El Ministerio de Defensa indio ha examinado a un santón de 82 años que dice llevar 74 sin comer ni beber. Se llama Prahlad Jani y asegura que tiene un agujero en el paladar por el que se filtran gotas de un elixir de los dioses. «Hay soldados en zonas fronterizas donde los alimentos y el agua no están fácilmente disponibles. Queremos determinar la fuente de energía de Jani y, si ésta puede transferirse a los soldados o ser utilizada por ellos de alguna manera, sería muy beneficioso», explicaba al inicio del experimento G. Ilavazhagan, director del Instituto de Psicología y Ciencias Afines para la Defensa (DIPAS) indio. Quince días después, Ilavazhagan da crédito a los superpoderes del santón y asegura que el hombre no ha comido ni bebido nada desde el 22 de abril, y está tan pancho.
Jani lleva años diciendo que vive poco menos que del aire gracias a una bendición de los dioses, algo que, en principio, parece fácil de poner a prueba: se coge al santón, se le aísla en una habitación cerrada y vigilada por videocámaras, previo registro exhaustivo para que no meta dentro ni un gramo de pan ni una gota de agua, y se espera a ver qué pasa. Por término medio, un ser humano puede sobrevivir tres o cuatro días sin beber y varias semanas sin comer. Así que, en cuestión de días y tras el consiguiente examen médico, seguro que al hombre se le vendría abajo el tinglado. ¿Y si no?
Si no, el caso sería digno de la portada de las más importantes revistas científicas; los biólogos tendrían que replantearse el funcionamiento de nuestro cuerpo, sus necesidades y consumos energéticos; y los científicos, en general, dejar abierta la puerta a los milagros. ¡Casi nada! Lo siento, pero mi mente abierta no lo está tanto, y considero toda esta historia una estupidez, a Jani un fraude y a los científicos que lo han examinado unos incapaces. ¿Por qué no se ha permitido que investigue el caso la Asociación Racionalista India, que se ofreció a las autoridades para ello hace siete años y ha desenmascarado a numerosos santones parecidos a éste?
Médicos indios ya tuvieron al hombre bajo observación durante diez días en 2003. Aquel experimento fue también una iniciativa del Ministerio de Defensa, y el director del grupo de investigadores, el neurólogo Sudhir Shah, aseguró que la NASA participaba en él. El superintendente adjunto del centro médico, Dinesh Desai, indicó entonces que cada día sólo se daba a Jani un poco de agua para que se enjuagara, controlando que no bebiera nada, algo que se ha vuelto a hacer ahora. Según las crónicas periodísticas, en 2003, después de los diez días, el hombre estaba en buen estado físico, aunque había perdido un poco de peso, como parece que ha ocurrido ahora. Claro que, como los resultados de esa investigación no se han publicado en ningún sitio y el Gobierno indio ha tenido que repetir el experimento, cabe suponer que algo se hizo mal en una prueba tan sencilla o que los resultados no fueron tan sorprendentes como se vendieron a la Prensa. ¿Y ahora? Pues, lo mismo.
La credulidad de los responsables del Ministerio de Defensa indio debería hacerles automáticamente merecedores de un Pigasus, premio que anualmente concede el ilusionista James Randi, en la categoría de organización que ha puesto en marcha la investigación paranormal más absurda. ¿Qué pasa con los 200 millones de indios que pasan hambre y con los 25.000 niños mueren de hambre en el mundo cada día?, ¿es que son indignos del amor de los dioses o es que son tontos? Ni lo uno ni lo otro; en esta historia, los únicos tontos e indignos del sueldo que cobran están en el Gobierno indio y en el equipo de científicos que ha investigado a Jani.
Nota publicada en Magonia el 7 de mayo de 2010.