¿Por qué los marcianos son hombrecillos verdes?

Primera aparición de la expresión 'Little Green Man' en 'The New York Times'.
Primera aparición de la expresión ‘Little Green Man’ en ‘The New York Times’.

El todoterreno Curiosity viaja rumbo a Marte para determinar si hay entornos aptos para la vida, pero popularmente sabemos desde hace décadas cómo son los marcianos y cuál es su color de piel: son hombrecillos verdes. ¿De dónde viene esa idea? ¿Por qué los habitantes del planeta rojo son verdes? Me ha lanzado la pregunta a bocajarro esta mañana Ángel Carmona, en Hoy Empieza Todo, en Radio 3, y le he dado la única respuesta que puede darse: no lo sabemos a ciencia cierta.

Sabemos por qué los platillos volantes se llaman así, aunque los primeros no fueran de esa forma; pero no exactamente a qué deben los marcianos su color, ni su corta estatura. Lo más probable es que sean una prolongación espacial de los pequeños seres de los bosques y el país de las hadas. Así, por ejemplo, la referencia más antigua a la expresión en las páginas de The New York Times está vinculada a un artículo de libros infantiles para la lectura en vacaciones. Fue publicado el 6 de diciembre de 1902. Una de las obras recomendadas era The gift of the magic staff: Paul’s adventures in two wonderlands (El regalo del bastón mágico: las aventuras de Paul en dos mundos maravillosos). El crítico escribió: «Hay más aventuras maravillosas en The gift of magic staff, de Fannie E. Ostrander, ilustrado por Will Driggins (Fleming H. Revell Company, 1 dólar). Paul es el niño que, debido a que es bueno y siempre hace lo mejor que puede hacer bajo cualquier circunstancia, recibe el don de la magia de un Pequeño Hombre Verde, recorta pasos en la niebla, sube de visita al país nublado de las hadas y hace muchas otras cosas inusuales».

El folclorista y ufólogo Chris Aubeck ha localizado un ser verde de otro planeta tres años antes en el diario The Atlanta Constitution. Protagoniza «Green boy from Harrash» (El niño verde de Harrash), un cuento infantil de Charles Battle Loomis. Sin embargo, la primera mención folclórica a niños verdes de otro mundo es muy anterior. Sería la de los niños verdes de Woolpit, quienes, según la leyenda, aparecieron en la localidad inglesa de ese nombre en el siglo XII. Al principio, ni comían alimentos normales ni hablaban inglés; pero, con el tiempo, se acostumbraron a lo primero; aprendieron la lengua y contaron que venían de una tierra en permanente penumbra en la que nunca brillaba el Sol.

Niños medievales

Los folcloristas que buscan una raíz histórica a este relato inglés, que creen que es más que un cuento, lo vinculan a la inmigración flamenca de la época a la región. En la segunda mitad del siglo XX, hubo también quien presentó a los niños de Woolpit como extraterrestres. Y hasta quien trasladó el episodio a España, como hace Jacques Bergier en Los extraterrestres en la Historia (1972), donde sitúa el suceso en 1887 en Banjos, un pueblo que en realidad no existe. En 1990, un tal Aitor Ondarreta identificó en la revista Más Allá la inexistente localidad de Banjos con Bañolas (Gerona). En realidad, la historia de los niños verdes de Banjos es sólo una versión modernizada del cuento medieval de Woolpit.

Pero ¿y los marcianos verdes? Se cree que los primeros son los del Barsoom de Edgar Rice Burroughs en Una princesa de Marte (1912). Lo que pasa es que se trata de bichos muy altos, con cuatro brazos y, digamos, bastante feos. La imagen del extraterrestre verde es, años después, un lugar común en las revistas pulp estadounidenses y parece ya instalada en el imaginario popular a finales de los años 30. Al día siguiente de la escenificación radiofónica de La guerra de los mundos dirigida por Orson Welles, el columnista Bill Barnard comienza su artículo de portada en The Corpus Christi Times diciendo: «Trece hombrecillos verdes de Mercurio bajaron de su nave espacial en el aeródromo de Cliff Maus Field (el aeropuerto local) a última hora de la tarde de ayer para una visita de buena voluntad a Corpus Christi». Y acaba: «Entonces, los trece hombres verdes se subieron a su nave espacial y salieron volando».

Cuando Fredric Brown escribe su desternillante Marciano, vete a casa (1955), los invasores del planeta rojo que, chismosos y con extraordinarios poderes, siembran el caos en la Tierra son hombrecillos verdes de 75 centímetros de altura y calvos. Ese mismo año, con el caso ovni de Kelly-Hopkinsville, ocurrido en agosto, el estereotipo entra en la naciente ufología de un modo violento cuando una familia asegura haber sufrido el asedio nocturno de su casa por enanos verdes alienígenas de largos brazos, orejas grandes y puntiagudas, y ojos saltones. Una vez que la ciencia ficción y la ufología, hija bastarda de la primera, se apropian de los hombrecillos verdes, éstos lo invaden todo: programas y series de televisión, películas de cine, cromos, cómics… ¿De dónde vienen? No lo sabemos exactamente; pero sí que su origen es humano, muy humano.

Nota publicada en Magonia el 29 de noviembre de 2011.


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