Cuando a finales de los años 70 Columbia presionaba a Steven Spielberg para que hiciera una secuela de Encuentros en la tercera fase (1977), él tenía en mente un filme sobre un ataque alienígena en la América rural. Quería titularlo Watch the skies! (¡Vigilad los cielos!), por la sentencia de cierre de El enigma de otro mundo (1951), pero renunció a ello al ya estar la frase registrada.
«Yo no iba a dirigir ET. La película se iba a llamar Night skies (Cielos nocturnos) y estaba basada en una historia de la mitología ovni -el caso de Kelly-Hopkinsville– en la que una familia informó de que unos pequeños seres grises habían atacado su granja, montando vacas en el corral y tratando de entrar en la casa», explicaba el cineasta hace un año en la revista Entertainment Weekly.
Es el suceso más aterrador de los clásicos de la ufología. Ocurrió el 21 de agosto de 1955 en la granja Sutton, entre las poblaciones de Kelly y Hopkinsville, en Kentucky. Once personas -ocho adultos y tres niños- sufrieron el asedio de unas criaturas flotantes, sin cuello, de ojos saltones, grandes orejas puntiagudas y largos brazos. Eran como los gremlins malos de la película de Joe Dante de 1984; pero de un metro de altura. Y no eran grises -como recuerda Spielberg-, sino verdes, ni la emprendieron con el ganado.
Tres horas de asedio
Hacia las 19 horas de aquel día, Billy Ray Taylor, de 21 años, salió a beber agua de un pozo -el rancho no tenía agua corriente- y vio cruzar el cielo una luz que tomó por un platillo volante. Una hora después, empezaron a oírse ruidos en el exterior, los perros comenzaron a ladrar, y Taylor y Elmer Sutton, de 25 años, salieron armados a investigar. Vieron un hombrecillo entre los árboles, la emprendieron a tiros con él cuando se dirigía hacia ellos flotando y regresaron a la casa.
Todos los hombres cogieron entonces sus rifles y escopetas. Una criatura se asomó fugazmente a una ventana, y uno disparó, errando el tiro. El ataque se prolongó tres horas, durante las que los visitantes parecían correr por el techo y rascar la madera como queriendo entrar en la casa, y los campesinos disparaban a todo lo que se movía. A las 23 horas, escaparon en coches hasta la comisaría de Hopkinsville y, poco después, el rancho se llenó de policías que no encontraron prueba alguna ni del aterrizaje de una nave ni de la presencia de ningún intruso.
«En esa parte del país, la gente de la extracción social y económica de los testigos «dispara primero y pregunta después»», señalaba el astrónomo y ufólogo Joseph Allen Hynek en su libro The ufo experience (La experiencia ovni, 1972). Para este exasesor de los proyectos Signo, Imán, Rencor y Libro Azul -los estudios sobre ovnis de la Fuerza Aérea de Estados Unidos-, el caso de Kelly-Hopkinsville era «claramente absurdo, hasta el extremo de ofender al sentido común».
Misterio y explicaciones
Hynek era escéptico respecto a la conexión ufológica del suceso. Apuntaba que sólo uno de los testigos había visto el supuesto objeto volante no identificado y creía que la apariencia de los seres podía entroncar con «antiguas leyendas», si bien no se atrevía a descartar que los ovnis y sus tripulantes estuvieran en el origen de la historia. El caso tampoco mereció especial atención para los responsables militares del Proyecto Libro Azul. Aunque en la ficha oficial puede leerse No identificado, eso se debe a que nunca se llego a investigar.
«Junto al archivador de Datos insuficientes había otro marcado como CP. Eso significaba chifladuras. A ese archivo iban a parar todos los informes de personas que habían hablado con los tripulantes de los platillos volantes, que habían inspeccionado platillos volantes que habían aterrizado en Estados Unidos, que habían viajado en platillos volantes o que eran miembros de la tripulación de platillos volantes. Según los estándares del Proyecto Libro Azul, ésos no eran buenos informes de ovnis», escribe Edward J. Ruppelt, que dirigió el proyecto entre marzo de 1952 y febrero de 1953, en The report on unidentified flying objects (El informe sobre los objetos volantes no identificados, 1956). Además, el texto de una conferencia sobre el programa militar de investigación ovni, dada en fecha desconocida en la Escuela de la Inteligencia Técnica Aérea (ATI), incluye el caso de «los hombrecillos verdes de Hopkinsville» en una lista de sucesos sospechosos de ser fraudes, como puede comprobarse en los archivos del Proyecto Libro Azul.
