Decepcionante. No encuentro otro adjetivo para el nuevo informe sobre casos de fenómenos aéreos no identificados (UAP) protagonizados por militares hecho público ayer por la Oficina de la Directora de Inteligencia Nacional (ODNI) de Estados Unidos. De doce páginas, el Informe anual de 2022 sobre fenómenos aéreos no identificados se extiende en los protocolos y mecanismos de coordinación entre departamentos a la hora de investigar ese tipo de sucesos, y da pocos datos y muy imprecisos sobre la casuística registrada hasta el momento. Ah, de avistamientos sorprendentes que hagan las delicias de los ufólogos, nada de nada.
Lo más destacado es que, desde 2004 hasta el pasado 30 de agosto, la ODNI tiene registrados 510 casos de UAP, incluidos los 144 contabilizados hasta marzo de 2021, de los que el Pentágono admitió en junio de ese mismo año que sus investigadores solo habían sido capaces de explicar uno. A esos avistamientos iniciales, se suman ahora otros 366: 247 posteriores recibidos por la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO) y 119 ocurridos antes de marzo de 2021 que no se conocían cuando se hizo público el primer informe.
El Departamento de Defensa creó la AARO en julio del año pasado para coordinar la investigación sobre los UAP, como denomina a lo que antes llamaba objetos volantes no identificados u ovnis. El cambio de nombre responde a la intención del Pentágono de desvincular las observaciones de objetos aéreos extraños del mito de las visitas extraterrestres. Los altos mandos militares estadounidenses temen desde hace tiempo que sucesos aparentemente inexplicables registrados cerca de instalaciones sensibles puedan estar protagonizados por ingenios enemigos. Es decir, que se trate de operaciones de espionaje. Como el halo alienígena no animaba al personal militar a denunciar visiones de objetos volantes no identificados por el descrédito del tema, rebautizaron hace unos años a los ovnis como fenómenos aéreos no identificados (UAP) para romper esa barrera psicológica.
La mayoría de los 366 nuevos casos de UAP ocurridos desde 2004 «procede de aviadores y operadores de la Armada y la Fuerza Aérea de EE UU», dice el informe, del que habría una «versión clasificada» con más detalles. La AARO cree que 26 sucesos podrían estar provocados por aeronaves no tripuladas (drones), 163 por globos y 6 por confusiones con aves, fenómenos meteorológicos y plásticos flotantes, entre otras cosas. Es lo que sospecha, no que haya resuelto esos casos. Esto, unido a que de los 144 iniciales los expertos militares solo resolvieron uno, no es precisamente como para que en el Pentágono estén orgullosos de su trabajo cuando históricamente los ufólogos serios, con muchos menos medios, han conseguido explicar convencionalmente más del 90% de los casos ovnis, incluidos prácticamente todos los grandes clásicos.
Los militares estadounidenses no se atreven a especular con lo que puede estar en el origen de los 171 sucesos (46,7%) restantes. «Algunos de estos UAP no caracterizados parecen haber demostrado características de vuelo o capacidades de rendimiento inusuales y requieren un análisis más detallado», aseguran los autores del documento. Y añaden que «muchos informes carecen de datos lo suficientemente detallados como para permitir la atribución del UAP con gran certeza».
Tenemos 366 nuevos informes de UAP y, tras un primer análisis, más de la mitad podría tener una explicación convencional. De los 171 aparentemente inexplicables, «algunos» –no sabemos cuántos– parecen exhibir características inusuales, de «muchos» –así, sin precisar más– no hay suficientes datos y otros –tampoco sabemos cuántos– pueden deberse a fallos de los sensores o errores de los testigos. ¿No les parece decepcionante?
Me voy a arriesgar a hacer una predicción: al final de esta película, los casos de UAP inexplicados serán muy, muy pocos, y la mayoría lo será por falta de datos para identificar el estímulo debidamente.
Información publicada en Magonia el 13 de enero de 2023.