Algunos nos las prometimos muy felices cuando, en noviembre de 2018, los ministerios españoles de Sanidad y Ciencia anunciaron la puesta en marcha del Plan para la protección de la salud frente a las pseudoterapias. Creímos que por fin, después de décadas de mirar hacia otro lado, el Gobierno iba a empezar a proteger a la población de quienes venden remedios inútiles, cuando no peligrosos, enmascarándolos como si estuvieran basados en el conocimiento científico. Parecía que iba a acabar bien una década que había comenzado con un giro radical de los medios de comunicación respecto a las mal llamadas medicinas alternativas: pasaron a rechazarlas cuando hasta entonces las habían promocionado con la aquiescencia de los colegios profesionales de médicos y farmacéuticos. Un cambio de política editorial que se debió, a mi juicio, a la presión de los escépticos en las redes sociales y al miedo al ridículo.
Comienzo del artículo publicado en «¡Paparruchas!», en la web del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), el 2 de enero de 2024.
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