El artista Oliver Behrmann y el cocinero Carlos Gamonal escenificarán, el domingo en Puerto de la Cruz (Tenerife), la autopsia del marciano con un extraterrestre verde hecho de gominola y otras chucherías. En total, serán 60 kilos de alienígena que, vestidos al estilo de los forenses de la fraudulenta película de 1995, trocearán y repartirán entre el público que asista a la representación. Si conocen a algún ufólogo canario, avísenle, no vaya a creer el pobre que en realidad se trata de una autopsia a un visitante de otro mundo, como pasó hace diecisiete años.
A mediados de los años 90, el productor televisivo Ray Santilli ganó una pasta vendiendo a cadenas de medio mundo una película en blanco y negro de la supuesta autopsia a un alienígena accidentado en Roswell (Nuevo México, Estados Unidos) en 1947. El montaje era muy burdo, pero contó con el entusiasta apoyo de vendedores de misterios como Javier Sierra. Tanto en los artículos de la revista en la que entonces trabajaba, Año Cero, como en su libro Roswell: secreto de Estado (1995), el ahora novelista defendió que la grabación era auténtica, que los extraterrestres estaban vivos cuando los rescataron de entre los restos de su nave y que el caso de Roswell suponía un auténtico «jaque a la ciencia».
Hace seis años, John Humphreys, animador del protagonista de la película Max Headroom y personajes de la celebre serie Dr. Who, reconoció que él había creado los alienígenas de la cinta de Santilli y que, además, había interpretado a uno de los cirujanos. Los muñecos estaban rellenos con sesos de cordero, entrañas de pollo y jarretes comprados en un mercado, y, cuando acabó el rodaje, fueron descuartizados y sus pedazos se tiraron a la basura.
Nota publicada en Magonia el 1 de mayo de 2012.