La Policía italiana ha hecho un retrato robot de Jesús de Nazaret de niño a partir del rostro del hombre de la sábana santay ha distribuido la imagen a los medios de comunicación, que rápidamente han dado publicidad al trabajo como si mereciera crédito alguno. «El resultado es la imagen de un chico de unos 10 años, de piel morena, pelo rizado y castaño claro, nariz alargada y labios finos, que según la Policía sería así como un retrato-robot de un Jesús de niño», ha explicado la agencia Efe. Obviamente, a la Iglesia toda publicidad le viene bien siempre y más ahora que, hasta el 24 de junio, vuelve a exponer la falsa reliquia en la catedral de Turín. El negocio es el negocio y lo que importa es que se hable de la pieza de lino para atraer turistas a toda costa. Pero la mayoría de los medios -no voy a decir todos, porque no puedo leerlos todos- está engañando al público.
El sudario de Turín es una obra de arte medieval, así que extrapolar de la imagen en él impresa el aspecto físico del fundador del Cristianismo es equiparable a hacer un retrato de Atila a partir de la película de 1955 en la que Jack Palance dio vida al rey de los hunos. Respecto a la sábana santa, por mucho que algunos se empeñen en hablar de discrepancias entre los científicos, éstas no existen: por un lado, están los sindonólogos, adoradores de la falsa reliquia; por otro, los científicos, que dicen que no tiene nada de misteriosa. Y es que el enigma no aguanta un mínimo análisis crítico. Los sindonólogos están dispuestos a creer cualquier cosa porque les mueve la fe, la convicción de que la tela es una prueba de la Resurrección de Jesús; pero la ciencia se basa en pruebas. ¿Qué dicen éstas? Que el llamado sudario de Turín apareció en Francia a mediados del siglo XIV -no hay ningún documento que avale una existencia anterior-, que el carbono 14 -en un análisis que nadie ha refutado desde que se publicó en la revista Nature en 1989– lo fecha «entre 1260 y 1390 (±10 años), con una fiabilidad del 95%»; que la supuesta sangre es témpera al colágeno; que el presunto ser humano está en una postura imposible; que la iconografía se corresponde con la de la época; que no es un negativo fotográfico…
Los partidarios de la autenticidad de la pieza se inventan cosas cada dos por tres, desde la implicación de la NASA hasta unas declaraciones de Willard Libby que desacreditarían el análisis del carbono 14. Mentiras que algunos llevan repitiendo décadas. Celestino Cano, presidente del Centro Español de Sindonología (CES) en 1989, dijo entonces que la prueba del radiocarbono no se había hecho bien, «como más tarde ratificó el propio inventor del sistema». Libby, nobel de Química en 1960 por el descubrimiento de este método de fechación, quería -según Cano y sus colegas- comprobar la metodología seguida por los laboratorios que realizaron la medición, lamentaba que toda la tela a analizar procediera de un mismo lugar y sospechaba que la muestra podía estar contaminada. El problema es que Libby había muerto nueve años antes, en 1980, cuando nadie contemplaba la posibilidad de que la Iglesia permitiera ese tipo de prueba destructiva. ¡Ése es el rigor de los sindonólogos!
Los científicos saben cómo pudo fabricarse la reliquia turinesa. Hay detalles que ignoran, pero eso no invalida la tesis de que no hay nada sobrehumano en el sudario de Turín, al igual que el hecho que los arqueólogos todavía discrepen en algunas cosas sobre cómo se construyó la Gran pirámide no es una invitación a la participación de los extraterrestres. Así, el químico italiano Luigi Garlaschelli hizo en 2009 una réplica de la sábana de Turín prácticamente indistinguible del original. Usó para ello el cuerpo de un voluntario y el rostro de un bajorrelieve, tardó una semana en hacerla y el proyecto costó «varios miles de euros».
Cuando el Papa visite Turín finales de junio y, como han hecho sus predecesores, se arrodille ante la pieza de lino, estará alimentando un fraude, una mentira -cristiana, pero mentira-, y volveremos a sufrir un bombardeo de piadosas tonterías sabaniles. Estén preparados.
Información publicada en Magonia el 8 de mayo de 2015.