Si de algo se duelen desde siempre los divulgadores de lo paranormal, es de que los científicos no han investigado esos fenomenos y su desconocimiento es lo que les lleva a rechazarlos. Mentira. Desde los albores del espiritismo moderno y de la parapsicología, allá por la segunda mitad del siglo XIX, científicos de primera línea se interesaron por lo extraordinario. No podía ser de otro modo en individuos apasionados por buscar explicaciones al mundo que nos rodea. Lo que pasó entonces -y después con el denominado fenómeno ovni- es que la mayoría de ellos descubrió que tras lo aparentemente inexplicable sólo había fenómenos naturales -algunos sorprendentes, eso sí- y fraudes.
Nombres ilustres de la historia de la ciencia participaron en el siglo XIX y principios del XX en sesiones espiritistas, y algunos salieron de los gabinetes de los médiums convencidos de que habían asistido a la demostración de que hay otra vida después de ésta. Los testimonios de esos científicos, auténticos sabios en sus especialidades, demuestran algo que todos deberíamos tener claro: no importa lo inteligente que seas, siempre te podrán engañar. Su contraparte fueron investigadores, también ilustres, que descubrieron los trucos de los intermediarios con el Más Allá y de aquéllos que decían tener poderes sobrenaturales, como Joaquín María Argamasilla de la Cerda y Elio, el español con visión de rayos X. Gracias al caso Argamasilla, hubo científicos españoles que ya hace un siglo se dieron cuenta de que los mejores aliados de la ciencia para investigar lo paranormal eran los magos.
De todo esto y de muchas cosas más hablaré mañana en Burgos, a partir de las 18.30 horas en el Bardeblás (c/ La puebla, 29), en mi charla Ciencia y magia contra los espíritus, dentro del ciclo Enigmas y Birras organizado por el Círculo Escéptico.
Nota publicada en Magonia el 20 de mayo de 2016.