La tercera ley de Clarke dice: «Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia». La formuló el escritor británico de ciencia ficción Arthur C. Clarke en 1973, en la edición revisada de su libro Perfiles del futuro. Cinco años antes, él (como guionista) y Stanley Kubrick habían llevado este concepto al cine en 2001: una odisea del espacio, película sobre la que mucha gente tiene aún una idea errónea. Seguro que conoces a alguien para quien el famoso monolito de la historia es una suerte de instrumento divino. Y lo es, pero no en el sentido clásico de divinidad, sino en el de quienes proponen que nuestros antepasados fueron ayudados en su desarrollo por extraterrestres a los que luego elevaron a los altares.
Comienzo del reportaje publicado en la revista Muy Interesante (núm. 451, diciembre de 2018).
Nota publicada en Magonia el 27 de noviembre de 2018.