Vade retro, Satanás

Los padres Karras y Merrin intentan sacar al demonio de la pequeña Regan, en 'El exorcista'.
Los padres Karras y Merrin intentan sacar al demonio de la pequeña Regan, en ‘El exorcista’.

El último sacerdote vivo implicado en los hechos en los que se basó William Peter Blatty para su novela El exorcista murió el 1 de marzo de 2005 en Wisconsin, Estados Unidos. Se llamaba Walter H. Halloran, tenía 83 años y era jesuita. En 1949, cuando estaba en el seminario, auxilió al padre William Bowdern en lo que años después, gracias al cine, se convirtió en el más famoso combate de un hombre con el Maligno.

«El exorcista es un fenómeno cultural contemporáneo», sostiene el escritor estadounidense Mark Opsasnick, que a finales de los años 90 se sumergió en la historia para desentrañar lo que había de realidad en ella. La novela llegó a las librerías en 1971 y fue un éxito de ventas. Dos años después, William Friedkin trasladó el duelo entre los padres Merrin y Karras y Satanás a la pantalla grande. La truculencia de varias escenas -la cabeza de la joven poseída girando locamente, su rostro plagado de llagas, los vómitos…- echó a algunos espectadores de las salas de proyección, donde hubo más de un ataque de histeria. Lo más sobrecogedor, no obstante, era que la historia de la pequeña Regan estaba basada en hechos reales.

El comienzo

Blatty aseguraba que El exorcista se había inspirado en una noticia que había leído en 1949, cuando estudiaba Literatura Inglesa en la Universidad de Georgetown. La había publicado The Washington Post y estaba protagonizada por un adolescente de 14 años de un barrio humilde de Mount Rainier (Maryland), al que unos sacerdotes católicos habían liberado de Satanás. Uno de los religiosos había llevado un diario de los hechos, al que el novelista tuvo acceso.

El poseído -identificado como Roland Doe (Rolando Nadie) para respetar su intimidad- fue objeto de un exorcismo oficiado por el padre Albert Hughes en el Hospital Universitario de Georgetown. Pero este primer ritual no dio el resultado deseado. Cuando el cura recitaba plegarias para expulsar al Diablo, el joven le hirió en un brazo con un muelle del colchón. El sacerdote sufrió una crisis nerviosa y, poco después, murió. El exorcismo definitivo corrió a cargo del padre Bowdern y se celebró en el Hospital de los Hermanos Alexianos, en San Luis. Los sacerdotes Raymond Bishop, autor del diario, y Walter H. Halloran asistieron al exorcista mientras el adolescente, muy violento, gritaba, maldecía y blasfemaba.

Entre octubre de 1997 y octubre de 1998, Mark Opsasnick se propuso averiguar si la historia real difería de la popular en aspectos claves, además del sexo y la edad del protagonista: el chico de 14 años que en El exorcista era una chica de 12. Pasó «cientos de horas charlando con los vecinos más viejos de Mount Rainier», y llegó a hablar con Halloran y con el menor, aunque no reveló su identidad. Los resultados de la investigación vieron la luz en Strange Magazine, una revista estadounidense, y una versión resumida se publicó en la británica Fortean Times.

La realidad

La niña Regan MacNeil (Linda Blair) en una escena de 'El exorcista'.
La niña Regan MacNeil (Linda Blair) en una escena de ‘El exorcista’.

Lo primero que constató Opsasnick es que la historia había ocurrido en Maryland, pero no en Mount Rainier, sino en Garden City, en el seno de una familia luterana de origen alemán que tenía un hijo de 14 años, al que él llama Rob Doe. Los fenómenos extraños comenzaron pocos días después de que en la casa empezaran a jugar con la güija, la tabla con el alfabeto usada por los espiritistas parta contactar con el Más Allá.

El 18 de enero de 1949 se empezó a oír ruido de arañazos en el cuarto del joven, donde la cama se movía y los objetos salían disparados por los aires. El adolescente creía estar poseído. Nueve días después, moría de esclerosis múltiple a los 54 años tía Tilly, la mujer que había iniciado a la familia en el espiritismo. A partir de ese momento, la madre de Rob no tuvo muy claro si detrás de la posesión de su hijo estaba el Diablo o la pariente fallecida. Preocupados, los padres mandaron al niño a pasar una noche con un pastor evangelista, que acabó llamando a un médico que recetó fenobarbital -un sedante- a toda la familia.

A finales de febrero y principios de marzo, Rob permaneció ingresado tres días en el Hospital Universitario de Georgetown, pero allí nadie le exorcizó. El, según la leyenda, infortunado padre Hughes intentó bautizarle, aunque no tuvo éxito. Y no hubo una agresión ni el cura murió poco después: falleció en octubre de 1980 después de una larga vida en activo. El padre Bowdern y sus ayudantes entraron en escena el 9 de marzo y el exorcismo se practicó en abril. Nada en él se pareció a lo contado por Blatty.

Aparecieron estigmas sin significado en el cuerpo del poseído; pero no puede descartarse que se autolesionara. Ni el joven habló otras lenguas que el inglés, ni cambió su tono de voz, ni hizo gala de una fuerza extraordinaria, según reconoció el padre Halloran en 1997 a Opsasnick, quien está convencido de que Rob no estaba endemoniado, sino que sufría «de algo que la moderna psiquiatría podía haber diagnosticado correctamente». «La creencia en las posesiones florece en épocas y lugares donde impera la ignorancia sobre las enfermedades mentales», indica el investigador Joe Nickell, para quien Satanás ha ido retrocediendo según ha avanzado la psiquiatría. De hecho, el Maligno sólo posee a quienes creen en él.

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El tirón del «basado en hechos reales

William Peter Blatty fue uno de los pioneros en aprovechar la leyenda «basado en hechos reales» para atraer la atención del público. Nadie duda de que parte del éxito del El exorcista radicó en lo sobrecogedor que resultaba para el público que en lo plasmado en el libro y en lo vivido en la pantalla por Linda Blair hubiera algo de realidad. El gancho funcionó y pronto fue aprovechado por otros escritores y productores cinematográficos. Así, un año después del estreno de El exorcista, los productores de La matanza de Texas utilizaron el mismo reclamo. Falso, claro.

El código Da Vinci, de Dan Brown, es un ejemplo de novela de éxito inspirada en una realidad inventada o tergiversada. Y Juan José Benítez publicitó durante años su saga Caballo de Troya, en la que unos astronautas viajan en el tiempo hasta la época de Jesús, como basada en unos documentos secretos del Ejército de Estados Unidos. Inexistentes, por supuesto.

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La película

El exorcista (EE UU, 1973).

Director: William Friedkin.

Guionista: William Peter Blatty, que adaptó su novela de 1971 del mismo título.

Protagonistas: Ellen Burstyn (Chris MacNeil), Max von Sydow (padre Merrin), Jason Miller (padre Damien Karras) y Linda Blair (Regan MacNeil).

Estreno: 26 de diciembre de 1973.

Premios: Oscar al mejor guión adaptado y al mejor sonido (estuvo nominada en diez categorías).

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 6 de marzo de 2005.


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