Creer no hace daño a nadie. Es lo que suele decirse aunque, en realidad, sí que hace daño. Y mucho. Para empezar, quien pone su fe en afirmaciones sin base científica o racional se daña a sí mismo por el mero hecho de depositar la confianza en individuos que no hacen lo que aseguran hacer o en seres o fuerzas que no existen. Además –dejando a un lado los fanatismos religiosos, cuyas terribles consecuencias conocemos todos–, en muchas ocasiones la fe en lo extraordinario quebranta gravemente el bolsillo, la salud, a los seres queridos y hasta al conjunto de la sociedad. Este libro analiza los riesgos de fenómenos sociales contemporáneos que mucha gente considera inofensivos: la creencia en personas capaces de comunicarse con los muertos y con otros poderes sobrenaturales, la tecnofobia y el auge de las mal llamadas medicinas alternativas.
Sondeos hechos en los últimos años apuntan que entre el 20 % y el 25 % de los españoles cree en la astrología, y algunos menos en el espiritismo y en los adivinos. Incluso entre los ateos, el destino está escrito en las estrellas para más del 15 % y alrededor del 10 % considera posible comunicarse con los muertos. Hablamos de millones de personas: gente que lee el horóscopo del periódico como si fuera el pronóstico del tiempo, va a la consulta del tarotista o médium como quien acude a la del psicólogo, y llama a los servicios telefónicos de videncia o a los espacios televisivos de adivinación y espiritismo como quien consulta al médico. El de los brujos es, sin duda, un gran negocio. Como lo es la denominada medicina alternativa.
No hay barrio de cualquier gran ciudad española sin acupuntor, iridiólogo, homeópata, quiropráctico, reflexólogo, practicante del reiki o de cualquier otra terapia exótica, generalmente presentada como oriental y milenaria, aunque muchas veces no sea ni lo uno ni lo otro. La mayoría de las farmacias vende homeopatía, productos con presentaciones similares a las de los medicamentos, pero que no lo son porque no han demostrado efectividad alguna, para los cuales no es necesario receta y que, sin embargo, algunos médicos recomiendan contra dolencias graves. Y un número creciente de padres opta por no vacunar a sus hijos porque no cree que las vacunas sirvan para algo; es más, muchos piensan que causan graves trastornos. Este último es, como veremos, el ejemplo más claro de colectivo social cuya superstición pone en peligro no solo a sus hijos, sino también a mucha otra gente.
Si alguna vez ha ojeado el horóscopo o –como yo– se ha quedado hipnotizado ante un adivino televisivo, si le sorprende que los espíritus transmitan a un médium intimidades tanto de personajes populares como de gente de la calle, si conoce a alguien con homeópata, quiropráctico o acupuntor de cabecera, encontrará en estas páginas respuestas a preguntas que seguramente se habrá hecho en alguna ocasión: ¿hay personas que ven el futuro?, ¿condicionan las estrellas nuestras vidas?, ¿es verdad que los muertos hablan con ciertos individuos?, ¿por qué las medicinas alternativas se llaman así?, ¿por qué la medicina pública no cubre tratamientos que a mucha gente parecen ir bien para superar enfermedades?
Dar con las respuestas a esas preguntas exigirá, a veces, desviarnos de la ruta directa para comprender mejor el fenómeno del que hablemos, sus orígenes y realidad. Porque el objetivo último de este libro no es que usted crea lo que yo le cuente, sino que se pare a pensar y forme su propia opinión, y también que aprenda a ver más allá de lo que muchas veces vemos cuando nos enfrentamos a lo aparentemente extraordinario. Para eso, además de las fuentes que cito en cada capítulo –con la dirección de internet donde encontrarlas, si es el caso–, al final incluyo la lista de libros consultados para quien desee ir más allá.
Empecé a interesarme por los misterios paranormales en la adolescencia, hace bastantes años. Al principio mi curiosidad se centró en las observaciones de platillos volantes. El fenómeno ovni todavía me apasiona, pero por razones distintas a las de los quince años. Entonces me intrigaba la causa física de las visiones de ovnis y creía que podía haber algo revolucionario detrás, incluidas –¡por qué no!– inteligencias no humanas. Ahora lo que me atrae son los orígenes culturales y la construcción del mito de los visitantes extraterrestres. Una vez que los platillos volantes se cayeron de mi panteón de misterios, amplié poco a poco mi campo de intereses a otros enigmas paranormales e incluso a las llamadas terapias alternativas. El replicante Roy Batty dice en Blade runner (1982), poco antes de morir, que ha visto cosas que los humanos no creeríamos. Yo también he visto en casi cuatro décadas cosas increíbles. De algunas trata este libro.
Publicado en mayo de 2015, bajo el título de «Creer hace daño», como introducción de El peligro de creer (Léeme Libros), libro de Luis Alfonso Gámez prologado por Jose A. Pérez Ledo.