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La Sociedad Europea de Física publica un artículo que defiende que el 11-S fue un autoatentado

La (des)información de Jaque al Neoliberalismo se basa en un artículo recientemente publicado en el último número de Europhysics News, la revista de la prestigiosa Sociedad Europea de Física. El artículo, titulado “15 years later: on the physics of high-rise building collapses” (“15 años después: sobre la física de los colapsos de los edificios de gran altura”) y de cuya existencia me ha avisado la investigadora Julia Krafttier, está firmado por Steven Jones, profesor retirado de la Universidad Brigham Young; Robert Korol, profesor emérito de la Universidad McMaster; Anthony Szamboti, ingeniero en la industria aeroespacial, y Ted Walter, de Arquitectos e Ingenieros por la Verdad del 11-S.

La verdad sobre los autores
Vayamos por partes: a la Sociedad Europea de Física le han metido los conspiranoicos un gol por toda la escuadra. Porque, aunque sólo Walter -que carece de formación en física o ingeniería- se identifica como miembro del colectivo de Arquitectos e Ingenieros por la Verdad del 11-S, los otros tres también son destacados portavoces del movimiento conspiranoico del 11-S. Jones es fundador de Académicos por la Verdad del 11-S, Académicos por la Verdad y la Justicia del 11-S, y Arquitectos e Ingenieros por la Verdad del 11-S. En 2006, llegó a un acuerdo con la Universidad de Brigham Young para abandonar el centro, que había abierto una investigación acerca de sus estudios sobre el 11-S. Además, fue uno de los participantes en el falso hallazgo de la fusión fría de 1989, junto con Martin Fleischmann y Stanley Pons. Anthony Szamboti es también miembro de Arquitectos e Ingenieros por la Verdad del 11-S y Robert Korol es un profesor jubilado que lleva años repitiendo que los ataques de Nueva York no fueron lo que fueron. Por lo que se ve, nadie en la Sociedad Europea de Física se tomó la mínima molestia de comprobar las credenciales de los autores antes de publicar el artículo. Por si cupiera alguna duda, Arquitectos e Ingenieros por la Verdad del 11-S presenta en su web el estudio como “nuestro artículo en Europhysics News”.

