
El último número de
The Skeptical Inquirer me ha dado una alegría: por fin, he publicado un artículo -aunque sea corto- en la más prestigiosa revista dedicada al análisis crítico de la pseudociencia y las supersticiones. Y es que me da mucha pereza escribir en inglés, idioma que no domino, y por eso hasta ahora ni lo había intentado. Por fortuna, cuando a
Kendrick Frazier le hablé hace unos meses del caso del
cosmonauta fantasma de
Iker Jiménez, le pareció lo suficientemente interesante como para incluirlo en la publicación del
Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP) y encima me metió prisa. Era sábado y lo necesitaban para el lunes, porque ese día tenían que cerrar el número. Así que no tuve tiempo para pensarlo demasiado. El resultado fue un texto en algo parecido al inglés que ha sido editado con la profesionalidad que suponía al equipo que dirige Frazier. Cuento, en esencia, lo que ya he comentado en
Magonia sobre el
caso Istochnikov y
la profecía mundialista de Nostradamus, ejemplos de mala práctica periodística sobre los que hablo en más detalle en un artículo pendiente de publicación en la revista
Pensar, a la que pueden suscribirse -no lo olviden- en la web el
Círculo Escéptico.
The Skeptical Inquirer cumple con este número treinta años de vida y ése es otro motivo de satisfacción.