España es, por ley, un Estado sin religión oficial. «Ninguna confesión tendrá carácter estatal», establece el artículo 16.3 de la Constitución. Pero los responsables políticos han hecho de esa máxima papel mojado, jurando sus cargos sobre la Biblia, humillándose ante el Papa y sin restar ni un euro de la financiación pública de la Iglesia católica -que deberían pagar exclusivamente sus miembros- en tiempos en los que se recortan fondos de la educación, la sanidad y otros sectores básicos. Herencia de una incompleta transición a la democracia, en la que no debe haber una religión oficial y sí libertad de credo, esa sistemática violación del precepto constitucional queda reflejada cada Semana Santa en la imagen de los legionarios trasladando al Cristo de la Buena Muerte de Málaga desde su templo hasta la Casa Hermandad. Si se tratara del Ejército del Vaticano lo vería normal, pero no lo es, ¿no?
Nota publicada en Magonia el de abril de 2012.