Adelantaba hace un par de semanas aquí que, a raíz de la confesión de uno de los autores de la falsa película de la autopsia de Roswell, su principal promotor en España, Javier Sierra, seguramente reescribiría de algún modo el pasado para camuflar su papel en el montaje. ¡Ya lo ha hecho! En el editorial del número de junio de Más Allá, que escribe en calidad de consejero editorial de la revista, advierte a los lectores de que «nos quieren distraer» y de que, detrás de la coincidencia temporal entre la confesión del fraude de la película de 1996 y las conclusiones del último estudio oficial del Gobierno británico, hay una conspiración.
«Fue la divulgación de una filmación que supuestamente mostraba la autopsia a un extraterrestre accidentado en Roswell en 1947 la que casi enterró el misterio, desacreditándolo mortalmente», argumenta el novelista y ufólogo, quien añade que, «ahora, las viejas excusas militares (se refiere a la conclusión de que nada extraterrestre se oculta tras los ovnis) y la película de las autopsias vuelven. Lo hacen a la vez y en un mismo escenario, el Reino Unido. Y ni qué decir tiene que tan extraña sincronicidad ha desatado ya algunas alarmas». No especifica qué alarmas son las que se han disparado ni entre quiénes, porque lo único que persigue es echar balones fuera.
Que el consejero editorial de Más Allá se lamente del flaco favor que hizo a la ufología la publicidad dada a la película de la autopsia de 1995 demuestra que tiene una cara más dura que la de los moais de la isla de Pascua. Quien hace once años se dedicó en cuerpo y alma a publicitar la falsa filmación fue él. Tanto en los artículos de la revista en la que entonces trabajaba, Año Cero, como en el libro Roswell: secreto de Estado, Sierra defendió que la cinta era auténtica, que los extraterrestres estaban vivos cuando los rescataron de entre los restos del platillo accidentado y que el caso Roswell suponía un auténtico «jaque a la ciencia». Ahora, cuando ha quedado claro lo que algunos decíamos entonces -que todo fue un fraude perpetrado por Ray Santilli con premeditación y alevosía-, el ufólogo alicantino se saca conspiraciones de la manga para desviar la atención de sus lectores sobre la realidad: él fue uno de los promotores del montaje, él fue uno de los beneficiados del engaño, él fue uno de los que vendieron al público gato por liebre.
La ufología no necesita nadie de fuera que la desacredite. Se bastan y se sobran para la tarea ufólogos de feria como Sierra, proclives a convertir en marciano un muñeco y a agarrarse luego a conspiraciones inventadas para esconder lo que está en las hemerotecas. Qué paradoja que el novelista titule su editorial «Nos quieren distraer», que culpe a terceros de lo que él trata de hacer respecto a su verdadero papel en el negocio de la película de la autopsia de Roswell.
Nota publicada en Magonia el 31 de mayo de 2006.