Les invito a contrastar las afirmaciones de estos cuatro autores con la investigación que hizo en su día un equipo de Popular Mechanics de las manipulaciones y falsedades sobre los ataques del 11-S, pero les adelanto por dónde hacen agua las ideas de Jones, Korol, Szamboti y Walter con un extracto de una anotación anterior.
Depués de tres años de investigación, el Instituto Nacional de Normas y Tecnología (NIST) estadounidense echó por Tierra concluyó en 2005 que el combustible en llamas de los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas cayó por los conductos de servicio y los huecos de los ascensores, extendiendo los daños a zonas de los rascacielos muy alejadas de los lugares de impacto. Lo mismo ocurrió en 1945 cuando un B-25 se estrelló contra el Empire State entre las plantas 78 y 80, y el combustible en llamas descendió por los huecos de los ascensores y causó graves daños en el hall del edificio. Además, en contra de lo que sostienen los autores del artículo de Europhysics News, los incendios declarados en las torres tras los impactos sí pudieron fundir el acero. Los 37.000 litros de combustible de cada uno de los aviones ardieron a entre 1.100º C y 1.200ºC, mientras que para fundir acero se necesitan 1.510º C. Lo que los conspiranoicos ocultan, cuando sostienen que eso demuestra que no fueron los choques los que causaron los daños catastróficos y hablan de demoliciones controladas, es que el acero pierde ya resistencia a sólo 400º C y, si el fuego alcanza los 1.000º C, sólo retiene el 10% de su fortaleza original. Y, en cuanto se empezaron a debilitar las estructuras, ya dañadas por los choques, el colpaso final de los dos rascacielos era algo previsible. El largo fuego incontrolado fue, por su parte, la causa del posterior colapso del edificio 7, que estuvo siete horas en llamas antes de irse abajo.
La Sociedad Europea de Física ha actuado de un modo irresponsable al dar alas a los conspiranoicos del 11-S e ignorar todos los estudios que contradicen lo que sostienen los autores del artículo que publica Europhysics News.
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Vega sostiene en ese texto que los medios de comunicación son «como loros amaestrados» que repiten «la versión oficial» del 11-S «sin cuestionarla lo más mínimo y dándola por cierta». Esto ya debería llevar al escepticismo a cualquiera: ¿todos los medios de comunicación participando en una conspiración y ninguno se desmarca y saca pruebas concluyentes de ese fraude planetario? El razonamiento de partida es tan ridículo como el de los antivacunas y homeópatas que acusan a la medicina oficial de ocultar la verdad. Aunque no es objeto de estas líneas analizar lo que dice el autor del artículo de Rebelión, voy a comentar uno de los puntos para que vean el rigor del autor.
Si quieren comprobar cómo lo que dice Vega se parece a la realidad tanto como Cuarto milenio, les recomiendo el libro Debunking 9/11 myths. Why conspiracy theories can’t stand up to the facts (Desmontando los mitos del 11-S. ¿Por qué las teorías de la conspiración no aguantan los hechos?, 2006), que resume una investigación del equipo de la revista Popular Mechanics de la que hay una versión en línea. En ese trabajo podrán ver, por ejemplo, cómo miente al afirmar que el derrumbamiento del World Trade Center fue consecuencia de demoliciones controladas porque «diversos estudios han concluido que era físicamente imposible que las torres se fueran al piso como resultado del choque (de los aviones), porque las temperaturas que se produjeron tras el impacto no alcanzaron el nivel necesario para fundir o debilitar la estructura de acero que sostenía los edificios, y porque, salvo las demoliciones controladas, nunca antes ni después se había visto una caída libre en la que los pisos inferiores, con todo su peso en hormigón y acero, no ofrecen ninguna resistencia a los pisos de arriba». La realidad es que los 37.000 litros de combustible de cada uno de los aviones ardieron a entre 1.100º C y 1.200ºC, mientras que para fundir acero se necesitan 1.510º C, pero el acero pierde ya resistencia a sólo 400º C y, si el fuego alcanza los 1.000º C, sólo retiene el 10% de su fortaleza original. Así que, en cuanto se empezaron a debilitar las estructuras, ya dañadas por los choques, el colpaso final de los dos rascacielos era algo previsible.

Por si no hubiéramos tenido suficiente con un PP que durante años ha respaldado la conspiración del 11-M apoyado por algunos medios de comunicación, hay cierta izquierda española que, quizás llevada por el antiamericanismo, hace lo propio sobre el 11-S. Y es que la estupidez no conoce fronteras ideológicas. Recuerden, por ejemplo, cómo en 2013 Beatriz Talegón, entonces secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas, planteaba que “detrás del 15-M puede estar la derecha” y cómo llegó a creerse que el falso documental Operación Palace demostraba que el golpe de Estado del 23-F fue un montaje de la clase dirigente para afianzar la democracia.
Siete claves ‘conspiranoicas’ del 11-S, desmontadas

1. Los terroristas carecían de la preparación necesaria para pilotar aviones comerciales y hacer lo que hicieron. Los secuestradores de los cuatro aparatos no tuvieron que realizar las maniobras más complicadas: el despegue y el aterrizaje. Los cuatro terroristas pilotos contaban con las horas de vuelo necesarias para llevar un avión de varios motores y habían hecho prácticas en simuladores de grandes aparatos. Su baja pericia a los mandos se reflejó en los bandazos que daban las aeronaves secuestradas, pero sus objetivos eran lo suficientemente grandes y visibles desde larga distancia como para que su misión fuera relativamente sencilla. «No era algo difícil», asegura Bryan Marsh, veterano instructor de la Escuela de Vuelo de Pilotos de Líneas Aéreas, en Debunking 9/11 myths.
2. El avión que chocó contra la Torre Sur del World Trade Center (WTC) llevaba adosada al fuselaje una bomba, un misil o un sistema de guía por control remoto. Los conspiranoicos aseguran que en algunas fotos y un vídeo del aparato que chocó contra la Torre Sur se ve en su panza, cerca del arranque del ala derecha, una especie de vaína que, al estar adosada al aparato y haber éste despegado sin problemas, demostraría que los atentados fueron planeados en Washington. Los peritos que han examinado esas imágenes no han encontrado ninguna prueba de algo extraño acoplado al fuselaje: se trata de un efecto óptico. Tampoco vieron nada los miles de personas que presenciaron el choque desde abajo en las calles de los alrededores. Además, los expertos puntualizan que armar una aeronave de pasajeros no es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana. Según Fred E.C. Culick, profesor de aeronáutica del Instituto de Tecnología de California, adosar armas a un avión de línea exigiría un gran trabajo de cableado, corte y soldadura de metal. «No es como meter una maleta más en el coche», dice.

