James Randi ultima su autobiografía: ‘Un mago en el laboratorio’

El mago James Randi. Foto: Fundación Educativa James Randi.
El mago James Randi. Foto: Fundación Educativa James Randi.

El próximo libro de James Randi, titulado A magician in the laboratory (Un mago en el laboratorio), tendrá mucho de autobiográfico, según ha confesado el ilusionista en una entrevista publicada ayer en Big Think. Randi, que lucha desde hace un año contra el cáncer de colon, explica que la obra se centra en la parte de su vida que pasó de laboratorio en laboratorio «viendo, en muchos casos, a los científicos hacer el ridículo total» cuando se enfrentaban a presuntos fenómenos paranormales, algo que cree que se debe a que no estaban bien informados acerca de cómo someter a prueba a dotados como Uri Geller y compañía.

Fue en marzo cuando decidió que, dado el contenido autobiográfico del proyecto, había llegado a los 81 años el momento de salir del armario. «Y pensé: «Pues, oye, antes de publicar el libro, realmente debería salir y decir a la gente, sí, soy gay. He sido homosexual toda mi vida»». Era un secreto que no sorprendió a nadie de los que le han tratado y cuya revelación, reconoce, se ha visto correspondida por el masivo apoyo de quienes le siguen, como no podía ser de otro modo en el colectivo humanista.

La entrevista de Big Think está plagada del inteligente humor del protagonista. «Mi nombre es James Randi; esto es R-A-N-D-I. Y soy mago y cascarrabias de profesión», dice a modo de presentación. Asegura que se embarcó en su particular cruzada contra la pseudociencia porque le enfurece ver a charlatanes como John Edward y otros aprovecharse de la ingenuidad y la angustia de la gente con trucos al alcance de cualquier ilusionista. «Como mago, alguien que profesionalmente engaña a la gente, pero lo hace para entretenerla, sé dos cosas con gran certeza. En primer lugar, cómo engañar a la gente. Y, en segundo lugar, y esto es más importante, cómo la gente puede engañarse a sí misma».

«Soy ateo, probado y verdadero», afirma. Y recuerda que de niño, cuando ya lo era, simuló ir a la escuela dominical porque sus padres le daban 25 centavos para que echara en el platillo y había descubierto que en una tienda cercana vendían «un helado de dos sabores por 25 centavos». «Y tengo que decir que fue un gran descubrimiento de mi infancia, que aproveché al máximo. Mis benditos padres nunca se enteraron y salía cada domingo por la mañana (de casa) como si fuera a la escuela dominical, pero mentía. Me avergüenza admitirlo ahora, y si mi papá y mi mamá están allá arriba en algún lugar, o allá abajo en alguna parte -no tengo ni idea-, les pido que me perdonen».

No se queden con estas anécdotas y disfruten de la entrevista, grabada en vídeo el 16 de abril y que pueden seguir acompañada de su transcripción en inglés.

Nota publicada en Magonia el 10 de junio de 2010.


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