Dos días después de la emisión del episodio piloto de Escépticos en ETB 2, podemos decir que hemos cumplido el principal objetivo: demostrar que se puede hacer otro tipo de televisión y atraer al espectador sin insultar ni a su inteligencia ni al buen gusto. «¿Fuimos a la Luna?», el episodio piloto de lo que está concebido como una serie, fue visto el sábado en ETB 2 por 76.000 espectadores, lo que supone un 8,8% de share, casi un punto por encima de la media de la cadena, y con competidores tan potentes como Harry Potter y La Noria. A estas horas, desconozco cuánta gente lo ha visto ya a través de la web, pero en sus primeras 20 horas colgado el vídeo ha recibido más de 16.000 visitas. Escépticos ha sido durante tres días seguidos tema del momento (trending topic) en España en Twitter, por delante a veces de la salida de Francisco Álvarez Cascos del PP. Queda mucho trabajo todavía y ver si la serie se rueda, pero voy a adelantar algunas de mis conclusiones de lo ya vivido y a explicar otras cosas.
Lo primero es que se ha trabajado a toda velocidad. Empezamos a rodar el 15 de diciembre y se entregó el original a la televisión pública vasca quince días después. Son cosas de la tele, que por lo visto suele funcionar con plazos casi tan ajustados como los periódicos, mundo al que me enorgullezco de pertenecer y donde las cosas suelen ser para ayer. Si quitan los indispensables días de descanso -no para todos, porque hubo varias reescrituras de guion a cargo de Jose A. Pérez-, tuvimos que compaginar el rodaje con mi tiempo libre; la disponibilidad de los expertos y de las aulas de la universidad y el colegio; un montaje, a mi juicio, extraordinario que hace que a la gente le pasen los 40 minutos de documental volando y que ha exigido noches en vela al equipo; un ensamblaje de sonido complicadísimo… Mejor, léanse lo que cuenta el director en el blog del rodaje. Y, si no han visto el episodio piloto, pueden hacerlo aquí y luego seguir leyendo.
Trampas y fallos que no son
El resultado ya lo han visto. Estoy orgulloso de él a pesar de los errores, que los hay. Por citar el para mí más evidente, la locución de los primeros minutos podía haber sido mucho mejor; pero la hicimos contra el reloj y, además, era la primera vez que hacía algo parecido. Creo que se nota la diferencia entre el principio y el final, aunque, en el mundo real, sólo pasaron dos horas desde la primera hasta la última frase de la voz en off. ¡Es lo que tiene la primera vez! Mi intención, si la serie sale adelante, es seguir haciendo el papel de narrador y trabajar duro para que el resultado sea digno del resto del producto, aunque me tenga que pasar horas grabando en casa mis fragmentos a modo de ensayo.
Hay fallos que no lo son y trampas que no existen, aunque parezca lo contrario. El máximo dirigente de la Unión Soviética cuando empezó la carrera espacial era Nikita Jrushchov y hay quien no entiende que el presidente soviético caricaturizado parezca Stalin, con su bandera de la hoz y martillo detrás. Hubo un momento en el cual pensé que teníamos que cambiarlo; pero la duda me duró lo mismo que la que de vez en cuando me asalta sobre encender un cigarrillo -soy ex fumador desde hace diez años-, una fracción de segundo. La caricatura es tan buena que no me cabe ninguna duda de que la mayor parte del público se la ha tomado como lo que es. ¡Ah!, y no hay segundas intenciones, no se está haciendo mofa del presidente soviético frente al estadounidense.
Ha habido también quien ha creído que seleccionamos a los universitarios previo conocimiento de lo que iban a decirnos. No es así. Ni en el caso de los universitarios, estudiantes de geología, ni en el de los escolares, sabíamos por dónde iban a ir los tiros de cada debate hasta que éste tuvo lugar. De hecho, mi gran miedo –como ya expliqué aquí– era que los futuros geólogos no dieran juego y tuviera que hacer cábalas para meter en sus cabezas una mínima duda conspiranoica y que dijeran alguna excentricidad. Para mí pasmo, ocurrió todo lo contrario y, créanme, en ese laboratorio los futuros científicos dijeron muchas más cosas increíbles que las que han visto. Fuera también. En los pasillos de la Universidad del País Vasco (UPV), hablé con estudiantes de biología que estaban preparando exámenes, y la mayoría creía que los alunizajes fueron un montaje. En ninguno de los dos encuentros con jóvenes, hay nada montado ex profeso, una escena que hayamos repetido para que nos digan las cosas bien o yo no me trabe: lo que han visto es una síntesis de lo que fue. ¡Ah!, y cada entrevista también se grabó de un tirón.
