Como tantos otros críos de los años 60, Darryl Cunnigham creció en un mundo donde la prensa, la radio y la televisión se hacían eco de todo tipo de prodigios. Platillos volantes y poderes paranormales eran parte de la realidad cotidiana. Él se enganchó. «Cuando era niño, me fascinaba todo lo sobrenatural y de otro mundo, pero en la adolescencia empecé a ver las cosas con escepticismo», recuerda desde su casa de Yorkshire (Reino Unido). Desde entonces, es un apasionado de la divulgación científica y fruto de esa pasión es Pseudociencia (Léeme Libros), un cómic publicado en 2012 en su país bajo el título de Science tales (Historias de ciencia), que acaba de salir a la venta en España.
Formado en lo que hoy es la Universidad de Bellas Artes de Leeds, Cunningham reconoce que el paso de creyente «en todo tipo de sandeces» a una mente crítica no fue un camino de rosas. «Aceptar que te equivocas cuando encuentras hechos que evidencian tu error es un proceso doloroso, aunque necesario. La ciencia, al contrario que la religión, está siempre en un continuo estado de revisión y depende de los nuevos hallazgos». Pseudociencia, finalista al mejor libro de 2012 en los Premios Británicos del Cómic, es en cierto modo el último paso de esa transición.
«Después de haber escuchado un montón de podcasts de ciencia, me sorprendía que los mismos asuntos aparecieran una y otra vez como polémicos o, simplemente, incomprendidos por el gran público. Así que los temas del libro se seleccionaron a sí mismos: la evolución, el cambio climático, la homeopatía, la fractura hidráulica y otros», explica. Cada historia le llevó de promedio un mes de trabajo, aunque «el capítulo del cambio climático fue el más largo y difícil de escribir y dibujar. Fue difícil transitar entre montañas de desinformación y pura y simple propaganda para dar con los hechos. No me extraña que haya tanta gente confundida respecto a este asunto». Para los despistados, incluye al final del libro una lista de fuentes fiables, los artículos científicos y libros que ha consultado para cada historia.
«Darryl resume en una viñeta lo que otros autores explican en libros enteros», ha dicho de Pseudociencia el periodista Jon Ronson, autor de Los hombres que miraban fijamente a las cabras (2004), libro que desvela las locuras que hicieron los militares estadounidenses por creer en lo paranormal. No es fácil resumir en 20 páginas de viñetas el estado de la cuestión de asuntos como la fractura hidráulica y la terapia electroconvulsiva. Cunningham lo consigue y, en todos los casos, toma partido guiado sólo por las pruebas científicas. Así, tira al cubo de la charlatanería la homeopatía -la más existosa de las mal llamadas medicinas alternativas-, la quiropráctica y la peligrosa antivacunación; y demuestra lo confundidos que están quienes niegan que el hombre haya llegado a la Luna, el cambio climático y la evolución.
Rigor y sencillez
La quiropráctica, de gran éxito en su país, fue para él toda una sorpresa. «No sabía nada de ella antes de empezar la investigación. Creía que, entre las medicinas alternativas, la quiropráctica tenía algo de fundamento. Pensaba que tenía méritos genuinos, pero, cuanto más investigaba, menos parecía haberlos. Las credenciales científicas de la quiropráctica se desvanecieron como la niebla ante el sol fuerte. No sabía que había sido desarrollada por un canadiense llamado Daniel David Palmer en el siglo XIX, antes que la gente entendiera la naturaleza bacteriana y viral de la mayoría de las enfermedades. Palmer creía que, mediante de la manipulación vertebral, podría curarlo todo: las enfermedades del corazón, el sarampión, la disfunción sexual e incluso la sordera. Es evidente que eso es absurdo, si no peligroso».
A la hora de abordar cada historia, el punto de vista de Cunnigham «ha sido siempre procientífico y propensamiento crítico», lo que incluye denunciar a los científicos que se dejan «corromper por la política o el dinero». Un ejemplo de esto último es el médico británico Andrew Wakefield, quien se inventó en 1998, en la revista The Lancet, que la vacuna triple vírica –contra el sarampión, la rubéola y las paperas– causa autismo. Fue el germen del movimiento antivacunas, que se ha extendido por el mundo desarrollado y supone una amenaza para la salud pública. El autor explica cómo todo fue una maniobra de Wakefield para desacreditar a la triple vírica y hacerse millonario con una vacuna alternativa.
El gran logro tecnológico de los años 60, el primer alunizaje, merece un interesante capítulo en el que Cunnigham desmonta con maestría la tesis de los conspiranoicos y que, en la versión estadounidense, da título al libro: How to fake a Moon landing (Cómo fingir un alunizaje). Y, en el capítulo dedicado al descubrimientos, a finales del siglo XX, de que el clima está cambiando como consecuencia de la actividad humana, el autor alerta de la manipulación de datos por parte de quienes lo niegan por intereses económicos. «No dejemos en manos de los superricos decidir quién vive o quién muere», advierte.
Pseudociencia está al alcance de cualquiera que quiera conocer la realidad de los los temas que trata. El formato de cómic, la sencillez discursiva, su estética y el enfoque riguroso –ha sido unánimemente elogiado en la comunidad científica– hacen que este libro mereza un lugar destacado en la escuela como herramienta para enseñar a las nuevas generaciones ciencia, a pensar críticamente y tomar decisiones con conocimiento de causa. «Carl Sagan y Arthur C. Clarke hicieron que me acercara a lo sobrenatural más críticamente. El Universo es ya lo suficientemente asombroso. No necesitas inventarte cosas», dice Cunningham.
Cunnigham, Darryl [2012]: Pseudociencia. Mentiras, fraudes y otros timos [Science tales. Lies, hoaxes and scams]. Prologado por Luis Alfonso Gámez. Traducción de Mara Vázquez. Léeme Libros. Madrid 2014. 208 páginas.
Reseña publicada en Magonia el 3 de noviembre de 2014.