«Un escritor de ciencia ficción, L. Ron Hubbard, ha fundado un culto con no poca aceptación llamado Cienciología, inventado, según me han referido, en una sola noche tras una apuesta, según la cual tenía que hacer lo mismo que Freud, inventarse una religión y ganarse la vida con ella», cuenta Carl Sagan, en su libro Cerebro de Broca (1979). Y Hubbard se convirtió con el tiempo en el profeta de una religión basada en sus nunca probados descubrimientos sobre el funcionamiento de la mente humana.
Adorado por sus adeptos, gustaba de presentarse como físico nuclear y héroe de guerra, cuando la verdad es que nunca obtuvo una titulación académica ni participó en batalla alguna. Sin embargo, él decía haber sobrevivido a graves heridas de combate gracias a la Dianética, nombre con el que tituló su superventas de 1950. Su biografía tiene tantos agujeros como ese engendro de película titulado Campo de batalla: la Tierra, en el que uno de sus seguidores en la vida real, John Travolta, interpreta a un alienígena temible que en realidad da risa (como toda la cinta, que está basada en una novela de Hubbard ).
La más demoledora síntesis biográfica dellider sectario es obra de Martín Gardner. «Fue un hombre profundamente perturbado, un mentiroso patológico que degeneró constantemente, pasando de ser un sinvergüenza encantador a un paranoico egomaníaco ‘incapaz de distinguir -en palabras de [Rusell] Miller, [autor de The True Story of L. Ronald Hubbard]-‘, entre los hechos y sus propias fantásticas ficciones», escribe en La nueva era. Con el paso del tiempo la locura del profeta fue a más. «Durante años, la Org del mar, que así llamaba él a su flota, erró por el Atlántico oriental, convencido su comodoro como lo estaba de que los nazis y los rojos le perseguían. Se llevaron a cabo burdos intentos ridículamente cómicos de hacerse con Rhodesia [hoy, Zimbabwe] y Marruecos. Una prueba de que Hubbard -ahora gordo, de cara flácida, impotente, con pelo en la espalda y los dientes podridos- había llegado a creerse su mitología es que su tripulación gastase meses enteros buscando los tesoros que recordaba haber enterrado en reencarnaciones anteriores».
«Los principios fundamentales de Cienciología son los siguientes: eres un ser espiritual inmortal. Tu experiencia se extiende más allá de un solo ciclo de vida y tus capacidades son ilimitadas, aunque no se hayan realizado en la actualidad». Por consiguiente, tus problemas mentales se extienden por milenios y los psiquiatras no pueden hacer nada, sólo pueden hacerlo los cienciólogos. Lo sorprendente es que, alrededor de una idea tan tonta y de un sujeto como Hubbard, se haya montado una lucrativa industria religiosa basada en la venta de libros, cintas y cursillos. Como dice Gardner, «evidentemente las estúpidas fantasías de Hubbard fueron pensadas para atraer a conversos a la Cienciología tan brillantes como John Travolta (el actor), Sonny Bono (ex marido de Cher), ese eminente parapsicólogo, Harold Puthoff, antes en el SRI International, y su superpsíquico más importante, Ingo Swan (TO)».
En 1981, cuando se publicó La nueva era, Tom Cruise no era la estrella de Hollywood que es, ni había hecho el ridículo en ruedas de prensa defendiendo el credo que profesa, ni se había casado -como hará hoy- con Katie Holmes siguiendo el rito de una religión inventada por un escritor de segunda para ganar una apuesta. Entonces, Hubbard todavía vivía. Ahora, se comunica desde el Más Allá con un grupo de chiflados que también sostiene estár en contacto directo con Jesús de Nazaret y otras entidades. Veamos un ejemplo de una sesión espiritista supuestamente celebrada el 22 de marzo de 2005, en la que pregunta un tal Horacio Velmont y el médium, a través del que se manifiesta Hubbard, responde al nombre de Jorge Olguín:
Horacio Velmont: ¿Cómo fue este asunto tan controvertido? Digo controvertido porque no se encontraron restos del avión que supuestamente impactó en el Pentágono. Además, el avión que se dirigía a este sector militar desapareció de los radares y jamás volvió a aparecer. Por otra parte, algunos hablan de un misil. ¿Hubo algún misil?
L. Ron Hubbard: Sí, hubo un misil, pero mejor comencemos por el principio. La historia es así: había un avión de línea que pesaba 60 toneladas, tenía 20.000 litros de gasolina. Estamos hablando de un avión con todo su potencial que sí se dirigía hacia el Pentágono comandado por un árabe que no tenía la más mínima idea de lo que era pilotar un Boeing.