Mucho menos exigente era Antonio Ribera, el padre de la ufología española. En su libro Encuentros con humanoides (1982), ve «un retrato exacto del humanoide de Kelly-Hopkinsville» en una representación del Diablo en un capitel del templo románico de Santa María de l’Estany y concluye que al artista medieval «posiblemente le sirvió de modelo un auténtico humanoide». Ahí queda eso. Lo que sí es cierto es que, con el caso ovni de Kelly-Hopkinsville, el estereotipo del hombrecillo verde, propio hasta entonces de los cuentos de hadas y la ciencia ficción, se incorpora al mito ovni.
Recientemente, el ufólogo francés Renaud Leclet y el escéptico estadounidense Joe Nickell han apuntado que los monstruos de Kelly-Hopkinsville -nadie vio más de dos a la vez- pudieron ser una pareja de gran búho cornudo (Bubo virginianus). De hábitos nocturnos, esta ave puede alcanzar los 64 centímetros de altura, es muy agresiva cuando se siente amenazada, tiene dos penachos de plumas que parecen cuernos, grandes ojos amarillos… y habita en Kentucky. ¿Y el ovni? Nickell indica que, en aquella época, se vieron muchos bólidos en la región y que eso fue posiblemente el platillo volante de Billy Ray Taylor.
Adiós a ‘Night Skies’
Spielberg tenía ya un borrador del guión de Night skies cuando rodaba En busca del arca perdida en Túnez en el verano de 1980. Sin embargo, entre peleas, persecuciones y explosiones, decidió volver «a la tranquilidad o, al menos, la espiritualidad de Encuentros«. Y abocetó con la guionista Melissa Mathison -entonces, novia de Harrison Ford- lo que acabaría siendo ET, un cuento de hadas en el que los malos son los adultos.
Es muy posible que el cineasta supiera del caso de Kelly-Hopkinsville leyendo The ufo experience mientras preparaba Encuentros. Hynek fue asesor de esa película, que debe su título a la clasificación de los avistamientos de platillos volantes que hace en ese libro. El astrónomo habla de observaciones lejanas y cercanas, y divide las últimas en encuentros cercanos del primer tipo -el objeto no interactúa ni con el testigo ni con el entorno-, del segundo tipo -deja pruebas en forma de huellas, quemaduras…- y del tercer tipo -se hacen visibles los tripulantes-, que son los que dan título a la gran película de Spielberg sobre el tema ovni.
‘ET’, en la Casa Blanca
La conexión ufológica de ET culmina el 27 de junio de 1982, poco después de su proyección privada en la Casa Blanca, a la que asistió una treintena larga de personas, incluidos Ronald y Nancy Reagan, y el propio director. Se cuenta que la historia del explorador alienígena abandonado en la Tierra por sus compañeros conmovió al presidente y su esposa hasta el límite de que ésta lloraba durante las escenas finales. Pero lo más sorprendente fue la inquietante revelación que hizo el presidente al cineasta ante el resto de los invitados.
«Quiero agradecerle que haya traído ET a la Casa Blanca. Hemos disfrutado con su película. Hay gente en esta sala que sabe que todo lo que ha visto en esa pantalla es absolutamente cierto». Esta última frase, que, con ligeras variaciones, se encuentra en multitud de webs, sería el reconocimiento implícito de que EE UU oculta al mundo que estamos siendo vistados por extraterrestres.
En junio del año pasado, el crítico de cine Quint (Eric Vespel) preguntó a Spielberg por ese episodio durante una entrevista. Y el cineasta confirmó la autenticidad del comentario presidencial, aunque con un importante matiz. «¡Y (el presidente) lo dijo sin sonreír! Sin embargo, lo dijo y todo el mundo se echó a reír. La sala entera se echó a reír porque él lo hizo como una broma, aunque no sonreía mientras lo decía». Spielberg reconoce que, como es «un poco ufólogo», le hubiera gustado que las palabras de Reagan fueran más que un chiste, pero… «Lamento decir que creo que simplemente estaba haciendo una broma».
Nota publicada en Magonia el 6 de diciembre de 2012.