La nave europea Mars Express obtuvo el 5 de noviembre las primeras imágenes de Fobos y Deimos juntos. A patir de ellas, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha hecho la animación que acompaña a estas líneas. Las dos lunas marcianas se encontraban a 11.800 kilómetros (Fobos) y 26.200 (Deimos) de la sonda cuando su Cámara Estéreo de Alta Resolución (HRSC) tomó las 130 fotos de la pareja, unos satélites rodeados por el misterio desde antes incluso de su descubrimiento.
Las lunas de Marte fueron descubiertas durante la oposición -se denomina así cuando un planeta y la Tierra están alineados con el Sol al mismo lado de éste- de agosto de 1877 por el astrónomo estadounidense Asaph Hall, quien las vio gracias al refractor de 66 centímetros del Observatorio de Washington. Las llamó así por el fragmento de la Ilíada en el cual Fobos y Deimos ayudan en la batalla a su padre, Ares, el dios de la guerra griego que los romanos identificaron con su Marte. Fobos (miedo en griego) mide 26 x 18 kilómetros y orbita Marte a 9.377 kilómetros de distancia, mientras que Deimos (terror) mide 16 x 10 kilómetros y está a unos 23.436 kilómetros. La Luna, en comparacion, tiene 3.474 kilometros de diámetro y se encuentra a 384.400 kilómetros de nosotros. El tamaño y la situacion de los dos satélites marcianos, que parecen ser asteroides capturados, ha llevado a algunos autores a especular con que hubo quienes conocían de su existencia y situación más de un siglo antes de su hallazgo oficial.
Galileo había descubierto Ío, Europa, Ganímedes y Calisto -las cuatro lunas más grandes de Júpiter- en 1610, William Herschel había visto Titania y Oberón -dos de los satélites de Urano- en 1787, y William Lassell había descubierto Tritón el 10 de octubre de 1846, sólo diecisiete días después del hallazgo de planeta; pero nadie había dado con lunas en Marte cuando Jonathan Swift escribió Los viajes de Gulliver (1726). En esta obra, los habitantes de la isla volante de Laputa informan a Gulliver de que Marte tiene dos lunas, que se encuentran a 20.000 y 34.000 kilómetros del planeta y tardan en completar una órbita 10 y 21 horas, respectivamente. Algunos especialistas en lo paranormal se preguntan todavía hoy de qué fuente bebió el escritor para acertar con el número de lunas marcianas y, según ellos, acercarse tanto a los datos conocidos gracias a la moderna astronomía.
El conocimiento oculto laputano
Por empezar por el final, no parece que los conocimientos de los laputanos sean tan precisos. Fobos se encuentra en realidad a 9.377 kilómetros de Marte -no a 20.000- y tarda 7 horas y 39 minutos -no 10 horas- en dar una vuelta alrededor del planeta; y Deimos está a 23.459 kilómetros -no a 34.000- y completa en poco más de 30 horas -no 21- una órbita. Esto es, por supuesto, un problema para los vendedores de misterios, que llevan décadas hablando de la extraordinaria precisión de los datos ofrecidos por Swift en su novela, por lo que no han faltado las típicas explicaciones ad hoc. Así, Antonio Ribera argumenta, en su clásico El gran enigma de los platillos volantes (1966), que la discrepancia de alturas y periodos orbitales se debe a que, desde tiempos de Swift, ambas lunas están cayendo hacia Marte. El padre de la ufología española tenía claro también quiénes habían sido los informantes del escritor irlandés: los tripulantes de un platillo volante que Swift habría visitado y que luego habría convertido en su novela en la isla de Laputa.
Lo cierto es que el acierto de Swift respecto al número de lunas del planeta rojo no fue cosa de macianos. Se basó en el mismo razonamiento numerológico que llevó años después a Voltaire a hablar también de los dos satélites de Marte en Micromegas (1752): si Venus no tiene satélites, la Tierra tiene una luna y Júpiter, cuatro -ahora sabemos que son muchas más-, Marte debía tener dos para que el número de estos siguiera una progresión geométrica desde el interior hacia el exterior del Sistema Solar. Swift y Voltaire acertaron de chiripa a partir de presupuestos erróneos; pero ¿cómo estuvo el primero tan cerca de atinar con las distancias y periodos orbitales? Parémonos a pensar. Si todavía no se habían visto desde la Tierra y Marte tenía satélites, debían ser pequeños y no estar muy lejanos de la superficie para quedar ocultos entre la luz reflejada por el planeta. Por esta razón, Swift puso a sus Fobos y Deimos tan cerca del mundo. Y, si estaban cerca, debían girar alrededor del planeta en periodos breves. De hecho, a partir de la distancia, puede calcularse el periodo de revolución mediante la tercera ley de Kepler, a la que Swift se refiere en el pasaje correspondiente, como recuerda Isaac Asimov en su libro Marte, el planeta rojo (1986). Así que no hace falta recurrir a los extraterrestres de Antonio Ribera para nada.
Hace exactamente medio siglo, en 1959, el astrónomo soviético Iosef Shklovskii sugirió la posibilidad de que, dado que segun algunas observaciones parecía estar cayendo sobre Marte, la más grande de las lunas marcianas fuera hueca. «¿Podría ser Fobos rígido por fuera y hueco por dentro. Llegamos a la posibilidad de que Fobos, y quizá Deimos también, sea un satélite artificial», escribió en Vida inteligente en el Universo (1966), obra que firmó junto con Carl Sagan. Shklovskii creía que «quizá Fobos fue puesto en órbita en el apogeo de una civilización técnica en Marte hace cientos de millones de años». Y Sagan rechazaba expresamente la idea el ufólogo soviético Felix Zigel de que, como William Herschell no los había visto durante la oposición de 1862, Fobos y Deimos habían sido puestos en órbita entre ese año y 1877, cuando los descubrió Hall. Años después, el astrofísico estadounidense descartaba en La conexión cósmica (1973) que la luna marciana fuera artificial a partir de las fotos tomadas por la Mariner 9: «No estoy seguro de cuál es el aspecto que presenta un satélite artificial de 20 kilómetros de diámetro, pero no parece ser esto. Fobos más bien se parece a una patata podrida».
La última vez que esa gigantesca patata podrida fue objeto de especulaciones fue en marzo de 1989, cuando la sonda soviética Fobos 2 desapareció tras enviar una cuarentena de fotos en algunas de las cuales se veía una extraña sombra. «La última imagen que envió a la base fue la de una enorme y desconcertante sombra elíptica, de varios kilómetros de longitud, sobre la superficie marciana», escribió Ribera. Los ufólogos más extremos sostienen hoy en día que la desaparición de la nave rusa, cuyo objetivo era estudiar la superficie de Fobos, se debió a que seres extraterrestres se la quitaron del medio porque tienen una base oculta en el satélite. Presentan como prueba esa sombra, que para ellos corresponde a un platillo volante mientras que para los científicos es la de la luna marciana proyectada en un ángulo bajo. Desde entonces, sondas como la Mars Global Surveyor han enviado imágenes similares varias veces desde la órbita de Marte sin que los hombrecillos verdes se hayan ofendido. A los marcianos no les importa ni que una nave como la Mars Express fotografíe sus instalaciones secretas de cerca… y es que las tienen muy bien camufladas.
Nota publicada en Magonia el 16 de diciembre de 2009.