«Del mismo modo que acudimos al médico para hacernos chequeos periódicos y cuidar nuestra salud, deberíamos tomar conciencia de cómo puede afectarnos dormir sobre una corriente de agua. En La buena onda, Pere León nos da las claves para crear espacios saludables y disfrutar de una vida sana y feliz». Estas dos frases encabezan el dossier de prensa que Grijalbo acaba de remitir de un libro que saldrá a la venta en unos días y que tiene todos los boletos para convertirse en la biblia de los antiantenas, antiWi-Fi y antitorres de alta tensión, y expandir aún más el pánico electromagnético.
Pere León, autor de La buena onda, es arquitecto de interiores -decorador- y geobiólogo. Aunque lo parezca por el nombre, la geobiología de León no es ninguna ciencia, sino el viejo zahorismo o radiestesia rebautizado para venderse mejor. De hecho, él dice haberse formado en la Asociación de Estudios Geobiológicos (GEA), cuyos miembros abogan por el uso de la radiestesia -con varillas o péndulo- para «evaluar fenómenos como la calidad biótica de un lugar o la influencia de alteraciones de origen físico como las corrientes de agua, las redes telúricas, las fallas, etcétera» y «otras alteraciones menos conocidas, como las llamadas memorias de las paredes, susceptibles igualmente de afectar a la salud». «En definitiva, a través de la radiestesia se podrá determinar qué lugares garantizan mejor el desarrollo armónico de la vida», sentencian. El zahorismo, la radiestesia, la geobiología o como se llame en un futuro no es sino un arte adivinatoria, brujería.
El recién estrenado escritor dice que la disciplina que cultiva «estudia las relaciones entre los seres vivos y los diferentes tipos de ondas a los que estamos sometidos: las naturales (corrientes de agua, ondas magnéticas) y las artificiales (torres de alta tensión, routers-WiFi, móviles, inalámbricos, antenas de telefonía etcétera). El geobiólogo es quien detecta las geopatías, alteraciones energéticas de un lugar que pueden dar lugar a problemas de salud de las personas que trabajan o habitan en él». Por supuesto, las geopatías son un cuento chino; pero eso es lo de menos cuando de lo que se trata es de hacer caja. Y León, claro, rentabiliza tanta mala onda a través de su estudio Habitatsalut: «Somos un equipo de arquitectos geobiólogos dedicados a crear espacios saludables. Solucionamos radiaciones perjudiciales para la salud de casas y oficinas, y ayudamos a las personas a vivir en un ambiente sano».
Cuenta que descubrió la geobiología cuando se mudó de casa, y él, su esposa y sus dos hijos empezaron a dormir mal. «Nos levantábamos agotados, con la sensación de no haber descansado. Después de visitar varios médicos, alguien nos recomendó un geobiólogo, que vino a estudiarnos las radiaciones. Con unas medidas correctivas muy sencillas, resolvimos el problema y volvimos a descansar». Según la publicidad de la editorial, todo lo que tuvieron que hacer fue cambiar la orientación de las camas para que se obrara el milagro. León dice que no es alarmista y añade, acto seguido, que puede recomendarnos «algunas medidas preventivas para evitar males mayores como la lipoatrofia, la electrosensibilidad, sin olvidar una mayor predisposición al cáncer». Ahí queda eso.
Ojalá me confunda, pero, visto el entusiasmo mediático por los promotores de la histeria antiondas, este decorador geobiólogo lleva camino de convertirse en el mesías español de esa paranoia tecnófoba, en competencia con los responsables del entramado de Geosanix. Como éstos, Habitatsalut tiene su decálogo de «consejos para convivir con las radiaciones en casa», que incluyen medidas como no poner radiodespertadores en la mesilla, no usar materiales sintéticos en el dormitorio, caminar descalzo un rato antes de acostarse y otras tonterías. A las cosas hay que llamarlas por su nombre.
Nota publicada en Magonia el 20 de marzo de 2013.