olmos, apoyándose, entre otras cosas, en un análisis por ordenador de las fotografías. Andreas Faber-Kaiser, director de la revista, decía en el mismo número que tampoco estaba de acuerdo «con la hipótesis de que lo visto en Canarias fuera un misil. En absoluto. Simplemente, porque para demostrarme que una barra de pan se parece a otra, me tienen que poner junto a la primera barra de pan, otra barra de pan igual. Y lo que me están poniendo es un panecillo, que evidentemente no es una barra de pan».
Antonio Ribera, el padre de la ufología española, discrepaba de Benítez y Faber-Kaiser, y recordaba que él había mostrado a «varios investigadores» una imagen de un libro de Wernher von Braun que «reproducía la tercera etapa de un Saturno 5 fotografiada por una cámara Baker-Nun, y presentaba un asombroso parecido con una de las fotos del supuesto ovni [de Canarias] publicadas en la revista Diez Minutos«. El autor de El gran enigma de los platillos volantes (1966) suscribía «enteramente» las conclusiones de Ballester Olmos, quien en el mismo ejemplar de Mundo Desconocido advertía de que sostener que el objeto era un ovni «supone mantener la peculiar idea de que existen objetos volantes que, a pesar de ser iguales a nuestros misiles, siguen siendo no identificables, lo cual es una afirmación cercana al delirio… o a la mera invención sensacionalista». Ballester Olmos y Miguel Guasp mantenían ese mismo dictamen en 1981 en su libro Los ovnis y la ciencia.
El informe militar del suceso no dio ninguna explicación convencional, pero la opinión de un alto mando apunta en esa dirección en una comunicación confidencial hasta 1995. «Mi criterio personal es que el fenómeno ha sido producido por dos misiles de extraordinaria potencia y calibre, lanzados desde la zona que indica el informe», explicaba por escrito el general jefe del Mando Aéreo de Canarias al jefe del Estado Mayor del Aire. El militar creía que los responsables del lanzamiento habían sido los soviéticos.
La defensa de la naturaleza extraterrestre del fenómeno ha tenido durante años dos abanderados: Benítez y el ufólogo canario José Gregorio González, quien ha descartado en repetidas ocasiones la hipótesis del misil. «Hasta que no aparezcan pruebas irrefutables que confirmen la hipotesis del misil, el ovni de Canarias seguirá siendo uno de los grandes enigmas de la ufología española, quedando abierta pues la puerta a cualquier otra hipótesis alternativa. A lo peor, ni el tiempo lo aclara», escribía el segundo en su libro Los ovnis en Canarias en 1995, cuando ya la única duda razonable era quién había lanzado el misil, y volvió a reafirmarse en esa línea en 2003.
Además de las decenas de fotos de fenómenos similares identificados como causados por lanzamientos de misiles, Claude Poher, ingeniero del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES), francés presenció el fenómeno desde un barco y concluyó que se trataba de «algún tipo de misil»; Desmond King-Hele, del Ministerio de Defensa británico, indicó a Ballester Olmos y Campo que las fotos correspondían a «un lanzamiento no declarado», y dos científicos rusos se expresaron en el mismo sentido. La duda acerca de si lo de Canarias fueron ingenios soviéticos o estadounidenses se zanjó en 1998, cuando el aficionado alemán Gunter Krebs facilitó a Ballester Olmos datos de lanzamientos de misiles Poseidón desde submarinos estadounidenses en el Atlántico Norte, obtenidos por Jonathan McDowell, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian.
La información de McDowell servía para identificar no sólo el ovni canario de marzo de 1979, sino también los vistos en las islas el 22 de noviembre de 1974, el 22 de junio de 1976, el 19 de noviembre de 1976 y el 24 de marzo de 1977. Ricardo Campo, miembro del Círculo Escéptico y la Fundación Anomalía, cree que «se prueba así, una vez más, la falsificación histórica a la que se han visto sometidos estos episodios por parte de quienes perpetúan falsos misterios». La mente cerrada de mi amigo es incapaz de admitir que algo que parece un misil y que ha sido visto justo cuando se lanzaban misiles desde un submarino es en realidad una nave extraterrestre saliendo, me imagino, de una de las bases submarinas alienígenas que había cerca de Canarias, cuya existencia defendía Fernando Jiménez del Oso. Ay, estos negativistas…
Nota publicada en Magonia el 4 de marzo de 2009.