Un zahorí está colaborando en la búsqueda de los restos de Federico García Lorca en el Peñón del Colorado, en Alfacar (Granada), según una información publicada ayer por El Mundo de la que me ha alertado José Enrique Viola, un profesor de Secundaria de Andalucía «indignado por el uso de adivinos y el despilfarro». Al parecer, los arqueólogos que intentan dar con el lugar donde fue enterrado el escritor tras su asesinato por las tropas golpistas en agosto de 1936 han confiado en un brujo a la hora de ubicar la fosa donde estarían su cuerpo y, presumiblemente, los del maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.
Después de dos falsas alarmas al detectar el georradar sendas anomalías que han sido descartadas, el equipo dirigido por el arqueólogo Javier Navarro trata ahora de saber “como discurría el terreno” originalmente, antes de las alteraciones sufridas para usarlo como plantación, campo de instrucción de las fuerzas golpistas y hasta levantar allí un polideportivo que finalmente no se construyó. Han descubierto ya que «hay una zona de vaguada -el camino por donde van las aguas de las corrientes naturales- que coincide con las fotografías históricas y que señala que los pozos [donde podría estar el cuerpo del poeta] están, sólo que no en el sentido que se ha excavado hasta ahora, en paralelo, sino en perpendicular», según El Mundo. Hasta ahí, todo normal. El problema llega cuando se añade en la información que ésa «es la misma conclusión a la que han llegado gracias a la ayuda de un zahorí, que con una rama de olivo pudo marcar la bajante de agua». Y Navarro puntualiza: «Seguramente es el mismo procedimiento [el zahorismo] que se utilizó en aquellos años para hacer los pozos y coincide justamente con la zona de vaguada».
Por si hubiera dudas, el periodista Juan Luis Tapia confirma en el blog Lo + Cult que puede haber pseudociencia de por medio en el proyecto al decir: «Una buena noticia es el descubrimiento de ese caudal o rastro de agua, «porque indicaría la existencia de pozos, aquéllos que en esta zona siempre localizaron los zahorís», añade el especialista». No tengo claro si el especialista de la frase es Navarro o el historiador Miguel Caballero, autor de Las trece últimas horas en la vida de García Lorca, que sitúa en la zona la tumba del literato y es citado varias veces en el texto. Sea quien sea, vuelven a aparecer los zahorís como fuentes de información relevante.
Brujería con varita
Permítanme que repita lo que ya dije aquí hace dos años, cuando me enteré de que en Córdoba habían recurrido a uno de estos brujos para la búsqueda de los restos de los niños José y Ruth, los hermanos de 2 y 6 años que fueron asesinados por su padre, Jose Bretón, el 8 de octubre de 2011. El zahorismo -también llamado radiestesia y geobiología- tiene tanto fundamento científico como cualquier otra arte adivinatoria. No hay redes de energía desconocida esperando que individuos con varitas mágicas o péndulos las detecten. Es posible que algunos zahorís-radiestesistas-geobiólogos crean sentir misteriosos flujos energéticos sólo a su alcance, pero eso no significa que lo hagan; sólo que lo creen. Al igual que otros brujos -astrólogos, tarotistas, médiums…- nunca han demostrado lo que hacen en condiciones controladas. Si Navarro y sus colaboradores han recurrido a los servicios de un zahorí y creen en esta práctica, su rigor científico ha de ponerse entre comillas. Un zahorí merece como fuente informativa el mismo crédito que cualquier otro brujo.
La memoria García Lorca ya sufrió, por cierto, los embates de la charlatanería en agosto de 1999, cuando el periodista esotérico Juan Jesús Haro Vallejo reveló en la revista Enigmas, dirigida por Fernando Jiménez del Oso, que en realidad había sobrevivido al paseíllo, aunque quedado con graves secuelas, y muerto por causas naturales en 1954. «Los documentos gráficos así lo corroboran», se decía en el índice de la revista. Todo era mentira. Nada de lo que contaba Haro Vallejo había pasado en el mundo real. Las fuentes documentales y testigos que citaba se los habían inventado los escritores bilbaínos Fernando Marías y Juan Bas para su relato de historia-ficción La otra muerte de Federico García Lorca, publicado en su libro Páginas ocultas de la historia y que había protagonizado uno de los episodios de la serie homónima de La 2. El periodista esotérico había copiado la historia y la había presentado como un reportaje de investigación propio. En junio de 2000, un juzgado madrileño condenó a Haro Vallejo, Jiménez del Oso y Enigmas por el plagio de la ficción de Marías y Bas, al «resultar indiscutible» que su texto «es una copia literal del trabajo» de los novelistas. La foto del poeta con las monjas que le habrían acogido, con la que Haro Vallejo ilustraba su investigación y que reproduzco aquí, era un montaje para la serie de TVE.
Nota publicada en Magonia el 28 de noviembre de 2014.