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‘El archivo del misterio’: el origen del espiritismo

Junto con los vendedores de curas milagrosas, los videntes que aseguran hablar con los muertos son los charlatanes que más me asquean. Son carroñeros que se alimentan de algo tan humano como el dolor por la pérdida de un ser querido. Carecen de escrúpulos y se ríen a la cara de sus víctimas, gente como usted y como yo que ha sufrido una pérdida y que siente que algo le falta. Ningún calificativo hace justicia a tanta indecencia y nadie está libre de caer en un engaño así. Le pasó a Arthur Conan Doyle, le pasa al actor Ted Danson y le ocurre a mucha gente normal y corriente a nuestro alrededor. Yo tuve oportunidad de comprobarlo cuando asistí al espectáculo de Anne Germain previo pago de 80 euros.
Si quieren profundizar en el caso de las hermanas Fox, pueden hacerlo en mi libro El peligro de creer. Les adelanto que fue el capítulo que más me costó por las dificultades a la hora de consultar documentos y libros de la época, pero también el que más me satisfizo cuando conseguí montar un puzle que creo que explica bastante bien los hechos.
El día que John Edward engañó a Peter Griffin o cómo estafan los médiums a sus víctimas
-“Siento una A. ¿Su nombre empieza por A?”, pregunta Edward mirando a Griffin.
-“No”, responde éste.
-“¿Por B?”
-“No.”
-“¿C? ¿D? ¿E? ¿F? ¿G? ¿H? ¿I? ¿J? ¿K? ¿L? ¿M? ¿N? ¿Ñ? ¿O? ¿P?…”
-“¡Peter! ¡Me llamo Peter!”, salta del asiento un entusiasmado Griffin.
-“¿Se llama Peter?”
-“¡Jo, usted como brujo es el no va más!”
Así engañan a sus víctimas los médiums y adivinos en los gabinetes, las salas de espectáculos y la televisión, preguntándoles cosas y luego devolviéndoselas como si hablaran con los muertos o vieran el futuro. Juegan con la ventaja de que, como Peter Griffin, los creyentes sólo tienen en cuenta los aciertos de aquéllos en quienes depositan su fe.
Henry, Mike; y Henry, Patrick [2005]: “El lío Cleveland-Loretta Quagmire» [“The Cleveland-Loretta Quagmire»]. Padre de familia [Family guy]. Episodio 55. Temporada 4. Fox Broadcasting Company. 12 de junio.
¿Dónde están los 99.000 millones de espíritus?

En el superpoblado y rebosante de obviedades Más Allá, reina un silencio mortal cuando se trata de cosas realmente importantes. ¿Se imaginan lo que serían 99.000 millones de mentes comunicándose con el Más Acá? ¿El caos, cuando no la locura, que se apoderaría del médium? ¿Los enigmas que podrían resolverse gracias a la incontinencia verbal, por ejemplo, de las víctimas de Jack el Destripador, de quienes leyeron las obras perdidas en el incendio de la Biblioteca de Alejandría, de Lee Harvey Oswald…? ¿Saben por qué todavía persisten multitud de enigmas a pesar de que la comunicación con los muertos se remonta a hace siglo y medio? Porque el espiritismo es un fraude inventado por dos niñas.
Millones de cristianos celebrarán mañana el Día de Difuntos y se acordarán de sus familiares muertos. Yo no lo hago a fecha fija y, cuando recuerdo a mis seres queridos desaparecidos, intento revivir los momentos felices que compartimos y, si se da el caso, brindar en su memoria. Es mucho más sano que que le saque a uno el dinero un timador. De todos modos, tengo la mente abierta y estoy dispuesto a convertirme al espiritismo si la médium de Telecinco o cualquiera de sus muchos colegas me cuenta algo que sólo sabíamos uno de mis seres queridos ya muertos y yo. No soy vidente, pero creo que eso no va a pasar.
Patrick Jane: el mentalista tramposo
Un mentalista es un ilusionista que, mediante trucos, simula poderes paranormales como la telepatía, la telequinesia, la adivinación… «Hay muchos magos que se pasan al lado oscuro y usan los secretos del ilusionismo para engañar y no para crear ilusión», me decía hace unos años Jorge Blass. Uri Geller es el más famoso ejemplo de un sujeto de esa calaña. Por eso me parecía que la serie que emiten TNT y La Sexta podía estar bien. Lamentablemente, no es así. El mentalista únicamente se diferencia de un engendro como Médium en que el protagonista no cree en lo paranormal y suelta de vez en cuando frases que suscribe cualquiera con dos dedos de frente, como que alguien que se gana como vidente sólo puede ser un ingenuo o un estafador.
Por lo demás, el interés que podrían tener las andanzas del personaje interpretado por Simon Baker se diluye pasados un par de episodios. Las tramas son previsibles y, además, el protagonista llega a muchas de las sorprendentes deducciones como por arte paranormal: no explica que le lleva a sentenciar que un sospechoso se acuesta con una mujer, que otro mantenía una relación con una menor muerta… Patrick Jane lo adivina todo; pero no sabemos casi nunca cómo. El mentalista es, por eso, una serie tramposa; aunque tenga guiños interesantes, como la presentación del protagonista como una encarnación del médium televisivo John Edward. Si no se lo creen, veanlo: