A finales de los años 70 del siglo pasado, yo había empezado a colaborar con Vicente-Juan Ballester en el estudio de casos antiguos de observaciones de ovnis a baja altura, lo que en la jerga ufológica se denomina aterrizajes. Y fue Ballester quien me puso en contacto con Félix Ares, Juan Marcos Gascón, Gabriel Naranjo, Luis Miguel Ortega, Francisco Javier Pereda y José Antonio Sánchez. Con Ares, comencé a intercambiar correspondencia y llamadas telefónicas a mediados de 1983 para ver si le interesaba el llamado caso de Zurbaran, un barrio de Bilbao en el que una familia había grabado el sonido de un ovni, que al final resultó ser el canto de un sapo partero; con Gascón, empecé aquel mismo año a examinar algunos sucesos ovni sobre el terreno; y al resto de compañeros los conocí a principios de 1984.
El grupo de Bilbao estaba formado por Naranjo, Ortega, Pereda, Sánchez, Ángel Rodríguez -con quien tenía contacto desde 1981- y yo. A pesar de las diferentes edades, pronto se convirtió en una cuadrilla de amigos que, además de estar interesados -sobre todo- en pasárselo bien, compartían la curiosidad por el fenómeno ovni. Solíamos mantener encuentros ocasionales con Luis Hernández Franch (1908-1986), que había sido radiotelegrafista y publicista, y que fue el primero al que escuchamos hablar de los trabajos de Philip J. Klass y otros renombrados escépticos. Gascón, un valenciano que vivía en Vitoria, se unía a nosotros en la capital vizcaína en cuanto podía; todos admirábamos su perspicacia a la hora de analizar cualquier suceso aparentemente inexplicable. Años después, cuando Gascón se trasladó a vivir a cientos de kilómetros del País Vasco y dejó la ufología, lo sentimos hondamente. A principios de los años 80, Ares vivía en San Sebastián retirado del mundo de los ovnis. Aunque estaba suscrito a The Skeptical Inquirer y tenía una pequeña biblioteca escéptica, hacía tiempo que había dejado de interesarle el fenómeno de los platillos volantes, que consideraba un mito de la era espacial. Aún así, el entusiasmo del grupo de Bilbao y la cercanía de Jesús Martínez -un joven viejo compañero de aventuras ufológicas por Guipúzcoa- y la abogada Lidia Larramendi le animaron a volver a las andadas.
Durante un par de años, diferentes miembros del colectivo investigaron avistamientos de ovnis, ocurridos en el País Vasco y comunidades limítrofes, que habían publicado escritores como Juan José Benítez. El resultado fue que la realidad rara vez casaba con lo contado por los superventas de la ufología. Un platillo volante que casi había aterrizado en Mungia (Vizcaya) se convertía en una constelación; un extraño extraterrestre visto en un barrio de Bilbao, en un motorista; una nave alienígena a baja altura en un pueblo de Navarra, en un tractor al que daba el sol de lleno… Nuestras investigaciones -si cabe llamarlas así- las dábamos a conocer en Cuadernos de Ufología (CdU), la revista que había creado el sevillano José Ruesga Montiel y que aglutinaba a lo más cabal de la ufología ibérica. Pronto, sin embargo, CdU empezó a ser para nosotros demasiado crédula y nos sentimos con necesidad de ir por nuestra cuenta.
«¿Qué te parece el nombre de ARIFO? Alternativa Racional para la Investigación del Fenómeno Ovni». Estas dos frases cerraban una carta de Félix Ares que me llegó el 25 de febrero de 1985. La misiva no tenía fecha en el encabezamiento; pero sé el día que la recibí porque, inmediatamente, envié a Ares y a Gascón otra carta contándoles que acababa de llegarme la del primero y que el nombre que proponía para nuestro grupo me gustaba. Al resto de los compañeros de Bilbao también y así nació ARIFO, el colectivo que casi dos años más tarde daría origen a Alternativa Racional a las Pseudociencias (ARP), hoy ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico. El primer número del boletín de ARIFO, un fanzine puro y duro, acabó de confeccionarse el 7 de julio de 1985. Tal día como hoy hace veinte años, Ares me lo enseñó durante una visita a Lekeitio (Vizcaya), donde yo pasaba las vacaciones con mis padres. Era un pastiche de páginas redactadas con diferentes máquinas de escribir y, por tanto, distintos tipos de letra. Fue entrada la segunda quincena de ese mes cuando lo empezamos a enviar a gente ajena al grupo, lo que visto hoy en día me parece una osadía increíble; pero es que eran otros tiempos. Con el número siguiente, ya decididos a sacar adelante una publicación periódica, el boletín pasó a llamarse La Alternativa Racional por una razón muy tonta: el nombre no debía ocupar toda la portada, como hubiera ocurrido si lo hubiéramos llamado Alternativa Racional para la Investigación del Fenómeno Ovni.
