El punto más inaccesible de la Tierra está en la meseta tibetana, a 34,7º N y 85,7º E, según un estudio del Banco Mundial y el Centro de Investigaciones de la Comisión Europea. Se encuentra a 5.200 metros de altitud y a tres semanas de viaje de Lhasa -la capital de Tíbet-, un día de coche y veinte a pie. Es el lugar ideal para el valle de la Luna Azul, el «paraíso de asombrosa fertilidad» donde el novelista británico James Hilton ubicó el monasterio de Shangri-La en Horizontes perdidos (1933).
Cualquiera que haya leído la novela o visto la película homónima de Frank Capra sentirá una mezcla de envidia y desasosiego por la vida que llevan los monjes del padre Perrault en el recóndito paraje del Himalaya al que sólo accidentalmente llega alguien. Envidia porque tienen una esperanza de vida que se mide en siglos; desasosiego porque su razón de existir es la de ser los depositarios del saber humano ante la gran catástrofe que se avecina.
«No habrá salvación por las armas, ni socorros por las autoridades, ni cobijo en el silencio. Arrasará hasta las más diminutas florecillas de la civilización en su rabia loca y el mundo se convertirá en un caos espantoso», según las visiones de Perrault, el Gran Lama. Pero Shangri-La, aislado e ignorado por el resto del mundo, sobrevivirá «conservando las delicadas fragancias de una edad que muere y persiguiendo la sabiduría que necesitarán los hombres cuando agoten sus pasiones». Cuando llegue el momento, los monjes facilitarán a los hombres los conocimientos necesarios para el renacimiento.
Shambhala
El Shangri-La de Horizontes perdidos fue un invento de Hilton basado posiblemente en la Shambhala budista. Shambhala -en sánscrito, lugar de paz– es un reino del Himalaya mencionado en textos como el Kalachakra Tantra. Se trata de un territorio de bosques de sándalo y lagos con flores de loto en cuya capital, Kalapa, se levantan palacios de oro, plata y piedras preciosas, y cuyos habitantes no conocen la necesidad ni la enfermedad. Será el lugar desde el que partirá el ejército que en 2425 derrotará a los enemigos del budismo en una batalla que marcará el comienzo de una nueva era de paz y prosperidad mundial.
Helena Blavatsky, fundadora de la teosofía, menciona Shambhala en su obra La doctrina secreta (1888). Dice que, cuando el continente de Lemuria se hundió en el Pacífico, algunos supervivientes emigraron a la Atlántida y otros a Shambhala, que localiza en el desierto de Gobi. Algunos de los seguidores de Blavatsky creían que los maestros tibetanos que le dictaron telepáticamente sus enseñanzas vivían en esa Shambhala, aunque ella los situó en el Himalaya. El paraíso de Hilton obsesiona a los ocultistas y, en el mundo real, varios enclaves del Himalaya han reclamado ser el Shangri-La del padre Perrault por el gancho turístico del nombre. A 12.000 kilómetros de distancia, Franklin Delano Roosevelt llamó en 1942 Shangri-La a la residencia de descanso del presidente de Estados Unidos ahora conocida como Camp David.
Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 6 de agosto de 2009.