4. Los incendios declarados en las torres tras los impactos no pudieron fundir el acero. Ni falta que hizo. Los 37.000 litros de combustible de cada uno de los aviones ardieron a entre 1.100º C y 1.200ºC, mientras que para fundir acero se necesitan 1.510º C. Lo que los conspiranoicos ocultan, cuando sostienen que eso demuestra que no fueron los choques los que causaron los daños catastróficos y hablan de demoliciones controladas, es que el acero pierde ya resistencia a sólo 400º C y, si el fuego alcanza los 1.000º C, sólo retiene el 10% de su fortaleza original. Y, en cuanto se empezaron a debilitar las estructuras, ya dañadas por los choques, el colpaso final de los dos rascacielos era algo previsible. El largo fuego incontrolado fue, por su parte, la causa del posterior colapso del edificio 7, que estuvo siete horas en llamas antes de irse abajo.
5. Los agujeros en la fachada del Pentágono son demasiado pequeños para haber sido causados por un avión comercial. Los daños en la fachada del cuartel general estadounidense parecen, realmente, pocos para haber sido producidos por un Boeing 757, pero tiene una fácil explicación: las alas del aparato se destruyeron antes de que éste impactara contra el edificio. Por si hubiera dudas, las simulaciones informáticas confirman que la colisión ocurrió así.

7. Las llamadas telefónicas de los pasajeros del Vuelo 93 son falsas porque, a más de 2.500 metros de altura, no podía haber cobertura para los móviles. Otra mentira más. Según la investigación de Popular Mechanichs, ya en 2001 era posible hablar por el móvil desde un avión de pasajeros en pleno vuelo. Diversos expertos confirmaban hace cinco años que la cobertura podría superar los 11.000 metros de altura. Paul Guckian, vicepresidente de la compañía de móviles Qualcomm, creía que la señal puede perderse hacia los 15.000 metros, cuando la altitud máxima que alcanzó el aparato de United Airlines que se estrelló en Shanksville (Pensilvania) fue de unos 12.500.
Naturalmente, siempre habrá quien continúe mintiendo a la opinión pública a cambio de dinero, que es de lo que en el fondo se trata cuando hablamos de falsas conspiraciones como las del 11-S y el 11-M. Pero ésa es otra historia.
Los terroristas están dirigidos por los Gobiernos contra los que luchan, dice ‘Rafapal’ en Radio Euskadi
Durante su intervención en la radio pública vasca, de la que me alertó el periodista Javier Sánchez-Beaskoetxea, Rafapal defendió disparates como que Al Qaida está dirigida desde la Casa Blanca y que todos los grupos terroristas son creaciones de los Gobiernos contra los que aparentemente luchan. Según él, las Brigadas Rojas, los Grapo, el FRAP, la Baader-Meinhof y otras bandas terroristas fueron obra de los servicios secretos de Occidente. La entrevistadora no le pidió ninguna prueba; se limitó a jalear al personaje calificándole de «valiente». Y él, astuto, no citó a ETA, supongo que para evitar que los oyentes de la radio pública vasca sufrieran un ataque de indignación. Sin embargo, en su web, Rafapal lo dice bien claro: «ETA no existe. Es una Operación Gladio, uno más de los ejércitos secretos de la OTAN. Una bandera falsa más. Un timo para dividir a la población y jugar con las ansias de seguridad de los timoratos que creen en el Sistema».
Que hable Rafapal en Hágase la Luz -pueden escuchar la entrevista al final de estas líneas- no me sorprende. En los últimos meses, he constatado la inclinación de ese programa por servir de altavoz a la anticiencia y la superstición. Recuerden, por ejemplo, cómo en noviembre promocionó a un charlatán curalotodo que vende remedios contra el cáncer y el sida. Al igual que en el caso de Radio Nacional de España y Espacio en Blanco, me indigna que Radio Euskadi, como medio público, se convierta en un aspersor de la irracionalidad.