H.V.: ¿Qué sucedió con ese avión?
L.R.H.: Hubo una especie de jugarreta. Hay un sistema planetario cuyos habitantes no tienen mucha vida.
H.V.: ¿Son humano o humanoides?
L.R.H.: Sus habitantes también son humanos, pues tienen el mismo ADN que los terrestres, pero no tienen la tecnología que tienen aquí a pesar de que pueden trasladarse de un mundo a otro en naves espaciales y pueden hacer viajes en el tiempo. Poseen incluso portales dimensionales. Cuando hablo de portales dimensionales no me estoy refiriendo a las aberturas como las de las películas de ciencia ficción, sino a agujeros de gusano o worm como hacían los extraterrestres de Orión 3 para pasar a otros mundos. Esto es lo que habían hecho ellos con su tecnología, pero les faltaba un investigador que pudiera lograr corregir la cadena de ADN porque su raza estaba muriendo.
H.V.: ¿De qué planeta estamos hablando?
L.R.H.: De un planeta llamado Bellatrix, Bellatrix IV. Su sol es azul o más bien de un tinte azulado. Pero continúo con la historia porque es muy importante para comprender lo que sucedió en el Pentágono.Hay razas que adelantan en una materia, como la de los viajes espaciales, y no adelantan en la otra, como en la del código genético. Esta raza ha hecho enormes adelantos en muchos temas, pero ello no impidió que su planeta se haya dividido en dos facciones, la del hemisferio Norte y la del hemisferio Sur. Entre ambos lados se había declarado una especie de guerra.
H.V.: Por lo que veo, en todos lados se cuecen habas.
L.R.H.: Así es. Los rebeldes del hemisferio Sur enviaban misiles a los habitantes del hemisferio Norte, que era la parte pacífica, para destruir sus ciudades. Estos misiles eran de un tipo energético que casi no dejaba huellas. Era un misil que directamente destruía lugares pero sin dejar ningún resto porque la misma materia del misil desaparecía al impactar. Estos seres podían viajar por portales dimensionales, para llamarlos de alguna manera, a otros mundos, y en un momento dado visualizaron al planeta Tierra mediante esos portales. Así como se ha dicho que había portales en las pirámides y los seres de Orión 3 podían viajar a través de ellos a su propio planeta, estos seres de Bellatrix IV lograron, con unos aparatos similares a los televisores terrestres, visualizar lo que sucedía en el 2001 en Estados Unidos. Así, vieron que había un avión de línea que se estaba dirigiendo al Pentágono con la intención de impactar allí.
H.V.: ¿El que pilotaba ese desquiciado y suicida piloto novato?
L.R.H.: Correcto. En ese avión de línea viajaban, además de los pasajeros de rutina, doctores, un embajador, y también había dos científicos expertos en biología molecular, esos que corrigen el ADN y cosas similares. Esto les interesó sobremanera a los seres de Bellatrix IV.
H.V.: ¿Y todo eso lo pudieron captar con sus aparatos?
L.R.H.: Sí, pero aparte viajaron por el tiempo un día antes y estudiaron todo el asunto.
H.V.: ¿Usted me quiere decir que estaban al tanto de todo porque habían viajado en el tiempo y lo habían averiguado?
L.R.H.: Tal cual. Y también sabían que iba a haber un atentado.
H.V.: ¡Vaya, qué interesante! ¿Y por qué no lo evitaron?
L.R.H.: No lo evitaron porque se desentendían de ese asunto, ya que su propósito era otro. Por lo general, los seres de otros mundos no se meten en los hechos conflictivos terrestres, ni políticos, ni territoriales.
H.V.: ¿Qué fue lo que hicieron en realidad?
L.R.H.: Aquí viene la parte que más va a traer debate entre los consultantes. Hicieron lo que en el planeta Tierra se llama doble jugada. Cuando el Boeing estuvo a pocos kilómetros del Pentágono le pusieron delante un portal dimensional y de esta forma se lo llevaron con todo el pasaje a Bellatrix IV.
Esta transcripción, tomada de la web del Grupo Elron, podría pasar, dada la agudeza del espíritu invitado, por una obra de Hubbard, pero también es cierto que no hace falta llamar al Más Allá para toparse con tonterías sobre los ataques el 11-S, que ahí están las del inimitable Bruno Cardeñosa. Pero da un poco de miedo pensar que gente como la del Grupo Elron anda suelta por la calle. ¿O no?
Nota publicada en Magonia el 18 de noviembre de 2006.