Los extraterrestres de Encuentros en la tercera fase (1977) no tienen la cara que tienen porque sí. Cuando en abril de 1978, en el cine Astoria de Bilbao, les vi salir de la gigantesca nave nodriza en la base de la Torre del Diablo, creí saber por qué los desgarbados visitantes suscitaban empatía. Para mí, eran la versión alienígena de Barry Guiler, el niño abducido que interpreta Cary Duffey en la película de Steven Spielberg. Cada vez que he vuelto a ver el filme, una obra maestra que sintetiza como ninguna otra el mito ovni, he pensado lo mismo. Y, siempre que se lo he comentado a alguien, me ha mirado como a un bicho más raro que el que ya soy. Así que hace años que concluí que el parecido físico entre el niño y los extraterrestres de Encuentros era una obsesión mía sin fundamento. Estaba confundido.
El momento cumbre de Encuentros es cuando el ufólogo francés Claude Lacombe, a quien da vida François Truffaut, se comunica con uno de los visitantes mediante el lenguaje de signos de Zoltan Kodaly. El entrañable alienígena es, en realidad, una marioneta creada por Carlo Rambaldi, el padre de Alien y ET. Bautizada por Spielberg como Puck, sus movimientos eran controlados por un equipo de siete personas, una de ellas el propio director. Pues bien, en Close encounters of the third kind. The making of Steven Spielberg’s classic film (Encuentros cercanos del tercer tipo. La realización del clásico de Steven Spielberg, 2007), Ray Morton cuenta que Rambaldi construyó a Puck en su taller de Roma «basando la cara, en parte, en imágenes de Cary Guffey». Encaja con la visión amable de los extraterrestres que quería transmitir Spielberg, quien durante el rodaje fue un inesperado compañero de juegos del niño, que entonces tenía 5 años. Además, demuestra que mi aparente obsesión tenía un fundamento real.
Nota publicada en Magonia el 18 de mayo de 2016.