Iker Jiménez dice que en ciencia la verdad depende de mafias y modas, y «es peligroso» llevar la contraria

Iker Jiménez, en su homilía anticientífica en 'Cuarto milenio'. Foto: Cuatro.
Iker Jiménez, en su homilía anticientífica en ‘Cuarto milenio’. Foto: Cuatro.

Iker Jiménez cerró la edición del pasado domingo de Cuarto milenio con un discurso en el que acusó a los científicos de actuar como mafias y según las modas a la hora de aceptar unos hechos y rechazar otros. El misteriólogo de Cuatro reaccionó así ante la negativa de varios biólogos españoles a aparecer en su programa para hablar de la lluvia roja caída en Kerala en 2001. Entre julio y septiembre de aquel año, se sucedieron en ese estado indio precipitaciones de una lluvia teñida de rojo por unos corpúsculos cuya naturaleza ha acabado convirtiéndolos en objeto de deseo de los traficantes de misterios.

El informe oficial hecho por el Centro para los Estudios de las Ciencias de la Tierra (CESS) y el Jardín Botánico Tropical e Instituto de Investigación (TBGRI) de Kerala concluyó en noviembre de 2001 que esas partículas eran esporas de un alga del género Trentepohlia. El resumen de la publicación dice:

«Se llevó a cabo un detallado estudio de muestras de agua de lluvia roja obtenidas en Changanacherry, donde se originó el primer informe. Se descubrió que el agua contenía partículas en suspensión, que se asentaron después de varias horas. Ese material se separó y analizó químicamente para determinar su composición. En el examen microscópico, se veían pequeñas partículas circulares que se asemejaban a esporas. La muestra fue trasladada al laboratorio de microbiología del Jardín Botánico Tropical e Instituto de Investigación (TBGRI). Las esporas crecían bien en un medio de cultivo de algas. El alga se identificó como una especie del género Trentepohlia. La región de Changanacherry donde se informó de la lluvia roja es de vegetación densa con líquenes en los árboles, las rocas y los postes de luz.»

Naturalmente, una explicación tan banal no puede ser del gusto de Jiménez y los suyos, que el domingo contrapusieron a ella la posibilidad de que estuviéramos ante formas de vida alienígenas llegadas a bordo de un meteoro que explotó en la atmósfera poco antes de la primera lluvia roja. Es la hipótesis que plantearon los físicos Godfrey Louis y Santhosh Kumar en un artículo titulado «Cometary panspermia explains the red rain of Kerala» (Panespermia cometaria explica la lluvia roja de Kerala), publicado en 2003 en arXiv. Más recientemente, Louis y Kumar han colgado en el mismo repositorio otro trabajo, «Growth and replication of red rain cells at 121º C and their red fluorescente» (Crecimiento y replicación de las células de la lluvia roja a 121º C y su fluorescencia roja), en el que sostienen que han conseguido que los microbios alienígenas se reproduzcan.

Verdad científica impuesta

Con estos mimbres debidamente doblados -minimizada la importancia de informe oficial y magnificada la de los artículos, publicados al margen del sistema de revisión por pares-, Jiménez quiso invitar a varios biólogos a su programa para que hablaran de la posibilidad de que la lluvia roja de Kerala fuese una prueba de panspermia, teoría según la cual la vida se difunde por el Cosmos montada en meteoritos y cometas. Y los expertos con los que contactó -según él, de primera línea- se negaron a seguirle el juego. Así que, en su sermón final del programa, atacó a esos investigadores y a la ciencia en general, diciendo que «da la sensación de que en la ciencia también hay sus mafias» y de «que la ciencia tiene sus modas», y lamentando que la comunidad científica no quiera creer a Louis y su equipo. «¿Cuántas personas que han descubierto cosas se encuentran simplemente gritando en el desierto sin que sus colegas hagan caso porque es hasta peligroso intentar ponerse a favor de una historia tan compleja? Por tanto, a ustedes y a mí, ¿qué información científica nos llega, la verdad o la verdad que algunos imponen con sus propios códigos?», se preguntó el periodista esotérico.

Claro que la ciencia tiene sus códigos y herramientas. Una de ellas es el arbitraje o revisión por pares, que persigue garantizar que no se publique cualquier cosa por el mero hecho de que el firmante sea un renombrado experto. Consiste en que especialistas en la materia de la que trata un artículo lo revisan a la búsqueda de fallos antes de que se dé a conocer. Es algo que, curiosamente, no ha pasado con los dos artículos de Louis y Kumar de arXiv porque en ese repositorio no hay arbitraje. Y, si esos revolucionarios trabajos han aparecido ahí y no en revistas de gran impacto -y, por tanto, con sistemas de revisión durísimos-, cabe suponer que es porque han sido rechazados en ellas o porque sus autores sabían que no iban a superar los requisitos de rigor de las publicaciones punteras en las que se dan a conocer los grandes avances científicos.

No hay ninguna conspiración; sólo falta de pruebas. No es cuestión de creer o no creer. Si hubiera pruebas de una lluvia de células extraterrestres en Kerala -¿qué pasó para que durante dos meses sólo llovieran allí y no fueran dispersadas por el viento a otros países?-, se habría publicado la noticia a bombo y platillo en Science o Nature. Pero todas las pruebas apuntan a que se trató de algas, por mucho que en Cuarto milenio desprecien tal posibilidad en aras del falso misterio al que tan proclives son Jiménez y su equipo.

Nota publicada en Magonia el 9 de diciembre de 2010.