El filósofo Peter Boghossian, de la Universidad Estatal de Portland, y el matemático James Lindsay han publicado en la revista Cogent Social Sciences un artículo en el que sostienen que el pene «está detrás de gran parte del cambio climático». El texto es una broma titulada «The conceptual penis as a social construct», que firman con los nombres ficticios de Jamie Lindsay y Peter Boyle, y que la revista presenta como artículo de investigación. La tesis que defienden los autores es que el pene «no se entiende mejor como el órgano sexual masculino o como un órgano reproductor masculino, sino como una construcción social que es a la vez perjudicial y problemática para la sociedad y las generaciones futuras. El pene conceptual presenta problemas significativos para la identidad de género y la identidad reproductiva dentro de la dinámica social y familiar, es excluyente para las comunidades marginadas basadas en el género o la identidad reproductiva, es una fuente duradera de abuso para las mujeres y otros grupos y personas marginados por el género, es la fuente universal de violación y es el conductor conceptual detrás de gran parte del cambio climático».
Por si hubiera dudas sobre lo que los Boghossian y Lindsay pretenden con «The conceptual penis as a social construct», han explicado en la revista The Skeptic que, «después de acabar el artículo, lo leyeron cuidadosamente para asegurarse de que no decía nada significativo y, como ninguno de los dos pudo determinar de que trataba realmente, lo consideramos un éxito». No sólo el texto es ridículo, sino que además las citas también carecen de sentido: algunas proceden de artículos sin relación con el tema, otras las incluyeron tras hacer búsquedas por palabras clave, las hay del Generador de posmodernismo -un programa informático que produce imitaciones de textos posmodernos- y cinco proceden de revistas que no existen. Ah, por supuesto, ellos no se leyeron ni una línea de ninguna de las fuentes que citan.
Boghossian y Lindsay mandaron originalmente su trabajo a NORMA: International Journal for Masculinity Studies, una «revista internacional de investigación de alta calidad sobre la masculinidad en sus múltiples formas», según se dice en la web de la publicación. La revista lo rechazó, pero no porque el trabajo fuera un disparate, sino porque sus editores creían que encajaba mejor en su cabecera hermana de acceso abierto Cogent Social Sciences, que se define como una publicación con «revisión por pares de alta calidad» y en la que hay que pagar para publicar. Y ahí ha visto la luz «The conceptual penis as a social construct» con la bendición de Jamie Halsall, filósofo de la Universidad de Huddersfield, que, por lo visto, ni siquiera se molesto en comprobar si existe -no, no existe- el Grupo de Investigación Social Independiente del Sureste al que decían pertenecer los ficticios Jamie Lindsay y Peter Boyle. Vamos, que la revisión del original fue exhaustiva.
Veintiún años después de que los físicos Alan Sokal y Jean Bricmont colaran en Social Text un texto pseudocientífico y demostraran que una revista de humanidades posmoderna «publicará un artículo plagado de sinsentidos, siempre y cuando: a) suene bien; y b) apoye los prejuicios ideológicos de los editores (contra las ciencias exactas)», Boghossian y Lindsay dejan claro que en los estudios de género pasa lo mismo. No hay nada como culpar al pene (al hombre) de todos los males como para que a uno le hagan la ola. Los autores de este desenmascaramiento creen que su broma demuestra más que la falta de rigor de los responsables de las dos revistas implicadas y cuestiona la integridad de buena parte del campo de los denominados estudios de género, infestado por el posmodernismo
Como apunta en su blog el biólogo Jerry Coyne, «las ciencias sociales se mantienen llenas de tonterías oscurantistas, un miasma académico. Por supuesto, no todas las personas o áreas de las ciencias sociales y las humanidades están llenas de tales tonterías, pero los estudios culturales, incluidos los de la mujer, son particularmente propensos a la combinación tóxica de jerga e ideología en aras de una erudición horrible».
No deja de tener su gracia que el pene, aunque sea como construcción social, socave la credibilidad de los estudios de género. Seguramente, algunos dirán que es una conspiración machista.
Información publicada en Magonia el 20 de mayo de 2017.