Nikola Tesla y los marcianos

Artículo de Nikola Tesla en 'The New York Times', en 1909.
Artículo de Nikola Tesla en ‘The New York Times’, en 1909.

«De todas las pruebas de estrechez de miras y locura, no conozco ninguna mayor que la estúpida creencia de que este pequeño planeta es el único donde hay vida y que todos los cuerpos celestes son objetos abrasadores o pedazos de hielo. Seguramente, algunos planetas no están habitados, pero otros sí, y en éstos tiene que existir vida bajo todas las condiciones y fases de desarrollo», escribía Nikola Tesla (1856-1943) en The New York Times en 1909. El inventor serbio reconocía que no había, de momento, pruebas concluyentes de que Marte estuviera habitado, pero no lo descataba, ni mucho menos. Y abogaba por las señales de radio como la mejor vía para comunicarse con los extraterrestres.

Tesla ya había creído en 1899 haber captado señales procedentes de Marte en su laboratorio de Colorado Springs. Lo cuenta Miguel A. Delgado en el prólogo a la edición española de Yo y la energía (2011), la autobiografía del genio. Escribió en una carta a la Cruz Roja de Nueva York en la Navidad de 1900:

He observado fenómenos eléctricos que parecen inexplicables. Por muy débiles e inciertos que sean, me han convencido de que dentro de poco todos los seres humanos de este mundo volverán sus ojos, como uno solo, hacia el firmamento, con sentimientos de amor y reverencia, emocionados por una alegre noticia: «¡Hermanos! Tenemos un mensaje de otro mundo, desconocido y remoto. Dice: uno… dos… tres…».

Delgado recuerda que Tesla «hizo el anuncio acompañado de la solemnidad que el hecho requería, estableciendo toda una teoría de cuál sería la mejor manera de establecer contacto con otras civilizaciones». En el artículo de The New York Times de 1909, y en otro publicado en The New York Herald el 12 de octubre de 1919 que se recoge en el libro Firmado: Nikola Tesla (2012), muestra su entusiasmo por los conocimientos que puedan transmitirnos los extraterrestres, aunque teme que, para cuando alcancemos el nivel de desarrollo necesario, sea demasiado tarde en el caso de los marcianos.

Un mundo agonizante

Nikola Tesla. Foto: Napoleon Sarony.
Nikola Tesla. Foto: Napoleon Sarony.

A principios del siglo pasado, la visión más común de Marte era la de un mundo agonizante cuyos habitantes habían construido una red de canales para llevar agua desde los casquetes polares hasta latitudes ecuatoriales. La inmensa obra de ingeniería se consideraba una prueba de la avanzadísima civilización que poblaba el planeta rojo. Así, en 1911, The New York Times informaba a toda página de cómo las últimas observaciones de Percival Lowell revelaban que los marcianos habían construido «dos inmensos canales en dos años», un «tiempo increíblemente corto».

Ocho años después, Tesla consideraba posible que hubiera seres inteligentes en Marte, sobre todo porque «sus cambios periódicos, que han sido estudiados exhaustivamente por el difunto Percival Lowell, son un fuerte argumento a favor de la suposición de que está poblado por una raza inmensamente superior a la nuestra en cuanto al dominio de las fuerzas de la naturaleza». Su miedo era que los marcianos se extinguieran antes de que entráramos en contacto y no pudieran hacernos partícipes de «los secretos que deben haber descubierto en su lucha contra los elementos despiadados». No dudaba en calificar de «tragedia» que un día descubriéramos que nuestros vecinos habían intentado comunicarse con nosotros y no habían podido hacerlo por nuestro atraso tecnológico.

¿Cuál era el origen de la misteriosa señal de radio captada por Tesla en 1899, cuando creía que nadie en la Tierra podía ser el emisor? Paradójica e involuntariamente, el que en detrimento del serbio fue considerado durante décadas el inventor de la radio, el italiano Guglielmo Marconi. «Estaba realizando, al otro lado del océano, pruebas de transmisión a distancia de varios kilómetros, e incluso de barcos a tierra, como paso previo a su inminente transmisión transoceánica. Si la instalación de Tesla tenía tan gran alcance y sensibilidad, no resulta descabellado suponer que, en realidad, la señal rítmica que captó en Colorado era la que su gran rival utilizaba para testar sus propios instrumentos en Gran Bretaña», apunta Delgado, en Yo y la energía, citando como fuente al Marc J. Seifer, biógrafo del científico serbio. Tesla nunca lo supo y hasta llegó a reclamar el premio Guzman para quien primero entablase comunicación con extraterrestres, convocado en 1900 por la Academia Francesa de Ciencias, dotado con 100.000 francos y que excluía expresamente a los marcianos porque contactar con ellos se consideraba algo demasiado fácil.

El Ejército de EE UU, a la escucha de los extraterrestres

El artículo de Tesla en The New York Herald estuvo motivado por el anuncio del astrónomo David Todd de que iba a lanzar un globo hasta los 15.000 metros para intentar comunicarse con los marcianos. El científico serbio no creía posible que se consiguiera nada porque «lo que se gana en altura se contrarresta mil veces por la imposibilidad de utilizar aparatos de emisión y recepción potentes y complejos».

Cinco años después, Todd, que había dirigido el departamento de Astronomía de la Universidad de Amherst, pidió a Washington que el Ejército y la Marina guardaran silencio radiofónico durante algunos momentos del 23 y el 24 de agosto de 1924, cuando la Tierra y Marte estaban muy cercanos, para evitar interferencias con posible señales procedentes del planeta rojo. El Departamento de Guerra estadounidense no suspendió sus emisiones de radio, pero sí colaboró en la escucha. Los operadores de radio militares estuvieron aquellos días atentos a cualquier señal extraterrestre, pero la primera operacion masiva de escucha de alienígenas fue un fracaso.

Los canales y la posible existencia de seres inteligentes en Marte se desvanecieron en los años 60 con las primeras sondas robot que visitaron el planeta. Sin embargo, la idea de Tesla de intentar comunicarse por radio con seres de otros mundos está en la base de la búsqueda científica de inteligencias alienígenas, que recibió su impulso definitivo cuando los físicos Giuseppe Cocconi y Philip Morrison propusieron intentar captar mensajes de radio de otros mundos en un artículo publicado en la revista Nature el 19 septiembre de 1959. “La probabilidad de éxito es difícil de calcular; pero, si no buscamos, es de cero”, concluían. Nikola Tesla había tenido la misma idea sesenta años antes.

Nota publicada en Magonia el 26 de noviembre de 2012.


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