Hace falta mucho valor para sacar adelante una revista crítica sobre el fenómeno ovni. Y más en los tiempos que corren, con la ufología en coma después de los golpes mortales que han supuesto para su siempre escaso crédito la moda de las abducciones y todo el montaje de Roswell, hábilmente explotados por autores sin escrúpulos algunos de los cuales ahora pretenden convencernos de que nunca dijeron lo que dijeron. Sinceramente, creo que ya no hay recuperación posible, aunque, como los mitos tienden al reciclaje, sólo el futuro sabe qué será de la creencia en los platillos volantes dentro de unas décadas. Ahora, cuando se cumplen cuarenta años desde que se público la historia del secuestro de Betty y Barney Hill en la revista Look y nació el prototipo del extraterrestre gris, cabezón y de grandes ojos amenazadores, La Nave de los Locos nos deja para siempre. Habrá quien diga que, como apunta el Eclesiastés, hay un tiempo para cada cosa y no corren buenos, precisamente, para una publicación como ésta. Pero es que nunca los ha habido. Puede haber tiempos más o menos buenos para una creencia determinada, pero, para su análisis racional, los buenos tiempos son un espejismo en la sociedad en la que vivimos.
Eso por no hablar del voluntarismo. La ufología ha vivido de él, como ahora el escepticismo; pero el voluntarismo tiene un límite. La Nave… fue echada a la mar en abril de 2000 por dos locos -Sergio Sánchez y Diego Zúñiga- que, seguramente, entonces creían que el proyecto iba a sobrevivir siempre que tuvieran algo de tiempo para sacarlo adelante. El problema es que hacer las cosas bien -como ha sido el caso de esta publicación- no exige algo de tiempo, sino mucho. Quien nunca ha participado de la edición de una revista como ésta puede pensar que hacerla es fácil: basta con reunir un manojo de originales, realizar un diseño sencillo, intercalar ilustraciones y fotos aquí y allá, ir a la imprenta… ¡y ya está! Hay publicaciones de aficionados que se hacen así, y se nota porque acaban siendo un simple montón de artículos sin orden ni concierto. Dar coherencia a cada número de una revista exige mucho más, exige planificación a medio plazo, saber lo que se quiere e intentar llevar a casa de cada suscriptor con cada número un producto completo que no deje a nadie insatisfecho. Eso ha sido La Nave… y no es sencillo conseguirlo.
Hace ya demasiados años, cuando desapareció la revista argentina Ufo Press, me sentí huérfano. Estuve suscrito a ella un tiempo, pero no sé por qué dejé de recibirla. Eran otros tiempos, no existía Internet y seguro que había una conspiración para impedir que Ufo Press llegara a mis manos. Todavía guardo como un bien preciado los números que recibí de aquella revista. Por fortuna, de La Nave… tengo la colección completa. Tardé en suscribirme por pereza, cansado de publicaciones ufológicas que hacía tiempo que no aportaban nada, y por las dificultades para abonar la suscripción desde Europa. Pero, al final, me rendí ante la evidencia gracias a los artículos que leía en su web. Suelo ser fiel a las publicaciones que me satisfacen: hace no sé cuántos años que llega a mi buzón mensualmente la estrafalaria y divertida Fortean Times, y recibo Cuadernos de Ufología desde 1983. No esperaba que La Nave… desapareciera, y menos tan pronto; pero tampoco soy tan ingenuo como para pensar que el periodismo profesional iba a dejar a Diego Zúñiga tiempo suficiente como para hacer la revista que él quería hacer y yo leer. Como él, soy un apasionado del análisis ufológico y del periodismo. Por eso, me entristecí profundamente cuando anunció que esta revista -en la que han aparecido reflexiones de los mejores analistas del mito ovni- tenía los días contados; por eso, estoy seguro de que pronto volveremos a encontrarnos en alguna otra aventura editorial. A fin de cuentas, más difícil era que llegáramos a conocernos en persona y lo hicimos hace un año en Buenos Aires, en un encuentro que repetiré en cuanto pueda. Guarden conmigo un minuto de silencio por La Nave…, pero no más, que hay mucho trabajo ahí fuera.
Diego, Sergio, hay que estar locos para embarcarse en una aventura como la que emprendisteis hace seis años. ¡Gracias por haberlo hecho!
Publicado en el último número de la revista La Nave los Locos (Nº 36) en octubre de 2006 y en Magonia el 1 de enero de 2007.