Luis Hermosa, concejal del PP en el Ayuntamiento de Bilbao, y su novia, la cantante Susan Laster, van a casarse después de que ayer la médium Anne Germain les dijera que es lo que les piden una abuela de él y un abuelo de ella desde el Más Allá. La pareja se dio un sí informal ante las cerca de 300 personas que asistimos a una sesión nocturna del show de la médium de Telecinco en el palacio Euskalduna de Bilbao, previo pago de 80 euros por cabeza.
El político conservador fue uno de la media docena de elegidos por la vidente para simular que contacta con los muertos. Nada más levantarse de su butaca, él, de traje, indicó que había acudido al espectáculo con su pareja, usando esa palabra y no otra. Anne Germain aseguró entonces que veía el espíritu de una mujer mayor cerca de él. «Parece muy maternal. Parece una madre, una abuela», especuló. «Mi abuela», confirmó Hermosa. «Tu abuela -le dijo en un momento al concejal- opina que la falda de tu pareja es un poquito demasiado corta. Preferiría que cubriera sus rodillas». Y, acto seguido, se dirigió a la cantante y le señaló que veía a su lado «una figura paternal». «Mi abuelo», apuntó la mujer.
Después de informar a Laster de que a su abuelo muerto le gusta su actual novio, la médium destacó que los dos espíritus coincidían en que la pareja llevaba tiempo hablando de casarse -ellos asintieron mediante gestos- y que había llegado el momento de que diera ese paso. «Sí», replicó el concejal bilbaíno desde el patio de butacas. Él y su novia tenían ya los ojos húmedos, estaban emocionados. Y la escena acabó como tenía que acabar: los dos mirándose y asintiendo con la cabeza, con una imagen proyectada en la pantalla gigante de la sala como si se tratara de un almibarado final de película.
Fue uno de los momentos fuertes de la actuación de Anne Germain a la que asistí ayer en Bilbao mezclado entre el público. Durante hora y media, la médium -no digo falsa porque todos los médiums lo son- desplegó los trucos habituales para simular la comunicación con los espíritus: soltaba vaguedades y tópicos, tiraba de la lengua a sus víctimas, leía sus expresiones faciales, hacía afirmaciones ambiguas, se confundía mucho y sonreía más. Fue un espectáculo alucinante y me sentí como un bicho raro, muy raro, en medio de un comunidad de incautos y fervorosos creyentes, pero de eso hablaré otro día.
Información publicada en Magonia el 26 de abril de 2012.