El nombre de la primera organización española dedicada a combatir la pseudociencia es heredero del de ARIFO y del de su publicación. Jamás nos planteamos en aquellos primeros días abandonar Alternativa Racional como parte de la denominación del grupo. El problema era completar el nombre, algo que ahora puede parecer una tontería, pero que no nos resultó tan fácil en aquel momento, simplemente porque todo lo que estábamos haciendo era nuevo. La ampliación de los objetivos de ARIFO había sido desde el principio la meta que nos habíamos marcado Ares y yo, que mirábamos al otro lado del Atlántico, al Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP), de cuya revista, The Skeptical Inquirer, Ares me había pasado varios ejemplares. En las páginas de The Skeptical Inquirer, encontré la inspiración. En los números correspondientes a 1985, figuraba entre las asociaciones escépticas locales estadounidenses una cuyo nombre nos iba al pelo: la Organización de Colorado para una Alternativa Racional a la Pseudociencia (CO-RAP). De ahí viene el nombre de ARP, del lejano Colorado.
La idea de rebautizar el grupo -con vistas a una posible legalización- como Alternativa Racional a las Pseudociencias (ARP) se cita por primera vez en una carta que mandé a Ares el 12 de septiembre de 1985, en la cual le aconsejaba que comunicara a un común amigo lo que quienes formábamos ARIFO queríamos ser con el paso del tiempo: «Esperamos en un futuro ser una división de la Alternativa Racional a las Pseudociencias». Ésa era nuestra pretensión entonces, que se uniera a nosotros gente con conocimientos de otras pseudociencias y quedarnos nosotros en el nicho ufológico. Nueve meses después, el 2 de junio de 1986, le contaba a Ares que estaba «redactando unos estatutos lo más completos posibles», tarea que acabé en septiembre. Según otra carta posterior que dirigí a Gascón, el 4 de noviembre de 1986 los estatutos de ARP ya estaban en Madrid, después de que Ares los presentó en San Sebastián como presidente de la nueva asociación. Alternativa Racional a las Pseudociencias (ARP) fue inscrita el 12 de marzo de 1987, tal como figura en su ficha en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior.
Los primeros años fueron difíciles y bonitos. Difíciles porque tuvimos que aprender a hacer casi todo y porque no todo lo hicimos bien. Bonitos porque nos sobraba ilusión. Poco a poco, en la segunda mitad de los años 80, se fueron uniendo a nosotros Mario Bohoslavsky, en aquel entonces redactor jefe de la revista Algo, el ingeniero madrileño Álvaro Fernández y el médico bilbaíno Víctor-Javier Sanz. Y, lo que también era importante, contamos desde el principio con el apoyo expreso del CSICOP, que Paul Kurtz me manifestó en una carta personal en septiembre de 1985. Kurtz me ha dado cumplidas muestras de su amistad durante los últimos veinte años, y el CSICOP ha respaldado a los escépticos españoles siempre que se le ha pedido, empezando por permitir la publicación gratuita de traducciones de los artículos aparecidos en su revista. Por mi parte, dejé la secretaría de ARP a finales de los 80 y estoy desvinculado de la entidad desde hace dos años y medio.
No sé cuántas veces he contado la historia de los orígenes de ARP en tertulias con amigos escépticos; pero ésta es la primera vez que la pongo por escrito y con detalle (hasta hace medio año, nunca había comentado a nadie el origen estadounidense del nombre de la asociación). Lo hago porque por fin he tenido tiempo de revisar varias carpetas de papeles que contienen correspondencia de la época -todas las cartas que recibí y copias de todas las que mandé-, a partir de la cual se pueden fijar fechas, evitando los errores propios de la memoria. Era una deuda que tenía pendiente conmigo mismo y con quienes en aquel momento pusieron, con sus aciertos y sus errores, los cimientos de lo que hoy es el movimiento escéptico español: Félix Ares, Juan Marcos Gascón, Lidia Larramendi, Jesús Martínez, Gabriel Naranjo, Luis Miguel Ortega, Francisco Javier Pereda, Ángel Rodríguez y José Antonio Sánchez.
Nota: la base documental de esta historia son decenas de cartas con ufólogos y escépticos españoles y extranjeros, que forman parte del archivo del autor. Además, Gabriel Naranjo y Luis Miguel Ortega, ambos fundadores de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y ante todo amigos, han hecho importantes aportaciones en aras de la precisión.
Nota publicada en Magonia el 7 de julio de 2005.