Implantan falsos recuerdos en ratones

Así fue el experimento para cerar falsos recuerdos en ratones. Imagen: Collective Next.
Así fue el experimento para cerar falsos recuerdos en ratones. Imagen: Collective Next.

Investigadores del Centro RIKEN-MIT de Genética de Circuitos Neurales de Estados Unidos han conseguido implantar memorias falsas en ratones y que se activen en los animales las mismas regiones cerebrales que reaccionan ante recuerdos de amenazas reales, publica hoy la revista Science. «En cierto sentido, el animal parece haber sentido el recuerdo falso como si fuera real«, ha dicho Xi Liu, uno de los firmantes del artículo. Los autores del trabajo creen que servirá para avanzar en el conocimiento de cómo y por qué se forman las memorias falsas en los humanos.

Al igual que los replicantes de Blade runner (1982) recordaban una infancia que nunca vivieron, nosotros recordamos a veces cosas que no han sucedido. De hecho, nunca revivimos el pasado tal como fue porque nuestro cerebro no funciona como una grabadora de audio, vídeo y otras sensaciones. Nuestros recuerdos se almacenan en conjuntos de neuronas que pueden compararse con las piezas de un juego de construcción, explican los investigadores. Cuando recordamos algo, añaden, reconstruimos el pasado a partir de esos bloques de datos, pero el mero hecho de acceder a un recuerdo lo modifica y distorsiona. Por eso, los testimonios no son en sí una fuente fiable. «Casi tres cuartas partes de las primeras 250 personas exoneradas por pruebas de ADN en EE UU fueron víctimas de testimonios defectuosos de testigos presenciales», señalan los autores.

El nuevo estudio proporciona el primer modelo animal para estudiar los falsos y auténticos recuerdos a escala de celular. Susumu Tonegawa y su equipo han implantado en ratones modificados genéticamente recuerdos falsos mediante la manipulación de conjuntos de neuronas del hipocampo, la parte del cerebro clave en la creación y almacenamiento de memorias. Tonegawa ganó el Nobel de Medicina en 1987 por el «descubrimiento de los principios genéticos para la generación de la diversidad de anticuerpos» y ahora dirige el Centro RIKEN-MIT de Genética de Circuitos Neurales en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).

Los neurocientíficos pusieron los animales en un entorno seguro -la caja A, azul en el gráfico-, identificaron las células del recuerdo de ese entorno -los círculos blancos- y las programaron para que respondieran a pulsos de luz. Al día siguiente, trasladaron a los ratones a otra caja -la B, o roja en el gráfico- y activaron mediante luz esas células del hipocampo para que los animales rememoraran la caja A. Entonces, mientras los ratones recordaban la caja A, les daban pequeñas descargas eléctricas en las patas. Cuando, el tercer día, devolvían a los animales a la caja A -la azul, la segura-, sentían miedo a pesar de que nunca habían sufrido ningún daño en ella. Además, después de colocar al animal en otro entorno diferente, los investigadores descubrieron que, al iluminar las células del hipocampo asociadas artificialmente con el miedo, podían reactivar el falso recuerdo a voluntad.

«Los seres humanos somos animales altamente imaginativos. Al igual que nuestros ratones, un suceso desagradable o agradable podría asociarse con una experiencia pasada que uno tiene en mente en ese momento, con lo que se forma un recuerdo falso -ha indicado Tonegawa-. La memoria no es una copia de papel carbón, sino una reconstrucción del mundo que hemos experimentado. Nuestra esperanza es que, al proponer una explicación neural de cómo se pueden generar falsos recuerdos, se utilice este tipo de conocimiento para informar, por ejemplo, a un tribunal acerca de lo poco fiables que pueden ser los testimonio de testigos», ha añadido el científico. Por si cupiera alguna duda, los autores destacan en su artículo que, «en los humanos, las distorsiones e ilusiones de la memoria ocurren frecuentemente».

Las ‘Guerras de la Memoria’

La psicóloga Elizabeth Loftus. Foto: DEngler.
La psicóloga Elizabeth Loftus. Foto: DEngler.

«El mayor de los escándalos de la psiquiatría norteamericana del siglo XX es la creciente manía de miles de terapeutas ineptos, consejeros familiares y trabajadores sociales de provocar falsos recuerdos de abusos sexuales infantiles», sentenciaba en 1994 el divulgador científico Martin Gardner. En los años 80 y 90, decenas de familias se rompieron en EE UU y Canadá después de que algunos de sus miembros revivieran bajo hipnosis episodios de abusos infantiles que habrían reprimido. Sin más prueba que esos recuerdos, algunos padres y educadores acabaron en la cárcel después de haber admitido su culpa tras  intensos interrogatorios policiales.

Y estallaron las Guerras de la Memoria. En ellas, un grupo de psicólogos cognitivos liderado por Elizabeth Loftus, entonces en la Universidad de Washington, se enfrentó a quienes sostenían que los recuerdos recuperados correspondían a hechos reales. Loftus defendía que no, que la memoria es muy maleable y que esos terribles recuerdos habían sido implantados por los propios terapeutas. Además, los psicólogos saben desde hace décadas que, sometida a presión, una persona es capaz de confesar un crimen que no ha cometido. Si usted no lo cree, vea el tercer episodio de Los Experimentos de Derren Brown, en el cual el mentalista convence a un inocente de que ha cometido un asesinato y piense que podría darse el caso de que usted fuera ese inocente.

Loftus y sus colegas han demostrado en reiteradas ocasiones que la memoria es fácil de manipular. Han convencido a adultos de que de niños se perdieron en una gran superficie, cuando eso nunca ocurrió, de que vieron a Bugs Bunny en un parque de atracciones de la Warner y de que una manifestación pacífica fue en realidad muy violenta, además de haber descubierto que verse en una escena lleva a muchas personas a pensar que la han vivido. Hasta Loftus fue víctima involuntaria de las jugarretas de la memoria. El día de su 44 cumpleaños, un tío le recordó cómo, a los 14 años, ella había encontrado a su madre ahogada en una piscina. La psicóloga no se acordaba de nada; pero en los días siguientes revivió el suceso hasta la angustia. Creía haberlo reprimido. No fue así. Su tío se había confundido. Ella no había encontrado a su madre muerta, pero un simple comentario le había hecho recordar algo que no había pasado.

«La información errónea puede invadir nuestra memoria cuando hablamos con otros, somos interrogados o leemos o vemos en los medios información sobre algo que hemos experimentado», indica Loftus. Por eso hay gente que está convencida de haber sido secuestrada por extraterrestres o haber vivido en el Antiguo Egipto. Esos falsos recuerdos, más fáciles de implantar bajo hipnosis por ser ese un estado en el que uno es muy sugestionable, suelen corresponderse con las expectativas del terapeuta de turno. Si el hipnotizador es ufólogo, el recuerdo reprimido del paciente se corresponderá con la captura por  extraterrestres; si es un creyente en vidas pasadas, el cliente puede ser un héroe de la Revolución Francesa o de la Reconquista; y, si es un fundamentalista religioso, habrá asistido a algún terrible ritual satánico oficiado por conciudadanos de los que nunca hubiera sospechado algo así. Lo terrible es que, cuando estamos convencidos de haber vivido algo que en realidad no hemos vivido, no hay forma de que nos demos cuenta de nuestro error sin ayuda. Y, aún con ella, nos costará.

Nota publicada en Magonia el 25 de julio de 2013.


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