A vueltas con las sombras
El asunto que más polémica ha suscitado en Internet ha sido el del experimento de las sombras con juguetes de Tintín. Se ha dicho que el foco no está a la misma distancia de nuestra maqueta lunar que el Sol de la Luna y que, por tanto, la prueba no vale. Vayamos por partes. Primero, sabíamos desde el principio que el foco está infinitamente más cerca del cohete de Tintín que el Sol del Eagle y sus tripulantes, pero queríamos hacer un experimento casero que pudiera repetir cualquier niño y que demostrara que dos objetos pueden proyectar sombras divergentes a pesar de estar iluminados por una sola fuente de luz. Además, el resultado es el mismo que si Marta Fernández, mi compañera, y yo nos hubiéramos fotografiado en una explanada con el Sol bajo en el horizonte, como estaba durante los alunizajes, sólo que más divertido: hacía años que no jugaba con arena. Adelanto que, aunque a ninguno de los dos nos hubiera importunado hacer el experimento en la Luna para ser rigurosos al 100%, producción nunca contempló tal posibilidad. Es lo que tienen los ajustados presupuestos de la televisión pública en este país.
Creo, no obstante, que nos faltó una cosa, como le he comentado hoy mismo al director: añadir, después de mis frases finales mirando a cámara, un par de fotos demostrando que lo mismo pasa en la calle cuando el foco es el Sol, situado a 150 millones de kilómetros de nosotros. Por si no me creen, aquí les dejo una foto hecha por Eugenio Manuel Fernández, autor de La conspiración lunar, ¡vaya timo! (2009). ¿Ven las sombras? Son divergentes, ¿verdad? Como en nuestro experimento; como en algunas fotos lunares. De todos modos, algo hemos hecho mal cuando hay gente que coincide en que lo hemos hecho mal.
No quiero acabar sin agradecer su gran trabajo y confianza a ETB, a K 2000 -y en particular a Blanca Baena, la productora ejecutiva de esta locura-, a Jose A. Pérez, Aitor Gutiérrez y su equipo, a los blogueros y amigos -si los citara, me dejaría a muchos, sin duda- que nos han tratado con cariño, a mis compañeros de El Correo y también a todos aquéllos que han dicho lo que no les gusta de este documental. Estamos tomando buena nota de todas las críticas. Por cierto, la tan alabada selección musical es culpa de Jose y a mí me ha encantado, entre otras cosas, porque desde mi infancia dos de mis ídolos han sido Elvis Presley y Frank Sinatra. Jose no lo sabía. La escena final abandonando el colegio El Regato, de Barakaldo, a los sones de Fly me to the Moon ha sido para mí el mejor regalo de Año Nuevo. Gracias, amigo. Ahora, toca esperar lo que decidan los directivos de la televisión pública vasca, quienes ya demostraron su fe en el proyecto emitiendo este episodio piloto en prime time y sin interrupciones publicitarias.
Mientras tanto, el debate continúa aquí y en Twitter, donde también estoy a su disposición como @lagamez en la medida de mis posibilidades y de que me deje la gripe que me lleva castigando desde horas antes del estreno de Escépticos y me está arruinando la vacaciones. Como dice Jose en sus conclusiones, creo «en una televisión pública que retome sus principios fundacionales: informar, difundir la cultura de un país o región y promocionar los valores esenciales de la democracia. Estoy convencido de que esta opción es más rentable en términos sociales que un panorama televisivo copado por Berlusconi y sus clones». Y creo que un programa como Escépticos debe tener un hueco en cualquier parrilla pública. Si no, apaga y vámonos.
Nota publicada en Magonia el 3 de enero de 2011.