¿Nos han mandado seres de otros mundos mensajes cortos a bajo coste y no nos hemos enterado?

Gregory Benford, delante del observatorio de la Universidad de California. Foto: Steve Zylius/Universidad de California.
Gregory Benford, delante del observatorio de la Universidad de California. Foto: Steve Zylius/Universidad de California.

50 años después de empezar a buscar señales de radio extraterrestres, seguimos sin saber si hay alguien ahí. No es como para tirar la toalla, teniendo en cuenta las dimensiones del Cosmos, aunque el silencio absoluto lleva a algunos científicos a plantearse si la estrategia de rastreo es la adecuada. Quizá estemos buscando algo que no exista y, al mismo tiempo, estemos siendo bañados por emisiones alienígenas inteligentes codificadas para receptores que aún no hemos inventado, como una tribu del Amazonas empapada en señales de radio y televisión a pesar de no ser consciente de ellas.

«El 99% de la información del Universo viaja en señales electromagnéticas. Pero una supercivilización de millones de años que quiera comunicarse con otras a su nivel puede estar usando neutrinos, que no interaccionan con nada y son muy eficaces para el viaje a grandes distancias», me comentaba hace unos meses el astrofísico argentino Guillermo Lemarchand. Ahora, los físicos estadounidenses Gregory Benford, James Benford y Dominic Benford -los dos primeros, gemelos, y el tercero, hijo del segundo- plantean en el último número de la revista Astrobiology el papel clave de la economía en la comunicación interestelar y sugieren un reenfoque de la estrategia de los programas de búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés).

Los Benford se aproximan al asunto «desde el punto de vista del tío que paga la factura», en palabras de Gregory, además de físico de la Universidad de California, renombrado autor de ciencia ficción. «Nuestro abuelo -recuerdan- solía decir: «Hablar es gratis, pero el whisky cuesta dinero». Sea cual sea la forma de vida, la evolución opta por economizar los recursos. La emisión de señales es cara y transmitirlas a años luz requiere de considerables recursos». A quienes piensan que puede haber civilizaciones superavanzadas que no tengan que enfrentarse a algo tan molesto como la escasez de recursos y destinen lo que sea a SETI, los autores replican que, si fuera así, tendrían que haberse hecho notar hace tiempo en nuestro cielo. Como eso no ha pasado, hay que presumir que ese escenario de alienígenas sin problemas económicos no existe.

Un faro cósmico

Partiendo de ese presupuesto, examinan cuál es el método más eficiente que una civilización tiene para anunciar que existe y proponen algo parecido a un faro. «Esta aproximación es más como Twitter que como Guerra y paz«, ha indicado James Benford. La táctica consistiría en enviar periódicamente pulsos en dirección al centro de la o las afueras de la galaxia en las frecuencias de entre 1 y 10 Ghs, cuanto más alta mejor. La apuesta por transmitir cerca de los 10 GHz abarata costes, pero va contra la estrategia tradicional de SETI, que se ha concentrado en el rastreo en la banda del hidrógeno (1,42 Ghz), el elemento más abundante del Universo. A los extraterrestres, les bastaría con una antena de 0,9 kilómetros de diámetro para mandar un pulso de 35 segundos a toda la Vía Láctea una vez al año, según los físicos estadounidenses. Esos destellos tendrían «características muy diferentes a lo que los investigadores de SETI buscan».

Los Benford creen que puede que ya hayamos detectado accidentalemente algunas de esas emisiones esporádicas en nuestro rastreo de de largos mensajes ininterrumpidos. Y citan el ejemplo de la llamada señal Wow!, aparentemente inteligente, detectada el 15 de agosto de 1977 por un radiotelescopio de la Universidad del Estado de Ohio, que duró sólo 72 segundos y no ha vuelto a captarse desde entonces. ¿Es la señal Wow! una prueba de que no estamos solos?

Desde nuestro punto de vista, el del que escucha, ¿a dónde tendría que apuntar la oreja? Preferentemente, hacia el centro galáctico, porque entre esa región y la nuestra -los arrabales- estarían las civilizaciones más antiguas. «Las estrellas son ahí 1.000 millones de años más viejas que el Sol, lo que conlleva una alta probabilidad de contacto con una civilización avanzada que apunte sus receptores hacia el exterior más joven y menos concurrido de nuestra galaxia», dice Gregory Benford.

Benford, James; Benford, Gregory; y Benford, Dominic [2010]: «Messaging with cost optimized interstellar beacons». Astrobiology (New Rochelle), Vol. 10 – Nº 5 (junio), 475-490.

Benford, Gregory; Benford, James; y Benford, Dominic [2010]: «Searching for cost optimized interstellar beacons». Astrobiology (New Rochelle), Vol. 10 – Nº 5 (junio), 491-498.

Nota publicada en Magonia el 22 de julio de 2010.


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