El bioquímico Kary Mullis, premio Nobel de Química, confía en el horóscopo y dice que una noche se topó, en un bosque de California, con un «mapache verde brillante» alienígena. Arthur Conan Doyle creía en el espiritismo y las hadas. El naturalista Alfred Russell Wallace, codescubridor de la teoría de la evolución, era espiritista y antivacunas. Steve Jobs y Peter Sellers murieron prematuramente por ponerse en manos de terapeutas alternativos. ¿Cómo es posible que individuos tan inteligentes tengan creencias paranormales, se jueguen la vida recurriendo a la mal llamada medicina alternativa o sean antivacunas?
Los psicólogos Tomas Ståhl y Jan-Willem van Prooijen, de las universidades de Illinois y Libre de Ámsterdam, respectivamente, han dado con una explicación al auge de lo irracional y, por extensión, a que gente inteligente crea cosas increíbles y se trague falsedades como las difundidas por los impulsores del Brexit, Donald Trump y los líderes independentistas catalanes. «Mostramos (en nuestro estudio) que el sano escepticismo sobre conspiraciones y fenómenos paranormales no solo requiere una capacidad cognitiva relativamente alta, sino también una fuerte motivación para ser racional», dice Ståhl, cuyo trabajo se publicará en febrero en la revista Personality and Individual Differences. Es decir, además de estar capacitado para pensar críticamente, el individuo ha de valorar el hecho de basar sus decisiones y creencias en la lógica y las pruebas. Si no es así, «las personas con una alta capacidad cognitiva tienen la misma probabilidad de creer en conspiraciones y fenómenos paranormales que las que tienen una capacidad cognitiva menor».
Para llegar a esta conclusión, Ståhl y Van Prooijen hicieron en internet dos encuestas en las que participaron 300 personas. En una, les pidieron que mostraran su grado de acuerdo con frases como: «Para mí es importante ser escéptico sobre afirmaciones que no están respaldadas por pruebas»; «Ser escéptico sobre afirmaciones no respaldadas por pruebas es una virtud moral»; «El alunizaje fue un fraude»; y «Hay organizaciones secretas con gran influencia en las decisiones políticas». Comprobaron así que el pensamiento crítico se asociaba a una menor creencia en lo paranormal y las conspiraciones en quienes «valoraban mucho» la lógica y la exigencia de pruebas a la hora de tomar decisiones.
«Una alta capacidad cognitiva no inmuniza por sí sola contra las creencias irracionales», concluyen. Eso explicaría en parte por qué en una sociedad occidental mejor educada que nunca grandes sectores de la población mantienen creencias pseudocientíficas, abrazan teorías conspiranoicas y dan crédito a cualquier bulo. No basta con ser inteligente; hay que querer aplicar el pensamiento crítico en la vida diaria. Valorar el escepticismo como herramienta habitual. Si no lo haces, puedes ser muy inteligente y tragarte patrañas. Y, si lo haces, siempre pueden engañarte; tenlo presente. Que alguien crea en tonterías no significa que sea tonto. Como no lo eran Doyle, Wallace, Torres Quevedo -que creyó en los superpoderes del aristócrata español con visión de rayos X– y tantos otros.
Reportaje publicado el diario El Correo el 18 de noviembre de 2017 y en Magonia el 22 de noviembre de 2017.