Cazafantasmas y ‘black metal’

Ilustración: Iker Ayestarán.
Ilustración: Iker Ayestarán.

Tiene que ser un fastidio comprarse o construirse una bonita casa, mudarse a ella ilusionado y comprobar que está encantada. Y más cuando se trata de espíritus con tan malas pulgas como los de Poltergeist (1982), la película de Tobe Hooper. Por fortuna, los casos de okupas del Más Allá violentos se reducen a los llevados a la pequeña y gran pantalla en producciones basadas en hechos tan reales como las aventuras de Buffy la cazavampiros y las del padre Fortea contra Satanás. Eso no impide que en algún momento haya gente convencida de que su hogar sufre una invasión espectral, sienta la necesidad de recurrir a un cazafantasmas y no encuentre la solución en las páginas amarillas.

El psicólogo Robert Baker, de la Universidad de Kentucky y estudioso de los fenómenos paranormales, se enfrentó durante años con éxito a los espectros en Estados Unidos, donde un tercio de la población cree en fantasmas. «El secreto para tratar con los espíritus -en particular, con los malignos y espantosos- es luchar contra el miedo con el miedo», explicaba en 1986. Baker murió hace cuatro años y seguro que le hubiera gustado que otros profesionales de la salud mental se aprovecharan de su experiencia como exorcista, en la cual no utilizaba ni agua bendita ni ningún otro elemento de complicada obtención.

Si usted tiene un equipo de música con unos buenos altavoces y discos de black metal -de la música más estridente que se le ocurra o de efectos especiales de artillería, tormentas, sirenas…-, ya tiene la mitad de la carrera hecha. Para la otra mitad, adquiera o alquile un potente juego de luces estroboscópicas, esas mareantes de discoteca. No es obligatorio leer ningún libro sobre fantasmas, aunque puede hacerlo para pillar la jerga.

Guerra con los espíritus

Supongamos que ha contratado sus servicios una familia que vive en una casa de campo. El día señalado va con todo el equipo, incluidas unas orejeras y unas gafas de sol para su protección personal. Los habitantes de la casa pasarán la noche fuera mientras usted se enfrenta a los espíritus. Antes del anochecer, repartirá las luces mareantes por todas las estancias e instalará el equipo de música. Y pedirá a sus clientes que, antes de irse, asistan a los primeros minutos del ritual, en los que usará su arsenal a la máxima potencia para que «sientan los efectos de la luz y el sonido, y se den cuenta de lo que los infortunados fantasmas van a tener que soportar». Una vez que la familia abandone la casa, con la idea de que allí no va a haber quien pare hasta el amanecer, apaga todo y a dormir.

Baker comprobó que no había espíritu que reapareciera tras una serenata de ese tipo, para la que hay que tomar precauciones especiales en pisos y adosados, donde es mejor evitar los disparos si el cazafantasmas no quiere acabar en comisaría. Además, la música muy alta tiene un peligro añadido. «El uso del rock duro -es lo que utilizaba Baker en sus tiempos, y una demostración de que todo evoluciona y no necesariamente a mejor- puede atraer hordas de adolescentes que tomen su trabajo por una fiesta». Aunque eso, bien pensado, también echaría a los espíritus.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 9 de agosto de 2009.


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